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Crimen de Ofra: la asesinada murió de hemorragias masivas por golpes durante días

La mujer padecía una discapacidad del 66 por ciento y con su pensión de 700 euros mantenía también al encausado de 57 años que desde 2012 vivía con ella
Vivienda en el Número 2 de la calle de Simbad, en Ofra, donde tuvo lugar el crimen machista. Sergio Mëndez

La autopsia a la mujer asesinada presuntamente por su sobrino el 2 de febrero de 2019 en Ofra (Santa Cruz de Tenerife) determinó que murió de un shock hemorrágico producido por la “incontable” cantidad de golpes que recibió en todo su cuerpo a lo largo de varios días.

Los forenses que han declarado durante la cuarta jornada del juicio oral este jueves en la Audiencia Provincial han determinado que R.M.C.H. murió de forma “violenta, lenta y agónica”, bocarriba y sin posibilidad de defenderse.

La mujer padecía una discapacidad del 66 por ciento y con su pensión de 700 euros mantenía también al encausado de 57 años que desde 2012 vivía con ella, primero en La Palma y desde verano del 2018 en Ofra, tras cumplir una orden de alejamiento por maltrato hacia su tía entre 2015 y 2016.

Uno de los forenses ha explicado que las hemorragias evaluadas fueron “vitales”, es decir, se produjeron cuando la víctima aún vivía, porque la sangre pudo filtrarse por los tejidos adyacentes.

Otros expertos han subrayado que la mujer presentaba “innumerables” traumatismos, golpes y hematomas de distinta antigüedad “por, literalmente, todo el cuerpo”, hasta el punto de que, según las forenses, no hubo ningún golpe concreto que la matase.

Han dicho que R.M.C.H. sufrió una hemorragia masiva en el interior del cuerpo derivada de otras cuatro hemorragias en órganos como el cerebro, los ojos y los intestinos, producto de los golpes externos en el cráneo, los pechos y el abdomen.

La hemorragia interna que provocó un “grave” traumatismo facial dio pie, además, a que R.M.C.H. comenzara a tragarse su propia sangre, dados los restos que se encontraron en el estómago de la mujer, parte de los cuales estaban digeridos, de lo que se deduce que aún estaba viva cuando comenzaba el proceso. Llevaba seis horas sin comer.

Y el análisis realizado al cuerpo de R.M.C.H. mostró que tenía fracturas “agudas y recientes” en tres costillas, más otras fracturas antiguas en cuatro costillas, soldadas de forma natural y sin intervención médica, que debía de producirle dolor continuo al respirar, según los testimonios, y otras roturas en la clavícula izquierda.

El hecho de que los traumatismos presentaran distintos colores demuestra, han continuado, que fueron provocados en días distintos, aunque muchos de ellos, incluso, estaban superpuestos

También se ha descartado la posibilidad de que la causa de las lesiones de R.M.C.H. fueran caídas, dada la “incontable” cantidad de golpes y hematomas, la situación de muchas de ellas, como en el interior de los muslos, hombros o abdomen, y el hecho de que es físicamente casi imposible fracturarse la nariz y golpearse la nuca en caídas reiteradas sin tratar de amortiguar el posible daño.

Y han demostrado asimismo cómo al comienzo de la noche de los hechos la mujer se defendió con las manos, hasta que llegó un momento, han sugerido, en que dejó de defenderse mientras G.S.C. continuaba golpeando.

Las primeras inspecciones oculares del escenario de los hechos determinaron que había restos de sangre proyectada en distintos puntos de la casa: en la puerta del baño y en el lavabo, por la cocina, en distintas paredes y suelos, en la pata de la cama donde se halló a la víctima, así como en una botellita de agua sobre la mesa de noche.

Uno de los policías nacionales explicó el pasado martes que las manchas por goteo mantienen una trayectoria vertical, y que las proyecciones son consecuencias de un traumatismo.

En el baño encontraron que la jabonera se había roto recientemente porque no presentaba cal o suciedad, y que la tapa de la taza del váter estaba igualmente “fracturada”.

Los restos de sangre y los elementos rotos en el baño, entre otras cosas, sugieren a la Fiscalía, en su conclusión final, que G.S.C. golpeó a su tía ya no solo con las manos, sino también con objetos, mobiliario, electrodomésticos, paredes y suelo en lo que ha calificado de paliza “brutal” e “inhumana”.

Por otro lado, el lavado de estómago que se le realizó a G.S.C. tras los hechos, tras haberle comunicado a los agentes policiales que se había tomado “cincuenta” tranquilizantes, dio negativo, lo que descarta la intención de suicidarse que el hombre había comunicado a un familiar esa misma noche, quien dio la voz de alarma.

La víctima había sufrido a los 9 años un tumor cerebral que le extrajeron tras cinco operaciones que le provocaron un déficit hormonal y una consecuente falta de desarrollo físico: medía 1,50 metros, pesaba 45 kilos y era tuerta del ojo derecho, pero, en cualquier caso, llevaba una vida normal desde 1995 dentro de sus limitaciones y era autónoma, como atestiguaron varias de sus vecinas en La Palma.

R.M.C.H. sufrió en 2016 un ictus, posterior a otras isquemias cerebrales que le mermaron aún más su discapacidad y su vulnerabilidad, según el Fiscal. La mujer entonces llamó a su sobrino para que volviese.

Las partes acusatorias (Fiscalía y parte popular) han reiterado su petición de prisión permanente revisable. El encausado renunció a ejercer su derecho a la última palabra.

El procedimiento ha quedado visto para sentencia.

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