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Los flecos de la Transición

El jueves pasado puntualizábamos que la estructura institucional del Ejecutivo, el organigrama ministerial de cada Gobierno, es una muestra -y una traducción- del programa de gobierno y de los objetivos gubernamentales. Y, en ese sentido, es más fiable y más reveladora que los programas electorales, siempre sistemáticamente incumplidos. Pues bien, el nuevo Ejecutivo no ha sido una excepción. En realidad, Pedro Sánchez ha accedido al poder sin un verdadero programa, más allá de armar un confuso aglomerado de radicales de izquierda, nacionalistas e independentistas, e, incluso, gente del entorno etarra, reunidos coyunturalmente en el propósito común de desalojar de la Moncloa a Mariano Rajoy y a su partido, por ese orden. No obstante, en sus intervenciones en la moción de censura el actual presidente dibujó algunas promesas e intenciones, que ahora se dispone a incumplir sistemáticamente. Como todos practican el incumplimiento, los políticos españoles no se preocupan mucho de las incoherencias y las rectificaciones, y el repaso a las hemerotecas es un consabido pasatiempo de periodistas y tertulianos, que no reviste una mayor importancia. Para empezar, durante la moción afirmó que convocaría elecciones una vez hubiera completado unas confusas y no explicitadas tareas de regeneración de la vida política española. Ahora reconoce que quiere agotar la legislatura (salvo, se entiende, que las encuestas le adviertan de que ha concluido el ascenso de la intención de voto socialista que su acceso al poder ha propiciado). Durante la moción afirmó que negociaría un nuevo modelo de financiación autonómica. Ahora reconoce que ese modelo no se podrá abordar hasta la próxima legislatura. Durante la moción afirmó que derogaría la reforma laboral de los populares y su Ley de Seguridad Ciudadana. Ahora reconoce que solo se suprimirán o modificarán algunos de sus contenidos. Durante la moción afirmó que eliminaría el copago farmacéutico. Ahora reconoce que ese asunto únicamente será posible estudiarlo el año que viene. Y así podríamos seguir hasta el jueves próximo, incluyendo el fiasco del descuento del 75%. La explicación -coartada- es su carencia de mayoría parlamentaria, una carencia de la que ya adolecía cuando realizó tales promesas.

En ese escenario de incumplimientos, y fiel a su condición de jefe de un Gobierno pasarela o escaparate, la acción de gobierno de Pedro Sánchez se va a centrar presumiblemente en temas de fácil defensa en el contexto de una agenda populista, como el sacar del Valle de los Caídos los restos mortales de Franco; el destino del monumento; la propiedad del Pazo de Meirás; la ilegalización de la Fundación Francisco Franco; la retirada de unas medallas a un policía de la Brigada Político Social franquista, incurso en la Ley de Amnistía, y cosas así.

Se trata de temas y asuntos que quedaron pendientes en la Transición, y que ni el Partido Socialista de Felipe González, ni los Partidos Populares de Aznar ni de Rajoy supieron abordar y mucho menos resolver. Es de desear que ahora se imponga la cordura, y que, en todo caso, se aborden y se intenten cerrar desde un consenso o acuerdo parlamentario que excluya el populismo y la demagogia.

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