el charco hondo

Al sur del Orche

Según algunos antropólogos (Daniel Pinelo, entre otros), a mayor edad, mayor cota de altura sobre el nivel del mar en las calles de Santa Cruz durante los carnavales

Según algunos antropólogos (Daniel Pinelo, entre otros), a mayor edad, mayor cota de altura sobre el nivel del mar en las calles de Santa Cruz durante los carnavales. Alguno, como el propio Pinelo, ha llegado a escribir que una vez fue a Méndez Núñez para conocer qué le tiene preparado el futuro. Como bien resumió en este periódico Orlando, el dueño del Orche, el futuro consiste en venirse arriba cuando te ponen alguna de Camilo Sesto, vivir así es morir de amor, por amor tengo el alma herida, Nino Bravo, al partir, un beso y una flor, un te quiero, una caricia y un adiós, Juan Luis Guerra, y me inyectaron suero de colores, y me sacaron la radiografía, Roberto Antonio, marejada, marejada, o Celia Cruz, no hay que llorar, que la vida es un carnaval, y las penas se van cantando. En definitiva, el futuro es eso que llega así, de esa manera, uno no se da ni cuenta, no tiene horario, ni fecha en el calendario. Volviendo a los antropólogos del carnaval, cabría contarles (para que mejoren sus tesis doctorales) cómo fue que los de mi generación acampáramos en el Orche. Hemos visto cosas en carnavales que ellos, los que nacieron después del teléfono góndola, nunca verán. Quienes para quedar teníamos que hacer catorce llamadas por un fijo, nos hemos tirado treinta años para ir de los quioscos de estudiantes -en la Plaza de España- al triángulo de las Bermudas -ese espacio paranormal donde muchos desaparecían en el transcurso de la noche sin explicación alguna, ni fundamento-. Treinta años subiendo. Tres décadas montando, y desmontando, los campamentos base. Toda una vida recorriendo las tierras bajas -por los paragüitas-, medias -en San José- y altas -dejando atrás El Águila hasta alcanzar Robayna-. Perdimos a muchos que, acabados, quedaron en el camino por la edad o las buenas compañías, que si de carnaval hablamos son las peores. No diremos que fuimos o somos los mejores, pero solo los más noveleros hemos logrado coronar el Orche. Perdimos a quienes empezaron a quedarse en casa. Los enterramos, sí, pero en el sofá. Reconocemos que los despedimos sin honores, sin mirar atrás siquiera, como cuando los porteadores se despeñaban en las películas de Tarzán. Según algunos antropólogos, a mayor edad, mayor cota de altura. Al sur del Orche se podrá ver, a partir de esta noche, a quienes nos hemos pegado treinta años para llegar a Robayna. Hemos tardado, y entendemos que llame la atención tanta lentitud, pero es que hemos tenido que cargar con el disfraz, con el vaso, con la maraca y con Nino Bravo, Camilo Sesto, Juan Luis Guerra, Celia Cruz y Roberto Antonio.

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