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La voladura de la Transición

El vídeo de la presentación en el Congreso de los actos conmemorativos del cuarenta aniversario de la Constitución responde a los fundamentos de la Transición. Dos ancianos que hace ochenta años se enfrentaron en la batalla del Ebro comparten vivencias, charlando amigablemente en un plano de igualdad. Porque es radicalmente falso que en la guerra civil una República democrática y de Derecho se enfrentara a un golpe de Estado fascista: ninguno de los dos bandos era democrático. Las elecciones de febrero de 1936, la credibilidad de cuyos resultados no está exenta de un fundamentado cuestionamiento historiográfico, alumbraron un Gobierno del Frente Popular, con un PSOE revolucionario y marxista controlado por un estalinista Partido Comunista, que, a partir del asesinato de Calvo Sotelo, instauró un régimen de terror y de sistemática eliminación física de sus oponentes políticos, sin contar con los incendios de iglesias y conventos, los asesinatos -y violaciones- de curas y monjas, y demás tropelías imaginables. Cualquier legitimidad de origen que tuviera ese Gobierno se perdió ante una escandalosamente nula legitimidad de ejercicio, indefendible desde unos mínimos criterios democráticos.

Con un Ejército controlado por los comisarios políticos y dividido entre milicias comunistas y anarquistas que se asesinaban mutuamente, la República no luchaba por un Estado de Derecho, sino por un Estado soviético, mientras los franquistas instauraban un régimen totalitario cuya seña de identidad era el anticomunismo, pero también la no beligerancia -después la neutralidad- frente a las potencias occidentales. Pablo Iglesias ha criticado el vídeo afirmando que es como si hablaran un judío y un antiguo SS, pero es una crítica mentirosa y manipuladora. Con independencia de que entre ellos hubiera comunistas o los comunistas participaran, los enemigos de los nazis defendían la democracia de la República de Weimar; los que se enfrentaban a Mussolini, la democracia italiana, igual que la Resistencia francesa intentaba restaurar la democracia de la Tercera República. No hay comparación posible con la situación española.

Después, la dictadura franquista evolucionó hacia un régimen autoritario, evolución que se aceleró con el desarrollo económico y la eclosión de las clases medias. Esa evolución originó, por una parte, Gobiernos franquistas de tipo tecnocrático y, por otra, al reconocimiento internacional del régimen: la admisión en la ONU, los tratados con Estados Unidos, la visita de Eisenhower, que legitima a Franco, y todo lo demás.

El franquismo no fue derribado, sino que aceptó su autodisolución como final de la evolución descrita. Al mismo tiempo, los comunistas y socialistas, no sin tensiones, abandonaron la perspectiva revolucionaria y aceptaron la democracia, la Monarquía y la bandera. Y la confluencia de ambas evoluciones permitieron a Manuel Fraga y a Santiago Carrillo, con toda su gente y también con vascos y catalanes, reconocer tácitamente que los dos bandos habían violado gravemente los derechos humanos y alcanzar el borrón y cuenta nueva de la Ley de Amnistía y la Constitución. Es decir, todo lo que ahora Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y los catalanes están irresponsablemente poniendo en peligro. Porque, si consuman la voladura de la Transición y la hacen fracasar cuarenta años más tarde, nos harán pagar a todos un inimaginable alto precio como pueblo y como país.

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