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España líquida

Los últimos cambios en la política española trasladan a la opinión pública una situación de intranquilidad que, en palabras de Zygmunt Bauman, calificamos de líquida. Este sociólogo judío polaco (Polonia, 1925-Reino Unido, 2017), premio Príncipe de Asturias 2010, es quien mejor la ha sabido interpretar en su obra Modernidad Líquida. Metáfora de la era moderna sometida a continuos e irrecuperables cambios. Transitoriedad, desregulación y liberalización de los mercados en la era de la globalización y de internet. La cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro. La sociedad del bienestar se vuelve consumista y hedonista. El olvido se presenta como condición del éxito. El ciudadano se vuelve adicto a la seguridad, pero siempre inseguro en ella. Las sociedades envejecidas de occidente han cedido sus libertades a cambio de beneficios y seguridad, que ya nadie garantiza.

El hombre-líquido de Bauman es análogo al hombre-masa de Ortega y Gasset (1883-1955), que en 1921, en el periodo de entreguerras de Europa, apuntaba a la descomposición de las naciones, por efecto de los regionalismos y separatismos. Donde definía su hombre-masa como aquel que se considera lleno de derechos pero sin ningún deber. Un inmaduro que no sabe enfrentarse a los problemas ni tomar decisiones. Identificaba la falta de una minoría dirigente e ilustrada. Y con el problema catalán decía que no tenía solución, simplemente había que conllevarlo. En ambos casos coincide el cambio de época, la crisis nacional y el problema catalán, que reaparece con fuerza cuando la nación se diluye. Los procesos de exclusión del holocausto regresan, dice Bauman, cuando se segmenta y enfrenta a las sociedades con mensajes sentimentales que falsean la historia.

El Partido Popular en plena fase líquida, donde se ven las fuerzas de gobierno, de partido y de los militantes, reducidas a dos y cuya cabeza provisional S3 esconde el debate de fondo. Que no es otro que la posición del Gobierno de Rajoy-Soraya, derivado en un ejercicio de políticas socialdemócratas, ejercidas con un sistemático incremento de los impuestos y el abandono de la nación unitaria del 78.

Contra las posiciones que representa Casado, propia de políticas de centro derecha y liberales, que exigen bajar impuestos y defender la nación, la familia y la escuela sin complejos. Lo que evitó S3, teniendo mayoría absoluta para cambiar la errónea Ley de Memoria Histórica, que reescribe la historia y deslegitima la constitución del 78 y con ella la forma de Estado. No cabe otra vía que sustanciar sus proyectos políticos, sus programas y sus ideas. Ya no se pueden esconder en el gobierno perdido. Resulta curioso observar la geografía de los apoyos socialdemócratas y liberales. Donde las sociedades urbanas y emprendedoras se suman a la nación libre y las subvencionadas a la socialdemocracia pactista.

La España líquida se extiende con el nuevo Gobierno, que tira de chequera. Con pagos a los grupos líquidos, los 9,6 millones de pensionistas, a los que les suben las pensiones y anulan el copago farmacéutico, al margen del Pacto de Toledo. Y los 3,2 millones de funcionarios, que pasarán a trabajar 35 horas y se les da el 100% de retribuciones en bajas médicas. Y se preparan 4 naciones donde solo hay una. Para cumplir con Bruselas, subir el techo de gasto en 15.000 millones de euros, que al final de la cadena pagan la empresa y el ciudadano emprendedor. Para asegurar la información se asalta la Radio Televisión española y el CIS.

Pasear a Franco, denunciar el Concordato y la educación concertada, el Metoo, el cupo vasco y la rebelión catalana, recibir inmigrantes sin orden y el apoyo a las mezquitas y al islam, completan el cuadro de la España líquida.

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