la palma

El Mudo, un barrio silenciado y abandonado

Las quejas y reivindicaciones de los vecinos no lograron ganar la batalla y tener una vía transitable que evitara el ostracismo al que fue relegado este bello lugar
El Mudo. DA
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El Mudo, el barrio garafiano que se alza como un balcón sobre el Atlántico en el norte de La Palma, ha quedado silenciado. Dice el alcalde desde el Ayuntamiento norteño que El Mudo “dejó de ser un barrio” cuando se fueron los últimos vecinos para quedar unido a El Palmar. De eso no quieren ni oir hablar los hombres y mujeres que abandonaron sus casas y terrenos, hoy conquistados por la maleza y muchas de ellas derruidas por la falta de mantenimiento. Para ellos siempre será el lugar donde nacieron y crecieron, donde vieron envejecer a sus abuelos y a sus padres y a donde no pueden acceder por carretera, si no es con vehículos todoterreno.

Los responsables del silencio de El Mudo no son solo los efectos de la globalización y las distancias, sino la falta de respuestas y de servicios accesibles para personas mayores temerosas de verse asaltadas en medio de la noche y sin recursos para llegar al pueblo por su propio pie, por problemas de salud.

La lucha que un grupo de vecinos de El Mudo iniciaron más de 20 años atrás para lograr que una sencilla carretera, un proyecto de asfaltado que llegó a pasar por la mesa de varios consejeros y presidentes de Cabildo y de titulares del Gobierno de Canarias, no llegó a fraguar. “Votos -decían- no sumamos suficientes”. El tiempo les ha dado la razón. El Mudo, que ostentaba el único y vergonzante puesto en el ranking de barrio sin acceso por carretera de toda La Palma, se ha convertido también en el primer barrio vaciado de La Palma, la Isla Bonita que desde las administraciones públicas no han podido o sabido dar respuesta a los pocos vecinos de un barrio donde ya solo figura una persona empadronada.

El Mudo fue otro lugar en otro tiempo. Gumersindo Hernández, que nació en El Mudo el 16 de junio de 1944 y que entre los años 2010 y 2013 fue una de las voces que se alzaron en varios despachos para reivindicar la carretera que permitiera llegar al barrio, recuerda los más de 40 niños, llegados desde otros barrios garafianos, que se sentaban un día tras otro en la escuela en la que enseñaba don Florencio, un maestro de Fuencaliente que “alfabetizó a todos los vecinos, no solo a los niños y niñas, sino a padres y madres, a los abuelos; todo el mundo aprendió a leer y a escribir con él”. El Mudo tiene los ecos de don Florencio, de los vecinos del barrio que se escondían a la hora de la clase porque los de Santo Domingo bajaban a jugar a la baraja “de forma clandestina” y querían saltarse la clase.

Gumersindo, que hasta que se jubiló fue maestro como don Florencio, mira al futuro con 74 años y cree que El Mudo, donde la maleza avanza imparable colándose por puertas y ventanas de la escuela y de la casas, cree que algún día podría ser un lugar donde vuelva a haber vida, donde se aproveche el paisaje y se recuperen las antiguas viviendas. La Villa norteña de Garafía es, con El Mudo, el ejemplo de La Palma rural vaciada, es la segunda localidad palmera en superficie y la más despoblada, a la espera siempre del cierre del anillo insular, del avance de los proyectos en los despachos de los políticos en La Palma, en Canarias y en Madrid, con unas carreteras en precario y con una tasa de población envejecida que mantiene la esperanza de que este bello territorio, con un 70% de su espacio protegido, termine constituyendo la prioridad para algún alto cargo en las administraciones públicas que decida que Garafía también merece la pena y la llegada de inversión.

El Mudo. DA
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