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Francisco Rodríguez, un ‘luthier’ de prestigio que llegó al timple “gracias” a la crisis

El luthier palmero Francisco Rodríguez ha construido con sus manos cientos de timples, algunos para los más afamados timplistas, como Germán López o Benito Cabrera


Ha construido con sus manos cientos de timples, algunos para los más afamados timplistas, como el gran Germán López o Benito Cabrera, y lo ha hecho tras ganar a pulso un prestigio que se encuentra en su momento más álgido. Todo de forma autodidacta y en virtud de su personalidad dinámica y voluntariosa, optimista y persistente. Francisco Rodríguez es, a sus 46 años, ese emprendedor que en los años más duros de la crisis, y con una carpintería de aluminio y madera, apostó por hacer algo a lo que pocos en una situación económica complicada se hubieran atrevido: seguir el instinto, dar respuesta a sus deseos y convertirse en lutier, un artesano de instrumentos de cuerda pulsada que llevaba, silencioso y durante años, dentro. Preguntado por cuál podría haber sido el presente si la crisis económica no le hubiera afectado, Francisco Rodríguez afirma que “hubiera construido instrumentos de cuerda porque era lo que me gustaba, lo que quería hacer, aunque fuera como hobby”.

Vinculado a la música también de forma autodidacta, con un memoria auditiva que el resto de los mortales conocemos popularmente como “tener oído”, Francisco no conoce el tiempo de ocio sin folclore, con su inseparable guitarra y sin parrandas. Su vida parece musicada incluso en la conversación, cuando todo le lleva, sin quererlo y a petición de cualquiera que le conozca, a coger la guitarra, o cualquier instrumento de percusión. La resonancia, el sostén, la potencia del timple, no tienen secretos para esta hombre que recuerda, a todo el que quiera aprender algo hacer de este pequeño instrumento de cuerda, que “el timple tiene la virtud, la particularidad de que es el único instrumento de cuerda que tiene el bajo justo en su centro”, algo que para los profanos musicales no tiene mayor importancia, pero que para los expertos se revela como la seguridad de la dificultad que entraña arrancar los sonidos más bellos a base de punteos y raspados, un instrumento que debe ser tratado con mimo desde el primer “traste” hasta el último.

Pero Francisco, más allá del reconocimiento en la construcción “tradicional” del timple es un completo innovador. Ha querido introducir el uso, por ejemplo, de nuevas maderas desconocidas hasta ahora para dar forma a este instrumento. “Utilizo otras maderas que solo se utilizaban para construir guitarras acústicas o eléctricas”, señala. Se refiere al “polo rojo” o el “corazón púrpura”, además de continuar construyendo sus timples, con las variedades de su materia prima más tradicionales, como “palo de santo” o “coco bolo”, las dos mejores maderas para instrumentos de cuerda pulsada.

Francisco, junto a su amigo y compañero Saúl Camacho, fue también pionero años atrás en la creación de un taller para trasmitir, a los más pequeños, las virtudes de la tocar y conocer el timple, instrumento que viene a ser el resultado de la convergencia de varias culturas en las islas Canarias tras la Conquista, entre ellas la portuguesa, la española y la africana. Con esa formación, que forma parte de un proyecto insular que mantienen la esperanza de poner en marcha, ya fue estrenado en los municipios de Puntagorda y Los Llanos de Aridane, acercando a los más pequeños a uno de los instrumentos más tradicionales de Canarias.

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