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Laura

Con motivo del reciente primer aniversario del triste hallazgo del cadáver de Diana Quer, el jueves pasado señalamos la escasa justificación del triunfalismo de la Guardia Civil en este caso y, en general, en la inmensa mayoría de los cientos de casos de desapariciones, homicidios, asesinatos y violaciones en toda España, algunos en Canarias. Cientos de casos que yacen en el olvido sin que la Guardia Civil haya podido aportar la menor información sobre ellos. Pues bien, en la violación y asesinato de Laura Luelmo se han vuelto a repetir un injustificado triunfalismo y unos errores del instituto armado, triunfalismo y errores en los que el Ministerio del Interior debería intervenir.

Una cuestión clave en este caso execrable es el día y la hora de la muerte. Y los resultados preliminares de la autopsia señalan inequívocamente que Laura no murió el día de su desaparición, sino dos o tres días más tarde. Un lapso temporal que nos conduce a un atroz escenario en el que estuvo prisionera en la casa de su presunto violador y asesino sometida a sevicias insoportables, a escasos metros de la vivienda que había alquilado y de los guardias civiles que pululaban constantemente por allí. Prisionera pero con vida, una vida que un simple registro hubiera salvado.

La responsabilidad de no haber ordenado ese registro salvador es tan grave y de tal naturaleza que, para eludirla, la Guardia Civil, contra toda evidencia científica y sin pruebas, sostuvo, en la inevitable rueda de prensa, que la autopsia no estaba totalmente finalizada, que no había datos concluyentes sino previos, y que Laura murió el mismo día de su desaparición. Justificó el buen estado del cadáver después de dos días en la climatología de la zona en la que se encontró, pero esa circunstancia ya había sido valorada por los forenses.

Según la Guardia Civil, el día que Laura desapareció el culpable confeso la golpeó contra el suelo de la casa de él, en donde ella no pasó la noche. Allí se encontraron restos de sangre de los dos, así como parte de la compra que Laura había hecho en el supermercado antes de desaparecer. Siempre según la Guardia Civil, después del golpe él la introdujo en su coche y la llevó al campo, en donde la agredió sexualmente. Ella se defendió, porque dos días después -no ese día, destacamos nosotros- él acudió a un Centro de Salud con una contusión en las costillas. La Guardia Civil concluye gratuitamente que ella no estaba consciente cuando murió “por la posición que tenía el cadáver”.

El culpable confeso era un “sospechoso con mayúsculas” en el momento en el que lo que se investigaba era la desaparición de la joven, aunque no había indicios con “carga probatoria” contra él. Habría sido posible hacer un registro voluntario, pero tenían que “valorar bien” lo que hacían. “¿Y si la tenía en otro sitio, el que pusiéramos el foco sobre él podría haberla puesto en peligro?”, se preguntaba el teniente coronel de la Unidad Central Operativa (UCO) Jesús García. Será mejor no insistir en lo que suscitan y lo que merecen tales supuestas preguntas y explicaciones.

Por cierto, el cadáver no fue encontrado por la Guardia Civil, sino por uno de los voluntarios que lo buscaban, un voluntario sin formación específica. La Guardia Civil lo justificó en que el cuerpo estaba muy oculto. Mejor no seguir.

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