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Feminismos

La izquierda española ha secuestrado el feminismo y se ha apropiado del movimiento feminista. Paradójicamente, además, asume un feminismo esquemático y elemental, que se reduce a propugnar la igualdad efectiva de las mujeres en todos los ámbitos. Para defender tal cosa no hace falta ser feminista, basta con ser demócrata. Como todas las Constituciones de todos los Estados de Derecho, el artículo 14 de la Constitución española consagra la igualdad de todos los ciudadanos sin distinción de sexo; y se trataría, simplemente, de continuar implementando su aplicación real y efectiva en asuntos tales como la conciliación de la vida familiar con la laboral; la maternidad y el trabajo; la brecha salarial y otros similares. Para eso, como para condenar sin matices la llamada violencia de género, basta con ser demócrata. Porque el feminismo trasciende esa idea de la mera igualdad, que ningún demócrata niega, y se traduce en un vasto movimiento intelectual, que ha producido una conceptualización muy diversa y prolija. En otras palabras, coexisten distintas aproximaciones intelectuales al feminismo, que han alumbrado distintos -y distantes- feminismos. Hay un feminismo de la igualdad y otro de la diferencia; uno inclusivo y otro no inclusivo; un feminismo marxista y uno anarquista. Y así podríamos seguir citando análisis, estudios y propuestas doctrinales de muchas autoras -y autores-. Ninguno de los cuales, por supuesto, es preciso adoptar para ser demócrata.

El secuestro del feminismo por la izquierda, que se ha intensificado este año debido a las urgencias electorales y ha llevado al Gobierno a colocar a sus ministras al frente de la manifestación de Madrid, ha quedado consagrado en el manifiesto sectario leído al final de la misma. ¿Cómo se puede atacar virulentamente a la derecha y afirmar que no defiende la igualdad de las mujeres, y después denunciar que el Partido Popular no asistiera ni se sintiera representado? Y, al mismo tiempo, ¿cómo se puede insultar y atacar verbalmente a Ciudadanos y a sus mujeres, que, pese a todo, decidieron asistir? Con un lenguaje propio del marxismo leninismo, el manifiesto identifica a la economía de mercado y al liberalismo como enemigos de las mujeres. Olvidan sus redactoras que las democracias actuales son productos históricos de las revoluciones liberales y del liberalismo; que todos los Estados de Derecho poseen economías de mercado, y que no hay ni un solo caso de una democracia que se sustente en otro sistema económico que no sea lo que ellas llaman capitalismo.

En la antigua Unión Soviética y en todos los Estados comunistas de entonces y de ahora, en China, Vietnam y Corea del Norte, en Cuba y en la Venezuela chavista, la mujer tuvo -y tiene- un papel social y político más que subordinado al varón. En el mundo musulmán, en África y Asia se practica la ablación, existe la poligamia, el matrimonio forzoso de niñas y otras prácticas aberrantes. En Irán y Afganistán las mujeres deben salir a la calle amortajadas en chadores y burkas.

En Rusia se ha suprimido recientemente la calificación de la violencia doméstica como delito. Y así podríamos seguir ilustrando a las sectarias redactoras del manifiesto feminista. En cuanto a los derechos de las mujeres, las democracias liberales occidentales son un afortunado oasis minoritario en un desierto de opresión y desigualdad. Y lo menos que debe hacer el feminismo es valorar y defender ese oasis.

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