arqueología

Los grabados rupestres, una cartografía en piedra de los benahoaritas

La investigadora alemana Bárbara Kupka interpreta estos símbolos como mapas realizados por la población aborigen

Los grabados rupestres son uno de los elementos más sugerentes de la cultura aborigen y  fuente de las más diversas interpretaciones, desde aquella inicial percepción como “puros garabatos”, por José de Viera y Clavijo, o “símbolos de vida y fertilidad”, como los ha calificado el arqueólogo palmero Jorge Pais, en el trabajo sobre los petroglifos de la antigua Beneahore, con el que ha ganado la última edición del Premio José Pérez Vidal.

Esta semana se está presentando en distintos puntos de la Isla Bonita un libro de la investigadora alemana Bárbara Kupka, que interpreta los grabados rupestres como mapas de la zona donde se enclavan. De ahí el título del trabajo, La Palma fue también la isla de los cartógrafos, publicado por la editorial Cartas Diferentes, en su colección Cuadernos de Belmaco.

El análisis de Kupka se centra principalmente en dos de las más conocidas estaciones de grabados de La Palma, como son la del Lomo de La Fajana, en El Paso, y el Caboco de Belmaco, interpretando estos signos como una cartografía rupestre, realizada por la población aborigen para definir y dar a conocer el espacio donde habitaban.

La autora ha recorrido palmo a palmo estos lugares, tratando de identificar los accidentes de la geografía, que quedarían recogidos en estos presuntos mapas de la antigüedad que han traspasado el tiempo grabados en la roca, bajo diferentes símbolos.

Así, en lo que se refiere al yacimiento del Lomo de La Fajana, podría simbolizar “elementos importantes del paisaje en la época indígena, por lo que de hecho podría tratarse de un mapa rupestre de la región”, sostiene la autora.

La finalidad de esta cartografía grabada en piedra sería, según Kupka, la de “representar el cantón de Aridane y regiones vecinas aliadas o enemigas, pues tanto en tiempo de paz como de contiendas bélicas, así como por muchas otras razones, es importante saber orientarse en el terreno y poder reunirse en un lugar determinado”.

En lo que se refiere a los grabados de Belmaco, en Mazo, defiende que “también parecen representar más bien un gran mapa rupestre de la región”. En este sentido, propone que “si la gran cueva interior del Caboco de Belmaco constituía un lugar de reunión de la comunidad de este cantón en determinadas ocasiones, tendría sentido que existiera un mapa precisamente en este lugar, pues en la parte del cantón de Tigalate más árida y más cercana a la costa, la situación de los alejados puntos de agua sería con seguridad de suma importancia”.

La autora, que ha trabajado veinte años en la investigación de los grabados de La Palma, destaca que esta interpretación de los grabados como planos no sería exclusiva del pasado de La Palma, sino que también  existen referencias tanto en la cultura megalítica de Francia, en Italia y, por supuesto, en el norte de África.

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