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Los montones de piedras arruinan el paisaje y el ecosistema de El Beril

La moda importada de colocar callaos, uno sobre otro, en una de las zonas más selectas de Costa Adeje, preocupa por su impacto visual y sus efectos sobre los invertebrados
Aspecto que ofrece la franja del litoral adejero junto a la playa de El Beril, en pleno paseo costero. J. C. M.
Aspecto que ofrece la franja del litoral adejero junto a la playa de El Beril, en pleno paseo costero. J. C. M.
Aspecto que ofrece la franja del litoral adejero junto a la playa de El Beril, en pleno paseo costero. J. C. M.

La moda de levantar montoncitos de piedras para dejar constancia del paso por un lugar, generalmente en la costa, y hacerse una fotografía de recuerdo, se ha adueñado de uno de los rincones situados en el corazón de Costa Adeje, junto a la playa de El Beril, en pleno paseo peatonal de una de las zonas turísticas más selectas del sur de Tenerife, donde proliferan los hoteles de cinco estrellas.

Cada día, miles de viandantes, atraídos por la cercanía del mar, las espectaculares puestas de sol o las vistas a La Gomera, se topan con un paisaje que rompe todo el encanto del entorno: más de un centenar de pequeñas torres de callaos bajo el puente de madera que cruza el barranco. Una imagen que contrasta con la playa de arena negra, situada a escasos metros, que fue reabierta al público en abril del año pasado tras una reforma en la que se sustituyeron las piedras de la orilla por arena negra a lo largo de sus 14.000 metros cuadrados de superficie.

Además del impacto visual que generan las rocas colocadas unas sobre otras, diversos colectivos ecologistas advierten del perjuicio que produce esta práctica –basada, supuestamente, en la filosofía zen del equilibrio interior- sobre la flora y fauna del lugar, al impedir que las plantas puedan crecer y alterando la vida animal. Invertebrados como lapas, burgados y cangrejos, además de insectos y especies vegetales marinas como las algas son los principales afectados por el movimiento de los cantos. En otras palabras, el equilibrio del ecosistema costero se ve seriamente alterado al quedar al descubierto raíces de plantas y hábitats de moluscos y crustáceos.

Además de sus efectos sobre la vida en la costa, las montoneras de piedras suponen un obstáculo para la vista y una perturbación del paisaje, convertido en un espacio trivial similar a otros emplazamientos turísticos, tanto dentro como fuera de las Islas, que no han podido sacudirse de encima esta moda. Sin ir más lejos, un espacio protegido como el Parque Nacional del Teide y la costa de Playa Jardín, en el Puerto de la Cruz, donde 150 voluntarios participaron el pasado julio en una campaña para acabar con esta plaga, no se han librado de las agresiones al ecosistema.

carteles de advertencia

Diferentes grupos ecologistas piden, además de acciones más frecuentes para devolver a su estado natural estos espacios artificiales, la instalación de carteles en los que se advierta de la prohibición de esta práctica.

El Ayuntamiento de Adeje también ha expresado su preocupación por la degradación de esta parte del litoral aunque, al ser zona de dominio público marítimo-terrestre, se necesita la autorización de la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y del Mar para acometer los trabajos de reposición.

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