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En la UVI

No hay nada más aburrido que una UVI

No hay nada más aburrido que una UVI. También le dicen UCI. O porque estaba bastante jodido o porque en la UVI se te quitan las ganas de todo, ni siquiera pude leer una línea. Salí de un restaurante y me metieron en una UVI. Estuve dos días y cuando me soltaron parecía que habían pasado dos años. Incluso, al mirarme al espejo, me sentí un viejo carrucho. Siempre tuve miedo, desde que cumplí los que cumplí -mañana es otra vez mi cumpleaños-, de que si sufría un accidente de tráfico en una autopista, el periódico iba a titular “Un anciano de 70 años estrella su coche contra un camión”. “Tu puta madre un anciano”, decía yo para mis adentros, pero el periódico habría tenido razón. Yo no he sufrido ningún accidente de tráfico, pero sí soy ese anciano de 70 años al que los amigos le consuelan diciéndole que un hombre de esa edad es un hombre joven. Lo cierto es que yo miro para abajo y no veo nada, debe ser que necesito un microscopio. Tengo el consuelo de poder decir que lo que parecía un infarto agudo de miocardio fue, sencillamente, una subida brusca de glucemia y que mi corazón parece el de un joven de 70 años; lo dice el cateterismo, durante cuya prueba el médico y yo hablamos del Real Madrid. Yo cuando sentí afinidad de colores aposté por el éxito del evento, como así ocurrió. Pues, sí, he estado en dos UCI en dos días, siempre me persiguen los récords. Todo fue bien, gracias a los médicos y a mi buena suerte, y ya estoy en casa. Que ni chiquita fiesta me hizo Mini al llegar; en la UCI, agosto no parece agosto. En la UVI todos los meses son iguales. Pero sigo vivo -coleando no- para desconsuelo de mis numerosos enemigos.

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