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Caraduras

Si Cataluña se libró de un payaso con la huida de Puigdemont, ha ganado otro con la llegada de Torra, quien además es otro caradura. Desafía al Estado impunemente, con la complicidad de un presidente del Gobierno que es palanganero de independentistas y de una suerte de indeseables que pueblan la política española. Si Torra es un caradura, el presidente del Gobierno es un superviviente –incluso de su propio partido- que hará lo que haga falta por mantenerse en un poder que no alcanzó en las urnas, sino de estraperlo. Para mí que Sánchez tiene menos futuro que el sastre de Tarzán, pero ya ha conseguido lo que quería: un puesto para los restos en el Consejo de Estado y un sueldo y prebendas vitalicias. Se ha garantizado su futuro, mientras que el resto de los españoles, políticos o no políticos, se lo tiene que ganar a pulso. Los catalanes, lejos de lo que ellos creen, están haciendo el ridículo allá donde los conocen. Un pueblo que se presume civilizado, avanzado y europeo da hoy la impresión de tener una pobreza intelectual inmensa y una cultura política deplorable. Y ahí siguen estos tipos, con su circo, sobre todo mediático, fabricando una nación falsa en la que ni ellos mismos creen, con mercados falsos y con estructura falsa, embolsándose sus políticos cantidades de dinero ingentes procedentes de nuestros impuestos y, además, desafiando al estado y a su Constitución. Me parece que ya está bien, pero con este Gobierno nacional que no emanó de las urnas, sino de la ambición y el rencor, todo es posible. Caraduras, que son unos caraduras, mantenidos en el machito por la incoherencia y por los excesos de la propia democracia española, más papista que el papa. No sé si les queda mucho o poco de la mamanza, pero mamanza sí que hay. Y gorda.

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