tribuna

Aquarius

Los astrólogos no se ponen de acuerdo sobre si ya hemos entrado en la era aquarius o si, por el contrario, aún tendremos que esperar varios siglos para hacerlo

Los astrólogos no se ponen de acuerdo sobre si ya hemos entrado en la era aquarius o si, por el contrario, aún tendremos que esperar varios siglos para hacerlo. Los cálculos no se corresponden con las premoniciones ni con los signos identificativos de ciertos movimientos culturales minoritarios y poco duraderos que actúan como un anuncio de lo que está por venir. Siempre se ha intentado ligar el comienzo de una nueva era con un acontecimiento trascendental que poco tiene que ver con el giro precesional del planeta. Es una manera de institucionalizar forzadamente un hecho histórico que propende a un cambio cultural o religioso, como ocurre, por ejemplo, con el nacimiento de Cristo. Se establecen estos parentescos con el destino universal cuando ya se han consolidado las transformaciones y lo que se pretende es darles carta de naturaleza para garantizar su perpetuidad.

La era aquarius se anuncia con la aparición de novedades sociales que avanzan lentamente y nunca acaban de consolidarse, pero que influyen sin darnos cuenta en que los ciclos experimenten una variación notable en las costumbres. En este sentido los movimientos hippies de los años sesenta pueden considerarse como manifestaciones incipientes del nacimiento de una era marcada por la felicidad y la ausencia de conflictos. No tuvieron una gran expansión, pero su influencia en el mundo de la moda y de la música fue indiscutible. Como es lógico, toda acción provoca una reacción. Esta es una regla clara del principio evolutivo que siempre ve frenados sus impulsos por la aparición de fuerzas reactivas. Al final actúa como un sirimiri que no se nota, pero que con el tiempo llega a calar hasta los huesos. Por ejemplo, no se puede negar que los acontecimientos del mayo francés, en 1968, dejaran un aire nuevo que contaminó a la forma de hacer la política que vendría después. Todo se escenifica en una lucha entre el sistema y el antisistema que nunca acaba de dirimirse a favor de una de las partes. Las consecuencias colaterales son las que quedan como un poso positivo para construir el progreso. Pasa sin que nos demos cuenta, porque el tiempo que gobierna a la expansión majestuosa de lo universal no coincide con el tiempo vital al que estamos amarrados inexorablemente: nuestro tiempo y nuestra forma de entenderlo y de percibirlo.

En todo proceso de cambio, y la era aquarius lo es, se observan estas alteraciones intermitentes que se corresponden con la supuesta estructura ondulatoria a la que está sometido el transporte de la energía que fue el origen de todo. Ahora sí, ahora no: como decía el que fue preguntado por si la luz anunciadora de un cambio de dirección en el vehículo funcionaba adecuadamente. Las ondas tienen eso: tan pronto estás arriba como estás abajo, sin embargo, a su amparo todo es predecible. Es cuestión de estadística y de establecer las normas de manera adecuada.

Pedro Sánchez, aunque no lo parezca y sin quererlo, se ha incorporado de forma natural a estos fenómenos, marcados por la precesión planetaria, y es el anuncio incontestable del desembarco en una nueva era: la era aquarius, en la que los astrólogos no se ponen de acuerdo a la hora de fijar la fecha de su comienzo, pero a la que nadie niega que traerá un estado de larga paz y felicidad. Todo será bueno, aunque al principio lo hará de modo intermitente. Ahora sí, ahora no. Igual que en el caso del Aquarius y su incierta arribada a un puerto español.

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