Valores como la dignidad humana, la solidaridad, la cooperación, el respeto al medio ambiente, la transparencia y la participación de las personas en la toma de decisiones. Son algunos de los rasgos más importantes de la economía del bien común, un movimiento social que, poco a poco, pretende abrirse camino ante un panorama cada vez más delicado. En Canarias, con unos índices altos de paro y pobreza, parece aún más necesario.
Dentro de esta economía, el balance del bien común se presenta como un instrumento indispensable, tal y como explica Francisco Javier Amador Morera, profesor y director del Secretariado de Responsabilidad Social Universitaria de la Universidad de la Laguna: “Trata de medir de qué manera las organizaciones o las personas promueven esos valores en su actividad cotidiana. Para las empresas se propone un balance que trata de medir cómo, en las relaciones que tienen las mismas con sus proveedores, empleados, clientes, financiadores y con el entorno social en el que se encuentran ubicadas, promueven la solidaridad, la justicia social y otros valores”.
De este modo, de manera “relativamente simple” son las propias empresas las que pueden evaluar su contribución a dimensiones que son, a su vez, las que recogen las constituciones de los distintos países. “Es cierto que, a la hora de llevarlo a la práctica, por diferentes motivos, encontramos que existen empresas que en su práctica cotidiana llevan a cabo acciones o contratos que van contra la dignidad de las personas o agravan el reparto de la renta, porque dentro de una empresa hay demasiadas diferencias salariales”, apunta Amador.
Paradójicamente, en muchas ocasiones, y por desconocimiento general, la economía del bien común va asociada a determinadas corrientes ideológicas, pese a que se aprovecha y nutre de las herramientas de las economías de mercado: “Hablamos de una economía que se basa más en la cooperación que en la competencia, pero es una economía de mercado. No reniega de los mercados como instrumento de distribución de los bienes y servicios. Los objetivos de desarrollo sostenible son clave para este tipo de economía. Es decir, cuando las empresas, los municipios y las personas tratan de aportar al balance del bien común, lo hacen a la agenda 2030, ya que se ha estudiado la relación entre el balance del bien común, que figura desde 2012, y la agenda 2030, que figura desde 2015. Los instrumentos de esta economía encajan en este momento porque ayudan a promover los retos que plantea la agenda”.
El apoyo institucional a estas iniciativas, una vez hayan demostrado no solo que generan beneficio económico, sino que puedan aportar valores como los antes expuestos, es otro aspecto fundamental para que estos modelos puedan salir adelante ante los tradicionales, en los que se miran aspectos como los dividendos que reparten a sus accionistas o los beneficios brutos que logran generar. “Cuando miramos cómo están contratando a sus empleados esas empresas, o las diferencias salariales que existen dentro de las mismas, o si se pagan más a los hombres o a las mujeres, encontramos muchas empresas que parecen que lo hacen bien cuando no es así, porque contratan personas con un salario que no es digno , porque trasladan sus fábricas para abaratar costes… Lo que no se mide no existe, y si solo estamos mirando el beneficio contable de las empresas estamos potenciando empresas que, quizás, no queremos tener en su país, eso podemos trasladarlos a nuestros municipios”, asevera Francisco Javier Amador.
En Canarias este aspecto es aún más importante. Los altos índices de obesidad infantil, de diabetes o de exclusión social, con 15 puntos por encima de la media nacional, están estrechamente vinculados a la distribución de la renta y las oportunidades de empleo, por lo que, al menos a priori, estas políticas se antojan aún más necesarias: “Han habido algunas iniciativas. Desde el Cabildo de Tenerife se han llevado a cabo algunas, en un número pequeño, pero no dejan de ser importantes porque a nivel nacional pocas comunidades han proporcionado apoyo institucional a este tipo de iniciativas”.
Más de 20 empresas en Canarias se han sometido al balance del bien común. Hay algunas, consideradas pioneras, como Oceanográfica, en Gran Canaria, dedicada a la divulgación científica, o Limonium Canarias, dedicada al turismo activo. Existen también hoteles, como el Hotel Avenida de Canarias de Vecindario, en Gran Canaria: “Los horarios de las camareras de piso en este hotel se deciden en asamblea, donde el director del hotel tiene un voto, igual que las camareras de piso. Eso ha mejorado el clima laboral, la productividad de las propias personas implicadas porque hay camareras de piso que tienen un horario inimaginable en otros establecimientos. ¿Qué provoca eso? Una mayor conciliación familiar. Hay algunas que son madres y pueden, incluso, llevar a su hijos al colegio, cuando generalmente suelen entrar en horarios muy tempranos. Eso se traduce en que se hace mejor el trabajo y los clientes están más satisfechos. Hablamos de un hotel con un 90% de ocupación media. Este es un buen ejemplo de participación democrática y de autoorganización del personal”.
No es el único caso curioso. En referencia a Oceanográfica el objetivo no es crecer, sino promover el bien común. Cuando el tamaño de la empresa crea un conflicto con los valores del bien común, el objetivo de crecer pasa a un segundo plano: “Esta empresa empezó a recibir un montón de contratos de instituciones como el Banco Mundial porque trabaja muy bien. Tuvieron que contratar más personal para atender a esa demanda creciente, hasta que vieron que estar en continuo crecimiento suponía estar más horas, por lo que se pusieron un número fijo de personas, decreciendo, creyendo que si, realmente, había mercado para otras empresas, podrían surgir estas sin chocar contra sus intereses. Ellos se han impuesto trabajar 35 horas semanales. En estas empresas ves cosas que no suceden en otras, pero no quiere decir que no tengan buenos resultados financieros”.
“La cooperación es una de las claves de la economía del bien común”, apunta Amador, explicando un aspecto sumamente llamativo si nos ceñimos a economías de mercado capitalistas: “Desde estas entidades se entiende que, por ejemplo, si una empresa está pasando problemas económicos, esta sea ayudada por otras entidades del sector y no por bancos, porque la cooperación es valor fundamental. Se definen como la economía de mercado cooperativa”.