mundial femenino de baloncesto tenerife 2018

Liz Cambage, máxima anotadora del torneo y defensora de los derechos civiles

La mayor realizadora del Mundial, con 25,8 tantos por encuentro, ha protagonizado un duro enfrentamiento público con su compatriota Andrew Bogut, exjugador de la NBA, por cuestiones raciales
La interior australiana es, indiscutiblemente, una de las sensaciones del Mundial| FIBA
La interior australiana es, indiscutiblemente, una de las sensaciones del Mundial| FIBA
La interior australiana es, indiscutiblemente, una de las sensaciones del Mundial| FIBA

25,8 puntos por partido hacen de la australiana Liz Cambage la máxima anotadora y gran estrella de la Copa del Mundo. Su físico, con 2,03 metros y 98 kilos de pura potencia, llama poderosamente la atención, y su juego dentro de la pista la hace parecer imparable, pero detrás de ello hay una historia, la de la niña que fue objeto de burlas, que se avergonzó de su color de piel para, posteriormente, enfrentarse públicamente con una estrella de la NBA por defender los derechos de las personas negras.

Nacida en Londres, la separación de sus padres la llevó a Australia con solo tres meses. De allí era su madre, que desde muy pronto quiso que Liz jugara a baloncesto para poder “tener amigos” como la propia jugadora ha reconocido. La pequeña, con diez años, ya medía 1,80 metros, lo que despertaba las burlas de su compañeros de colegio. En una entrevista concedida al Daily Telegraph de su país, reconoció que con 15 años vivió una experiencia que la marcaría: “Descubrí un blog en el que se burlaban de mi manera de jugar y de mi tamaño. Fue horrible. Yo quería ser más blanca. Llegué a usar lentillas azules.  No sabía pasar, tampoco ahora… Fue muy duro”.

Pero aquello cambiaría. Cambage se convertiría muy pronto en una de las grandes jugadoras de la liga australiana llegándole la oportunidad de jugar en la WNBA, en 2011, con Tulsa Shock. La experiencia fue mala, como ella misma reconocería a la prensa. “Ellos quieren que sea su jugadora franquicia, pero yo lo que necesito es crecer, aprender más del juego”, admitió sin tapujos antes de dar un nuevo giro a su vida. Tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde hizo un mate frente a Rusia en la fase de grupos que la hizo conocida para el gran público, justo a punto de regresar a los Estados Unidos decidió marcharse a la liga china.  Las Zhejiang Chouzhou le firmaron un contrato de 400.000 dólares por temporada, encadenando así cinco años en las que la australiana estuvo enrolada en clubes chinos y de su país. Este mismo año llegaría algo impensable, su retorno a la WNBA, esta vez de la mano de las Dallas Wings.

Enfrentamiento

El pasado mes de julio seguiría haciendo historia, tras convertirse en la jugadora de la NBA que logra la mayor anotación en un partido. Fue ante las New York Liberty, llegando a los 53 tantos, lo que hizo que en nuestro país se la conociera como la “Wilt Chamberlain” de la liga femenina. La fama no cambió un ápice su manera de ver la vida. “Hoy he conocido que un árbitro de la NBA gana más que una jugadora de la WNBA y que el peor jugador de la NBA gana más que todo un equipo de la WNBA”, denunció en su cuenta personal de Twitter.

Pero uno de los aspectos que mejor definen el carácter de Liz Cambage lo encontramos con el enfrentamiento con su compatriota Andrew Bogut, jugador de la NBA. Liz acudió a una concentración de Blacks Lives Matter, un colectivo que denuncia la violencia policial contra gente de raza negra después de haber dicho públicamente que “a los negros en Australia se les trata como a basura”, lo que obtuvo la desafortunada respuesta de Bogut, poniendo en duda esos supuestos abusos. Las redes sociales fueron escenario de una batalla en la que la jugadora nunca eludió la confrontación con Bogut, pese a que este se disculpó, llegando a indicar que él “rehuía” un encuentro con una jugadora única dentro de la pista, donde ha mostrado un dominio brutal de la zona, como fuera, haciendo siempre lo que le dicta el corazón. Cuando algunos patrocinadores retiraron sus aportaciones por su forma de ser sentenció: “He aprendido que lo que defiendo es más importante que lo que las marcas quieren que sea”. Y así ha seguido, indómita.

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