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Mujer y política

El secuestro del feminismo por la izquierda española perjudica gravemente a las propias mujeres, y atenta contra los fundamentos políticos de la democracia. Millones de ellas son simpatizantes, votantes o militantes de fuerzas políticas como Ciudadanos y el Partido Popular, que se vieron atacados e insultados en las manifestaciones del pasado 8 de marzo. Es decir, las feministas de izquierda, en un alarde de incoherencia y sectarismo, atacaron e insultaron a las mujeres que no piensan como ellas. No parece un comportamiento muy feminista. Pues bien, ante un Manifiesto partidista, sectario e inasumible, los populares renunciaron a participar y organizaron actos propios, mientras las mujeres de Ciudadanos tuvieron que soportar el sectarismo y la intransigencia de la extrema politización de su día por otras mujeres.

Igual que los varones, las mujeres no participan en política como un grupo homogéneo y cerrado, y se alinean en todas las opciones y partidos. Reducirlas a un grupo uniforme y gregario de pensamiento único, como hace la izquierda, cuestiona su libertad intelectual y su capacidad de análisis, y, en cuanto seres humanos, las cosifica y las degrada. Sin contar con que, al igual que los varones, las mujeres tienen -y defienden- intereses diferentes y contrapuestos. Tampoco existe una forma específica femenina de hacer política. Por ejemplo, hemos oído a feministas radicales afirmar con total seriedad que las mujeres son pacifistas por naturaleza, y las guerras se deben a la agresividad de los varones, lo cual, aparte de una estupidez, es una falacia que la experiencia cotidiana desmiente. Curiosamente, la inmensa mayoría de las mujeres que han sido -o son- dirigentes y líderes políticos, lo han sido -o lo son- desde posiciones no específicamente pacifistas y de orientación conservadora. Y ahí están, para corroborarlo, los nombres de Margaret Thatcher, Angela Merkel o Theresa May. Golda Meir, la primera ministra israelí, era laborista, pero, dada la dureza de su política, en sus tiempos circulaba en Israel un chiste que hoy sería políticamente muy incorrecto, y que decía que Meir era el único hombre que había en su Gobierno.

Es inaudito que verdades tan evidentes que la realidad nos confirma todos los días tengan que ser defendidas y argumentadas. Y que su secuestro por la izquierda tenga que ser contestado por las propias mujeres. Eso es lo que hacen desde hace tiempo autoras como la profesora Edurne Uriarte, cuyo último libro tiene un título que no necesita comentario: Feminista y de derechas. Es una más de las autoras que defienden realmente la igualdad y los derechos de las mujeres combatiendo las falacias del feminismo sectario y excluyente.

En el debate sobre la igualdad real y efectiva de las mujeres está siempre presente el asunto de las cuotas, de lo que se ha venido en llamar la discriminación positiva, el favorecer a la mujer frente al varón en cada circunstancia concreta por el hecho de ser mujer. Significa contradecir frontalmente el artículo 14 de la Constitución y los principios constitucionales de capacidad y mérito. Y aunque las cuotas se pudieran presentar como excepcional y coyunturalmente necesarias para implementar la igualdad real y efectiva, lo cierto es que también cosifican a la mujer en cuanto reducen su mérito al hecho de serlo. La asimetría judicial en la violencia de género es un debate diferente.

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