cultura

Una Isla generosa llamada Domingo Pérez Minik

Socialista convencido de mirada cosmopolita, ni la guerra civil ni el franquismo consiguieron aplacar esa curiosidad infinita que lo convirtió en un hombre sabio y lúcido

“La colaboración de Gaceta de Arte en La Prensa tuvo un cierto carácter virulento. No por nada. Todos los viejos amigos de don Leoncio [Rodríguez] se lo echaban en cara […] Él representó muy bien a una burguesía progresista de una ciudad de indiscutible voluntad cosmopolita […] Luego llegó la historia de España con su peso incontenible. Cuando muchos años después de la Guerra Civil me encontraba con el ilustre director de La Prensa en el Café El Águila, ponemos por caso, los dos sin hacer ya periodismo, en nuestro papel de parados, apenas si nos atrevíamos a cambiar dos palabras acerca de este mundo en que vivíamos, él se marchaba a San Miguel de Geneto, y yo me quedaba solo, aquí, en esta ciudad que ni su egregio progenitor, José Murphy, hubiera reconocido”.

Era 1970 cuando el crítico Domingo Pérez Minik escribió estas palabras que todavía impresionan al profesor Daniel Duque, sentado en su despacho lagunero atestado de libros. El tiempo no le había difuminado a Pérez Minik esa imagen crepuscular de dos vencidos por la guerra, dos trayectorias vitales súbitamente alteradas. Uno, liberal, con su periódico incautado por el franquismo. El otro, socialista, encerrado durante meses en la prisión de Fyffes tras el Golpe de Estado fascista de 1936; vetado por las grandes instituciones culturales, como la universidad, limitado a trabajos como contable o profesor de academia por puras necesidades alimentarias.

Sin embargo, ni la dictadura ni su vocación de silencio habían conseguido que Pérez Minik dejara de ser un símbolo para las aspiraciones cosmopolitas de una parte de la cultura canaria. Al fin y al cabo, se tratataba de uno de los fundadores de Gaceta de Arte -junto con Eduardo Westerdhal o Agustín Espinonsa, entre otros- la mítica revista vanguardista que se había publicado entre 1932 y 1936. También había sido uno de los impulsores de la Exposición Surrealista de 1935, había charlado largo y tendido con André Breton o había entrevistado a Bertrand Russell. Al fin y al cabo, esto eran islas, la gente venía en barcos y estábamos muy conectados comercialmente con Europa. “La isla era un balcón del mundo para él”, afirma el escritor Fernando Delgado. “A Don Domingo le encantaban los barcos y los cócteles de los barcos”, afirma el periodista Juan Cruz, que escribió el libro Un gallo al rojo vivo: en busca de Domingo Pérez Minik. “Es el hombre que más se ha preocupodo por conocer al canario y era el más cosmopolita, el que sabía que la deriva carnavalera no se compaginaba con lo que esa región tenía que ser”.

“Siempre le preocupó la figura del otro”, afirma Daniel Duque. “Ese que viene de fuera a decirnos ‘no’, a impedirnos caer en el narcisismo”. Y a esa vocación de ser interpelado se dedicó durante años, como muestra su libro Entrada y salida de viajeros prologado por Duque, donde habla de sus conversaciones con personajes como el escritor Ignacio Aldecoa, el crítico de arte Alberto Sartoris o el filósofo José Luis Aranguren. Tiene muchas obras importantes, como la Antología de la Poesía Canaria (1952), Debates sobre el teatro español (1953), Novelistas españoles de los siglos XIX y XX (1957) o La novela extranjera en España (1973) o Facción surrealista de Tenerife (1975).

A pesar de la lejanía y de ser un outsider en el ecosistema isleño, Perez Minik fue un cultivardor de amistades y relaciones con el exterior. Sus ensayos lo fueron convirtiendo poco a poco en crítico asiduo de revistas nacionales e internacionales, como Ínsula, Ésprit, Cuadernos para el Diálogo o el periódico La Nación, en Argentina. También se convirtió en jurado del Premio de la Crítica. En 1968, de la mano de profesores como Muguerza, Lledó y Gregorio Salvador, la Universidad de La Laguna le abrió sus puertas para pronunciar su conocidísima conferencia La condición humana del Insular.

Los años y un cierto resquebrajamiento del hormigón franquista revitalizaron la militancia artística en la Isla, y allí estaba Pérez Minik: junto al grupo Nuestro Arte, en las tertulias del Café Sotomayor. En las obras de tetro y las conferencias de sábado por la tarde del Círculo de Bellas Artes a donde también iban otros amigos como Pedro García Cabrera o Westerdhal; donde los jóvenes con inquietudes culturales se arrimaban para ver si se les pegaba algo.

Y ese fue quizá otro elemento esencial de Pérez Minik, su cercanía con escritores que empezaban, ese empujón de maestro desinteresado tan difícil de encontrar y que resultó crucial para periodistas y escritores que luego han tenido trayectorias importantes. “Fue una persona enormemente generosa, para mí fue como un padre”, afirma Fernando Delgado.

“Don Domingo no se hacía de rogar, no era un petulante, y acogía en su casa a todo el mundo que se lo proponía”, cuenta Juan Cruz. “De inmediato me acogió, y me invitaba a su casa a comer, porque sabía que estaba solo”. Cruz define aquella casa como una “universidad alegre”, donde Pérez Minik recibía a la gente sentado con un güisqui Ballantine’s muy diluido en la mano.

Daniel Duque tuvo una relación más estrecha con Pérez Minik en los ochenta, cuando él era director de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Tenerife y le dieron la medalla de la universidad, junto a Juan Marichal y Juan Rodríguez Doreste. Dice que todavía lo recuerda en la desaparecida Caseta de Madera, en Cabo Llanos, discutiendo con Ignacio Sotelo, viejo socialista crítico con Felipe González, sobre la necesidad de mantener la unidad del movimiento socialista. “Poco a a poco todo el mundo se fue callando, y aquellos dos hombres debatiendo… Era un hombre de una sabiduría extraordinaria”.

Después de 30 años, es buen momento para hacer balance: “Echo en falta entre los jóvenes escritores, dentro y fuera de la Isla, la generosidad que él tuvo”, afirma Cruz. “Nunca desdeñó a ningún creador, al contrario que los que después de su muerte, solo por su carácter cosmopolita y por ser socialista, hicieron una campaña vergonzante en la que trataron de destruir a Pérez Minik solo por dañar a los que lo defendíamos”.

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