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De cine

La industria del cine es una de las artes visuales soportada en la imagen, para la trasmisión de información, contenidos, cultura y ocio. Asistimos a los fallos de los festivales y premios de cine. En Europa los relevantes, Venecia desde el año 1932, con sus Leones de Oro. El de Cannes, en Francia, con sus Palmas de Oro, desde 1946, y la Berlinade, que desde 1951 concede sus Osos de Oro. Todos hijos de la Meca del Cine, Hollywood, que desde 1928 celebra los Oscar. De reciente factura 1986, los Goya españoles han fallado su 34 edición. Mantiene el cine la tensión entre el interés cultural high brow y la taquilla low brow, donde España ofrece el divorcio entre ellos. Los premios impulsan el film pero no garantizan la taquilla. No parece que el sistema de ayudas públicas esté organizado como en otros sectores, donde el esfuerzo público se corresponde con su beneficio económico. En 2018 el cine español tuvo una cuota de pantalla del 17,6%, con el 64,14% de cine americano. Facturan las salas algo más de 100 meuros al año con 17,6 millones de espectadores, hoy a la baja. Recibió del Estado 85,7 meuros y con diversas ayudas más, de IVA, fondos europeos, autonómicos y municipales, pasa los 200 meuros. Cultura y ocio se enfrentan en taquilla, en un sector secuestrado por la política y que sectariamente lo paga con reglas ajenas al mercado. Decía Almodóvar en los Goya “que sin ayudas un país se queda sin memoria”, se refería a la “histórica” rehecha desde la parte subvencionada. Del cine reciente dos directores. Clint Eastwood (San Francisco,1930), longeva carrera de actor y director, multipremiado. Dos matrimonios y ocho hijos de seis mujeres. En su última película, Richard Jewel (2019), vuelve al mito del vaquero que se enfrenta al sistema. Un guardia de seguridad en las Olimpiadas de Atlanta 1996, desactiva un atentado terrorista y acaba convertido en sospechoso. Acusado por la prensa y el pueblo, debe luchar contra el FBI y la Policía local. El poder sacrifica al individuo ante otras prioridades. En análoga línea El oficial y el espía, de Roman Polanski (París, 1933), de origen judío polaco. Cineasta multipremiado con más de 60 años de carrera. En francés se titula Yo Acuso y cuenta la historia de Alfred Dreyfus, capitán de origen judío, que acusan de espía alemán y condenan a cadena perpetua (1885), a la Isla del Diablo en la Guayana. Cuenta la crisis de la sociedad francesa de finales del XIX, la mezquindad de un sistema corrompido por el nacionalismo, que traslada sus odios al diferente. El capitán Georges Picquart y Emile Zola con la prensa y la política lo salvan. La crisis dio pie al cambio de Gobierno por Clemenceau. Arrastra Polanski, su experiencia en el gueto de Varsovia y muerte de su madre en Auschwitz, el asesinato en 1969 de su mujer embarazada, Sharon Tate, en los Ángeles por la secta de Charles Manson. Y su persecución por el integrismo americano y hoy por el neoestalinismo Metoo. Traen nuestras películas de actualidad, las derivas de las sociedades en la globalización. El abandono del individuo soporte de las democracias liberales, inseguro ante la razón de Estado. Regresiones donde se trasladan las soberanías del individuo a los territorios. Aparecen con fuerza renovada, atizados desde la política, los odios al diferente, que vuelven a descubrir 75 años luego de Auschwitz, el antisemitismo. Donde se atacan las condiciones del diferente en raza, religión, riqueza y/o conocimiento, y no solo judíos. Se promueve diluir el principio de legalidad, que exige certeza en el derecho. Seguridad jurídica, sin la cual la legalidad se devora a si misma y se disuelven las sociedades democráticas. En el cine, nos cuentan, anticipan e interpretan estas realidades.

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