
Por Assia Bouaicha
Ngoné Ndoye, ex ministra de Senegaleses en el Exterior, alcaldesa y diputada, actualmente es presidenta y fundadora de la Asociación de FEMIDEC (Mujeres, Niños, Migración y Desarrollo Comunitario). Acaba de participar en la jornada Evaluación de la Política Pública de Violencia de Género, patrocinada por el Fondo Europeo Interreg, bajo el proyecto Demos, con el objetivo de que la Diputación del Común dé a conocer el grado de implantación de los derechos fundamentales en Canarias. Además del Archipiélago, forman parte de este proyecto las regiones de Madeira, Azores, Cabo Verde y Senegal.
“¡Doyna!”, “Doyna!”, un término que en wolof significa Stop (¡alto!) era el grito que sonaba en la Plaza de la Nación, en Dakar, a principios de mayo del año pasado, cuantos cientos de mujeres senegalesas salieron a la calle para denunciar el terrible asesinato de Bineta Camara, una joven senegalesa de 23 años, estrangulada en la casa familiar por un amigo de su padre, después de negarse a tener relaciones sexuales con él. Era la gota que colmaba el vaso en la sociedad senegalesa. Ngone Ndoye recuerda aquel episodio:
“Aquel día, las asociaciones de mujeres, madres, ancianas y niños se levantaron como un solo hombre: caminaron, a lo largo del bulevar de la Avenida de la Nación en Dakar, todos impregnados de sangre gritando y denunciando el asesinato de una chica joven, que se encontraba en su pueblo para celebrar el fin de su carrera universitaria. El amigo de su padre le arrebato la vida. El Gobierno reaccionó rápidamente y el presidente senegalés, Macky Sall, propuso un anteproyecto de ley para criminalizar la violencia de género. El pasado mes de diciembre una nueva ley revolucionaria fue votada y aprobada en el Parlamento senegalés: la ley que criminaliza la violación y la pedofilia”.
“Ha sido fruto del trabajo de muchas asociaciones, de parlamentarios y de la sociedad civil. Había que endurecer las leyes, ya que la ley que existía hasta en ese momento solo consideraba la violación como un delito ordinario. Me acuerdo de la señora Viviane Wade que había mencionado en su día la idea de castrar a esos depredadores de la sociedad. En más de una ocasión, comentó que eran enfermos mentales”.
“Había que endurecer las leyes para combatir todo tipo de agresiones sexuales en el país; acoso, maltrato a niños y niñas, la violencia en todo su espectro. Las cifras son alarmantes y debemos trabajar para paliar esta lacra”.
-¿Cómo y de qué manera se harán cumplir las leyes? ¿Qué tipo de violencia encontramos en el país?
“En Senegal existen casi 600 dialectos, y una de las medidas qu se han adoptado es traducir esa nueva ley a 600 dialectos, para que pueda llegar a todos los rincones del país. Además, Las leyes están escritas en francés y muchas mujeres son analfabetas. Existen algunas asociaciones que han creado las llamadas “boutiques de derechos” para sensibilizar a las mujeres en conocer sus derechos para así poder exigirlos”.
“Tengo que añadir que existe una voluntad pública real que consiste en involucrar a todos los órganos estatales: la policía, la gendarmería, etc, sin olvidar la implicación de los médicos, que son los primeros que atienden a las víctimas. En total están implicados ocho ministerios, que trabajan coordinadamente e implican a todas las partes responsables, poniendo así en marcha la materialización de la ley. Senegal no puede caminar sola. Necesita apoyo de la comunidad europea y de diferentes asociaciones. Nuestro país ha ratificado muchas convenciones y la carta las Naciones Unidas. Estamos en buen camino”.
-¿Cómo definiría la situación del país en cuanto a los distintos modos de violencia?
“Tengo que decir que hay muchos tipos de violencia. Violencia hacia la mujer, en algunos casos extremos como la mutilación femenina, y violencia sobre el niño o el incesto. Hay mucha interrupción clandestina del embarazo porque sólo es para ricos, los pobres no pueden acceder, y las consecuencias son nefastas, con muertes e infecciones. El aborto libre no existe, sobre todo porque los líderes religiosos se oponen”.
“Es violencia también cuando los padres no llevan sus hijos al colegio, los que no se preocupan de su instrucción académica, los que dejan a los niños en la calle para que sean comerciantes o laven coches o la mano de obra barata.”
-¿Y qué nos puede decir acerca de la violencia de género?
“Los maridos pegan a sus mujeres y el asunto suele quedar dentro de las paredes de la casa. En nuestra cultura tradicional se establece que la mujer no puede decir nada o debe obedecer al hombre”. Ngoné advierte de que a partir de la aplicación de la nueva ley, la violencia en el matrimonio es un delito y si la víctima es la mujer es un agravante penado con dos a cinco años de prisión. “Hay que denunciar y afortunadamente las mujeres empiezan a hacerlo”.
(Senegal es un país que vive en la aparente contradicción de ser un país firmemente anclado en sus tradiciones y a la vez abierto a influencias externas (el 95% de la población es musulmana y el 5% restante es de diferente religiones). Un ejemplo es la mutilación genital femenina. La ley la prohíbe expresamente, pero la tradición hace que se siga practicando de manera clandestina. “La gente tiene miedo y no denuncia. El estado debe seguir sensibilizando y emancipar a la mujer”, explica.
En Senegal, a pesar de los avances, todavía continúa la lucha. Los hombres no siempre aplican la ley de paridad firmada por el Gobierno senegalés en el año 2010 para defender la causa feminista, para ello hay que reforzar la voluntad política. “El hecho de que contemos con una ley progresista de paridad, es un paso adelante, pero insuficiente”, según Ngoné.
Ella misma reconoce que cuando llegó al bachiller sus padres les pidieron dejar de estudiar para que se casara y se dedicase a su familia. Así lo hizo y hoy en día no se arrepiente de la decisión tomada. Eso sí, hoy es una abuela libre e independiente, y el consejo que dio a sus hijos y que dará a sus nietos es que “nunca hay que dejar de estudiar y hay que cambiar las mentalidades”).
-Otra cuestión preocupante es la migración ilegal, que empuja a muchas mujeres de Mali, Chad, Mauritania y Senegal a aventurarse en busca del sueño europeo. ¿Cómo analiza este fenómeno?
“Ahí me nace un grito desde el corazón para todas estas mujeres que hoy se aventuran a una migración irregular. Este es un problema que me pesa en mi corazón, veo a mujeres tratadas como esclavas sexuales, y en el camino se quedan embarazadas por esos proxenetas, y mafiosos. Esas mujeres son débiles y pagan el precio muy alto. Pido a la comunidad internacional y a la Unión Europea, en especial, que aúnen fuerzas y voluntad para poner fin a ese drama, siempre, claro, empezando por los países de origen. Me alegro escuchar al ministro español decir que España necesitaría para mantener su economía “millones y millones de migrantes en los próximos años”. Creo que es hora de sentarnos para hablar, tener el coraje para decirnos lo que necesitamos ambas partes. África necesita a Europa y Europa necesita a África”.