por qué no me callo

Las mofas de los políticos

Las bromas entre Pablo Iglesias, Inés Arrimadas y el segundo de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, en un aparte del Congreso, el día de la Constitución, recordaba al vídeo viral de unos días antes en Buckinham, con motivo de la cumbre de la OTAN, donde Boris Johnson, Macron y los dirigentes de Canadá y Holanda, Trudeau y Mark Rutte, se burlaban de Trump parodiando sus histriónicas conferencias de prensa. Estas muestras de distensión, en las que los políticos se comportan con naturalidad casi infantil, de patio de colegio, les salen, sin embargo, caras. Porque no todos los líderes tienen sentido del humor. Trump abandonó la sesión atlántica de Londres y cortó por lo sano, se mandó a mudar en cuanto se enteró del vídeo que corría como la pólvora entre los móviles de todo quisque. En Buckinham no existe la privacidad, como demostró hace casi 40 años un intruso que se coló en palacio y sorprendió a la reina Isabel II, con la que conversó durante diez minutos. Fue declarado no culpable. Pero la reina, que controla con 93 años todos los entresijos de su monarquía insular, tuvo que ver ese vídeo de los estadistas mofándose de Trump en su casa grabado por sus cámaras, que ya quisiera el Casino de Santa Cruz tenerlas en los lugares recónditos para saber qué se cuece entre bambalinas. Así que fue la reina a buen seguro la que divulgó la rechifla para tomarles el pelo a todos. Pero el cabreo de Rufián (ERC) y el no menor de Teodoro García Egea (PP) por las bromas en lugar de las broncas entre Iglesias, Arrimadas y Monteros, revela que los nuestros no están exentos de los tics del yanqui, y que la política tiene más de comedia de lo que creíamos. Entre las naciones de Miquel Iceta figura Canarias, como no podía ser menos, siendo la única que en rigor tendría un pase en el comité de descolonización de la ONU.

Arzalluz -el patriarca vasco recientemente fallecido- siempre dijo que envidiaba a los canarios porque eran los únicos que tenían argumentos para independizarse. Ahora Iceta ha echado cuentas y le salen nueve sumando los estatutos y el preámbulo de Navarra. Si España diera la autodeterminación a Galicia, Aragón, Valencia, Baleares, Andalucía, País Vasco, Navarra, Cataluña y Canarias, apaga y vámonos. Ni la Yugoslavia de Tito mantenía tantas etnias en el redil. En Canarias sabemos lo que es la diferencia identitaria de una isla respecto al resto. Herreños y conejeros, majoreros y palmeros, gomeros, chichas y canariones, si nos lo proponemos, nos parecemos lo que un huevo a una castaña. Tenemos un contrato, un Estatuto y una norma no escrita de unidad de destino y no se nos pasa por la cabeza la doble ni la triple ni la cuádruple autonomía; todo lo más dos capitales y esa bicefalia ya se las gasta, porque nos duplica el coste de las sedes, entre otras cosas. O sea que burlas las justitas sobre el pleito insular, que está dormido o congelado. Pero cachondeos sí ha habido en nuestro Parlamento entre políticos. Una de las guasas fue obra de Oswaldo Brito, que imitó el amaneramiento de Saavedra mirando el reloj, pero no causó destemplanza alguna en el entonces presidente socialista, dado que solía estar por encima de los dimes y diretes de sus señorías. A Zapatero y a Rajoy le han hecho remedos por la espalda y han fingido que no les importa. En una entrevista con DIARIO DE AVISOS, Rajoy nos dejó este titular: “En política hay que hacerse muchas veces el loco”. Que coja recortes Trump.

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