música

Pancho Varona: “Sabina me ha enseñado a vivir”

El viernes (21.00 horas) Varona, junto a Mara Barros y Antonio García de Diego, visitará el Teatro Leal de La Laguna para regalarnos una de sus Noches Sabineras, en las que el público puede convertirse por un rato, con bombín incluido, en Sabina.
Pancho Varona

Escuchar a Joaquín Sabina es, irremediablemente, escuchar la guitarra y la voz de Pancho Varona. Es su fiel escudero desde hace 37 años en los escenarios de toda España y Latinoamérica, y también coautor de algunas de las canciones más emblemáticas del cantautor ubetense. El próximo viernes (21.00 horas), Varona, junto a Mara Barros y Antonio García de Diego, visitará el Teatro Leal de La Laguna para regalarnos una de sus Noches Sabineras, en las que el público puede convertirse por un rato, con bombín incluido, en Sabina.

-Regresan las Noches Sabineras a las Islas. ¿Tenía ganas de volver a Canarias?

“¡Sí, qué felicidad! Muchísimas, no te imaginas cuántas porque nosotros siempre hemos estado ligadísimos a las Canarias de una forma o de otra. Recuerdo que cuando empezamos Joaquín y yo, en los años 80, siempre que teníamos un hueco para componer nos escapábamos a las Islas. Hemos estado juntos en Lanzarote, Gran Canaria, Tenerife, El Hierro. Es una zona geográfica a la que tenemos un amor infinito porque de allí han salido muchas canciones: Y nos dieron las diez se hizo en Lanzarote; en Las Palmas de Gran Canaria hicimos Eva tomando el sol, Besos en la frente, Cuando aprieta el frío; en El Hierro se hizo Hotel, dulce hotel, Pacto entre caballeros y Cuernos. No sabes la de canciones que nos han salido en las Islas. Así que les tenemos un amor encendido. Y además, últimamente ha habido varios problemas de cancelaciones que nos han dolido muchísimo y estamos deseando resarcirnos”.

-Las Noches Sabineras comenzaron de casualidad.

“Empezamos como una broma casi. Una noche antes de un concierto en Barcelona nos juntamos la banda para tocar en un bar sin Joaquín canciones del repertorio y las cantamos nosotros. Y lo que empezó como una broma, pues ya lleva años viajando a otros países y tenemos una gira consistente desde hace más de 10 por toda España y Latinoamérica. Parece mentira (risas)”.

-Una de las cosas que enganchan al público es tener la oportunidad de poder subirse al escenario, ponerse el bombín y cantar.

“Esa es la guinda del pastel. A la gente le gusta sentirse Sabina por un rato y cantar con la banda un ratito. Le hace mucha ilusión compartir escenario con Antonio, con Mara y conmigo. Les ponemos el bombín y son felices. Y además, como no pedimos gente que cante bien, sino que se atreva, pues suben encantados y sin complejos. Y ahí pasa de todo. Hay algunos que cantan bien, otros que cantan mal y algunos que ni cantan de los nervios. Es muy divertido”

-¿Alguna vez les han pedido una canción que en ese momento les cogiera con el pie cambiado, que no llevaran preparada?

“No suele pasar porque nosotros presentamos una lista grande, con 50 canciones, y la gente elige una de esas. Pero sí hay veces que nos han pedido alguna que no estaba en la lista y hemos intentado hacerla. Incluso alguna vez nos han pedido una canción que no era ni de Joaquín (risas). Nos han pedido el Despacito o algo así (risas). Pero solemos estar preparados para todo porque, como llevamos con Joaquín muchos años, nos las sabemos prácticamente todas”.

-Usted es coautor de más de 100 canciones, lleva con Sabina prácticamente 37 años. ¿Hay algún tema al que en algún momento le cogiera manía de tanto tocarlo y cantarlo?

“No, no estamos cansados de tocar ninguna. Todas son nuestras hijas y las queremos mucho a todas. Siempre decimos que la gente suele pedir las mismas canciones y a veces nos gustaría que fueran un poco más arriesgados y pidieran alguna diferente. Pero bueno, es verdad que piden las más conocidas. A mí me encanta tocar Por el Bulevar de los sueños rotos 2.000 veces o Y nos dieron las diez 3.000 veces. Lo hacemos encantados. Pero sí es verdad que me gustaría que la gente arriesgara un poquito más y pidiera Nube negra o alguna que nos saque un poquito de esa rutina y digamos: “¡Uy! Mira este qué atrevido”. Pero no nos cansamos de cantar las canciones de toda la vida porque es nuestro trabajo y tenemos un trabajo maravilloso. Quejarnos sería muy miserable”.

-Las Noches Sabineras comenzaron de casualidad y usted también comenzó a tocar con Joaquín de casualidad por una locura en el local madrileño La Mandrágora.

“Sí, en La Mandrágora, efectivamente. Joaquín lanzó una pregunta al aire y yo contesté que sí. Comentó que le hacía falta un guitarrista eléctrico para una presentación importante que tenía que hacer en Madrid y yo levanté la mano y dije: “Yo me sé todas tus canciones”, e inmediatamente me contestó: “Estás contratado”. ¡Sin haber oído nada! Él fue muy valiente, pero yo también”.

-¿Pero en esa época se conocían?

“De hola y adiós, nada más. Y de que alguna vez me había pedido tabaco, porque Joaquín no ha comprado tabaco en su vida, siempre ha sido un gorrón, ¿sabes? (risas). Pero sí nos saludábamos porque yo iba todos los días a ese bar. Era muy fan de Krahe y Sabina, y siempre iba a verles. Y entonces un día hizo aquella pregunta, yo me lancé y desde ese momento somos inseparables. Eso fue en enero o febrero del 82, creo”.

