el charco hondo

Los miedos de la primera vez

Son los nervios de la primera vez. Son los miedos o la ansiedad del debut, el catálogo de dudas que asoma cuando, debilitados por la inexperiencia, se hace algo que nunca se ha hecho antes. Y nunca antes uno de los dos buques del bipartidismo negoció compartir con otras siglas la mesa del Consejo de Ministros. Nunca antes PSOE o PP habían barajado que algunos ministerios quedaran en manos de otros partidos. De ahí que cueste tanto digerirlo. No hay uso, ni costumbre. No hay tradición. No hay antecedente. El bipartidismo solo ha conocido mayorías absolutas, o mayorías insuficientes que los apoyos parlamentarios de otros grupos reconvertían en más que suficientes. Aquello tenía un precio, sí, pero no se abonaba cediendo ministerios sino echándoles más madera en los presupuestos generales del Estado. Esto de ahora es otra cosa. Ahora toca dar forma a un Gobierno de coalición, y así se explican los nervios, esos miedos o ansiedades de la primera vez, éste llevar al pablismo al límite, estas semanas en las que los socialistas han jugado con el reloj a su favor, conscientes de que ir a elecciones en otoño penalizaría a los demás algo o bastante más que al PSOE, claro que sí, pero también conscientes de que desafección, hastío, cansancio y desmovilización es un cóctel poco recomendable. Como acertadamente retrata Manuel Pimentel, en este país no se vota a quien se ama, se vota en contra de aquellos a los que se odia. Así de triste. Así de cierto. Somos más de votar para parar los pies que para dar alas. No nos mueven tanto los sueños como las pesadillas de los otros -los fracasos de los que infantil y absurdamente consideramos los otros-. Con la aparición de otros partidos (a los que cambió la realidad que venían a cambiar) se pasó del bipartidismo al bibloquismo, contexto que tiene a sus protagonistas en una relación de amor-odio con sus vecinos del bloque, y también así se explica que PSOE y Podemos quieran sumarse y restarse con idénticas fuerzas o urgencias. Este país necesita un Gobierno con la tranquilidad parlamentaria que necesitará para gestionar unos años exigentes, difíciles. Iglesias no debe pedir el cielo. Sánchez no puede pretender acabar la negociación sin perder una sola pluma, ganando por goleada y con su portería imbatida. Hace falta que gestionen con madurez los nervios, dudas y ansiedades de la primera vez. Hace falta una coalición que dé estabilidad parlamentaria. Hace falta un Gobierno que eche a andar, ya.

TE PUEDE INTERESAR