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Frases sueltas

Los británicos sostienen que hablar de la salud propia es de mala educación. También un actor que iba a morir en la peli El puente sobre el río Kwai, dijo en la película: “Lo peor de que me maten es no poder volver a cenar en Simpsons”. Siguiendo su última voluntad fui a cenar a Simpsons un día y sí, valía la pena, la verdad. A los británicos les encantan las frases. Churchill se pasaba el día cuadrándolas. ¿O no recuerdan aquella dirigida a los pilotos de la RAF?: “Nunca tan pocos hicieron tanto por tantos”. Borges escribió que la Biblia aconseja la edad de 70 años a los hombres prudentes, pero todo el mundo sabe que la Biblia miente, porque también dijo que Matusalén vivió 969 años, lo cual es absolutamente imposible. Yo en el único Matusalén que creo es en el ron del mismo nombre, cuyo eslogan es: “Ron Matusalén; hoy, bueno; mañana, bien”. Unos años antes de hacer la mili, un espabilado que escuchaba las explicaciones de un teniente chusquero sobre cómo se montaba y desmontaba un fusil de asalto CETME, al ser examinado por el oficial, comentó: “Muy curioso, mi teniente, pero no interesa”. Se pasó un mes en el calabozo, descalzo y quitándose las bolitas que aparecen entre los dedos de los pies cuando uno no se ducha durante algunos días. En realidad, nos sustentan las frases, a las que hay que recurrir con devoción cuando a nosotros se nos ocurre más bien poco que contar. El fraile Salvador Sierra Muriel, paz descanse, superior de la Orden Franciscana de Santa Cruz, cuando invitaba a alguien a comer, decía, bajando la cabeza en plan zorro: “En la mesa de San Francisco, donde comen cuatro comen cinco”. Se mandaban unas panzadas espantosas. Mira, Sánchez, lo que sentenció Clemente XIV: “Nada hay más pequeño que un grande dominado por el orgullo”. Y eso.

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