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La España de ‘Sálvame’

Un día, España fue la de Rinconete y Cortadillo, pero ahora es la de Sálvame, el camión de la basura de Tele 5, en donde hasta las enfermedades de sus analfabetos se venden bien. No voy a hacer más comentarios de esto, pero ciertos lectores me escriben (recuerdan mi correo, que hace tiempo quitamos del pie del artículo) para decirme que haga menos farándula y trabaje en desenmascarar a los tertulianos pagados por la izquierda y a los golpistas catalanes. Tampoco pienso hacerlo, porque yo no puedo luchar contra Pedro Sánchez, que es quien les da cancha. Allá Pedro Sánchez y sus votantes, entre los que no me cuento. El otro día dio Bono, me parece que en La Sexta, que es la televisión podemita, una lección de sensatez: “La república catalana la tendrían que votar todos los españoles, no sólo los catalanes, en tanto en cuanto requiere un cambio de la Constitución; y la Constitución la vota la nación entera”. Sánchez ha vendido a su patria, pero esto es asunto de él y de los que lo tienen ahí, colado por la puerta falsa, incluso redecorando La Moncloa para que su mujer se entretenga. Ya no hay porteras ni vecinas maledicentes, ni serenos de farola y bastón, que yo los viví, sino fiestas del orgullo gay, ministros gays y toda esa tropa ciertamente divertida. Tampoco me meto, cada cual con su retambufa hace lo que le plazca. Pero esto se ha animado, siempre se anima con la entrada triunfal, y no precisamente en burro, del PSOE, que quiere desamortizar (por exhumación) a Franco, echar a los frailes de Cuelgamuros y seguir picando en las cunetas, como en los tiempos del juez Garzón. La limpiadora del Café Gijón decía, a voz en grito, cuando entraba aquel gran escritor: “Ahí viene don Antonio Buero Vallejo, que en paz descanse”. Pues eso, pero de España.

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