desde la tronera: cultura popular

Las esmeraldas de Asieta (III)

El rico joyero de Nuestra Señora de Las Nieves
LAS ESMERALDAS DE ASIETA
LAS ESMERALDAS DE ASIETA
A través de los siglos, la Virgen ha ido atesorando innumerables vestidos en su ajuar de todos los colores sobre los que ensartan cuidadosamente las alhajas con las que se muestra al pueblo para su veneración. J.G.R.E.

Por JOSÉ G. RODRÍGUEZ ESCUDERO

El tesoro impresionante que conforma el suntuoso joyero de la Virgen de Las Nieves -único en el Archipiélago cuya relación sería una empresa prácticamente inacabable-, está compuesto en una gran mayoría, por los regalos de los indianos. Baste decir que, a finales del XVII llegaron a existir en América dos apoderados del santuario. Nos recuerda el mismo profesor que uno se hallaba en la ciudad peruana de Lima y otro en La Habana, nombrados en 1694 por su mayordomo con el sólo objeto de recibir los legados hechos a la Patrona de La Palma en “reales, oro, plata, perlas, joyas, prendas y otras cualesquiera alajas de los géneros referidos, ornamentos, bestidos… así en el dicho reyno del Pirud como en otras cualesquiera partes…”.

Uno de los primeros datos que conocemos acerca del joyero de la Virgen se remonta al inventario del 12 de enero de 1571, donde consta “una corona de plata que con hechura y todo pesa 24 doblas”. Más tarde, el 3 de octubre de 1574, se consigna “una corona de plata del niño jesus” y “un viril de Indias” De entre las impresionantes joyas que posee la venerada Imagen, la que posiblemente sea una de las más antiguas, es un calvario en miniatura, dentro de un cilindro de cristal engastado en oro, del que penden nueve perlas. Fue regalo del Regidor de La Palma Guillén de Lugo Casaus en 1576.

La corona de oro, esmaltes y perlas que aparece inventariada por primera vez en 1603, fue enviada desde el Nuevo Reino de Granada, en Indias, por Pedro Fuentes, un hijo de La Palma. Otras coronas de plata fueran traídas desde América por Agustín Poggio, pero fueron fundidas para la construcción del fabuloso trono festivo de plata de la Virgen. Un hilo de cuentas de oro dejado en testamento por Polonia Lorenzo en 1633. El riquísimo collar de esmeraldas con medallas esmaltadas y perlas lo posee desde 1648. El capitán portugués Manuel de la Mota le regaló el precioso rosario de perlas gruesas, a condición de que la Sagrada Imagen lo tuviera siempre encima “por la mucha devoción con que se lo había traydo y que confía traer otras cosas dándole buen viaje”. La dama Beatriz Corona y Castilla (fallecida en 1685) donó un valioso collarete de oro y esmeraldas al recuperar su deteriorada salud tras el primer parto…

La provincia andina de Mérida -actual estado de Venezuela- perteneció hasta bien entrado el siglo XVIII al virreinato de Nueva Granada, lo que hizo que su platería adquiriera un carácter muy semejante a la producida en Colombia. Llegó a ser una tierra muy rica en metales y piedras preciosas, sobre todo esmeraldas y perlas. Nueva Granada fue la primera región productora de oro de las Indias. Se calcula que su rendimiento fue de unos cien mil kilos durante el siglo XVIII. Por esto no es de extrañar que los obsequios llegados de esta zona del Nuevo Mundo tengan carácter de joyería, especialmente coronas en oro, esmaltes y esmeraldas, ofrendadas a las diversas patronas de las Islas.

En agosto de 1812, la camarera de la Virgen recibió joyas donadas por vecinas de la Isla, destaca una vecina de Breña Baja un “anillito con una esmeraldita” Otro anillito de oro con una esmeralda pequeña le fue ofrecida por una criada de las monjas catalinas de la capital palmera; una sortija de oro que donó una esclava de Pedro Vélez y Pinto, rector de la parroquia matriz de El Salvador; otro anillo con nueve esmeralditas mandó el cubano Vicente Padrón, “por mano de José Luis; y recivió el señor maiordomo en 1º de 1811”…

Son numerosas las relaciones de alhajas que constan en los libros de Inventarios y de Cuentas de Fábrica del Santuario en los que, según informa Pérez Morera, Personas de toda clase condición eran los donantes, desde indianos y regidores, mareantes y clérigos, campesinos y escribanos públicos, camareras de la Virgen y devotas anónimas, casadas y solteras, ancianas y adolescentes, jueces y reos, mecenas y mujeres tapadas que ocultaban su rostro… Así, se recibe en 1642 una poma de filigrana con tres calabacitas pendientes de quien se ignoraba su identidad “porque la dio una tapada a un clérigo que la diese”.

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