-Sabina ha dicho que usted es su andamio.

“Sí (risas). Es la cosa más bonita y más fea que me han llamado en mi vida. A mí me encanta ser el andamio de Joaquín porque eso quiere decir que sustento su vida, su carrera, su mano derecha, su mano izquierda, sustento muchas cosas. Un andamio ayuda a trabajar, a caminar. Me gusta mucho. Lo que pasa es que me hace mucha gracia porque es un piropo un poco feo, pero al mismo tiempo muy bonito. Si a ti te dicen “Eres un andamio”, pues no sabes cómo quedarte, pero a mí me encanta que me lo diga y que considere eso de mí, porque la verdad es que me siento muy orgulloso. Es como la red de un trapecista. Puede que sea la red de Joaquín también. Me gusta mucho ser eso para él”.

-¿Y qué es Sabina para usted?

“Yo he aprendido todo con él. Ese hombre me enseñó a componer, a viajar, a tocar, a leer, a escribir, a paladear la música, a disfrutar, a amar los países que visito, a conocer la política de cada país que visito. Me ha enseñado la literatura universal. Joaquín ha sido un maestro para mí. Ni él sabe todo lo que me ha enseñado, porque yo cuando le conocí era un niñato que aspiraba a meterse en algún ministerio con un poco de suerte y ahora, de repente, me encuentro hablando contigo de un viaje que voy a hacer a Canarias y pienso: “Qué maravilla, ¿no?”. Gracias a este hombre está todo lo que he aprendido y lo que estoy disfrutando de la vida. A mí Joaquín me ha enseñado a vivir, en definitiva. Me ha enseñado absolutamente todo. Porque incluso cuando llegué a su vida era un mal guitarrista. Y no es que haya mejorado mucho, pero Joaquín me ha enseñado que sabiendo pegar la guitarra un poquito podía hacer muchas canciones con lo poco que sabía. Él podría haber contratado a un guitarrista mucho mejor que yo aquel día del año 82, pero en cambio me eligió a mí por algo. En aquella época no sabía ni tocar, ni conducir ni componer ni nada, y él me enseñó todo. No me queda más remedio que quererle, aunque a veces me den ganas de matarle (risas). Así son los mejores amores”.

-En una entrevista dijo que en Latinoamérica casi que no pueden salir a la calle porque los adoran y enseguida les abordan seguidores para hablar con ustedes. Sin embargo, parece que en España renegamos un poco de nuestros propios artistas. No parece que mostremos la misma adoración. ¿Por qué cree que ocurre?

“Bueno, Joaquín es una persona muy querida en todos los países que ha visitado y en España también, por supuesto. Pero yo creo que la diferencia es que aquí cualquier persona lleva 30 años acostumbrada a que puede ver a Joaquín un año de gira en Madrid, Cuenca, Albacete, Barcelona, Valencia… Sin embargo, nosotros hacemos un viaje a México cada dos años y solo estamos uno o dos días, y luego vamos a Buenos Aires… En España la gente nos puede ver constantemente caminando por la calle, paseando y tocando en cualquier ciudad. Es más fácil vernos aquí que en Ecuador. Entonces allí tienen mucha más necesidad y pasión por Joaquín que aquí, porque para ellos es un acontecimiento nacional que Joaquín visite su país. En España hay giras de hasta 50 conciertos, sin embargo, en Quito solo tocamos un día. Yo creo que puede ser algo parecido a esto lo que hace que en un país se adora más a una persona que en otro. Pero Joaquín es una persona queridísima por la izquierda, por la derecha, por el Atleti, por el Madrid y por todo el mundo”.

-En estos más de 30 años que lleva encima de los escenarios habrá vivido muchos cambios en la industria musical.

“La industria antes tenía un punto de romanticismo. Las compañías de discos mandaban a un artista como Joaquín a un estudio de grabación y nos pegábamos tres meses encerrados allí haciendo un disco maravilloso, artesanal, despacito, poco a poco, canción a canción, guitarra a guitarra, letra a letra, verso a verso, e incluso no existían ni los CD al principio. Eran vinilos. Y ahora de repente se ha convertido todo en que cualquiera en la habitación de su casa puede hacerse un disco. Eso está muy bien y está muy mal. Está muy bien porque da la oportunidad de que cualquier persona componga una canción y al minuto siguiente la puedan conocer en Nueva Zelanda. Eso es maravilloso. Pero también hay mucha más cantidad de cosas que salen al mundo y hay mucho más chapapote, que no interesa a nadie. Esa democratización de la música tiene un punto muy bueno y otro muy malo. Yo me quedo un poco con el romanticismo de la época antigua, de cómo hacíamos los discos antes personalmente, pero, en cambio, esa democratización, que te puedan escuchar en Japón dentro de un minuto, me parece increíble”.

-¿Queda mucho para que Joaquín y usted vuelvan a subirse juntos otra vez a un escenario?

“Pues mira, lo primero que tenemos pendiente Joaquín, Antonio y yo, que nos ha avisado para ir con él, es el pregón de los Carnavales de Cádiz, me parece. Eso puede que sea el primer escenario en el que nos subamos con Joaquín en 2019. Pero yo sé que luego hay proyectos, no sé de qué envergadura, que pueden hacer que volvamos a subirnos, pero todavía no puedo decirte nada, porque no son cosas firmadas, ni confirmadas, así que mejor no meter la pata. Pero sí, Joaquín tiene planes de hacer cosas. Eso te lo garantizo. También de componer para grabar. Puede ser un buen año este 2019. Puede ser un buen año sabinero”.

TE PUEDE INTERESAR