claves para ser brillante

Las apariencias no engañan

Nos guste o no, tenemos la tendencia innata a inferir cómo es alguien a través de lo que podemos observar

Vivimos en tiempos de transformación y cambios profundos en diferentes ámbitos, sin embargo, nunca ha sido tan fácil estafar y engañar como en nuestra actual era virtual. Hoy en día cualquiera puede intentar encandilarnos con un falso perfil o con fake news que se cuelan como un virus por toda la red, haciéndonos pensar que efectivamente no es oro todo lo que reluce.
Pero, ¿es cierto?, o quizás vemos lo que queremos ver y, según el momento y nuestro estado emocional, nos predisponemos a la peligrosa seducción de políticos, vendedores o embaucadores. Y en este contexto, ¿qué tiene que ver la apariencia con la credibilidad de las personas?
Cuando hablamos de apariencia física, hablamos de comunicación no verbal en su máxima expresión. Todos nos preocupamos por nuestra imagen en mayor o menor medida, y cuidamos de ella según nuestros gustos, ideología, personalidad o estado de ánimo. Y en este contexto, las primeras impresiones que obtenemos y damos a los demás tienen un peso vital en la forma de relacionarnos, siendo esta fachada externa uno de los factores más influyentes.
Nos guste o no, tenemos la tendencia innata a inferir cómo es alguien a través de lo que podemos observar. Consciente o inconscientemente, amigos, familiares, compañeros, clientes, o simples desconocidos, reaccionan al poderoso influjo de nuestra envoltura exterior. Pero, ¿cómo sucede?

Todo comunica
Todo habla de ti, desde tu forma de vestir a tu corte y estilo de peinado, pasando por el maquillaje, cuidado de la piel, tatuajes, complementos, joyas, gafas, etc. Hasta tus dispositivos electrónicos, marca de móvil, estilo de funda y accesorios lo hacen. Y a partir de esta información, nos aventuramos rápidamente a deducir rasgos de la personalidad, posición social y económica, ideología política, valores, creencias o nivel de competencia de los demás. Resulta asombroso comprobar como nos dejamos cautivar por esta máscara externa y como condiciona nuestra conducta.
Aunque no somos lo que vestimos, la apariencia nos abre puertas, o nos las puede cerrar, si somos o no coherentes con la imagen que exhibimos. Al igual que cambiamos de armario cuando cambiamos de estación, también nuestro atuendo debe ir acorde a las circunstancias, ya que cada contexto requiere de diferentes composturas, pero todo ello debe ir siempre enmarcado en una sintonía acorde a nuestra personalidad, dentro de lo que nos hace sentir cómodos, seguros y congruentes con nuestro sentir y pensar. En caso contrario, nos veríamos expuestos a ser descubiertos y perder credibilidad.

Sesgos y errores de juicio
A pesar de todo esto, el profesor de psicología del comportamiento de la Universidad de Princeton, Eldar Sharif, ha logrado demostrar recientemente que en una fracción de segundo el cerebro emite juicios sobre el nivel de competencia de los demás. Basándose tan sólo en las características de la vestimenta, logró constatar como las personas asumían, una y otra vez, que los más competentes eran aquellos que estaban ataviados con “ropas de rico” frente a los que vestían “ropas más pobres”, asociando este aspecto al estatus social y a las altas capacidades del individuo, sin considerar ningún otro aspecto interno de las personas.
Es lo que el psicólogo e investigador estadounidense Edward Thorndike llamó el ‘efecto halo’, tras investigar como realizamos juicios de valor sobre a partir de un rasgo que percibimos como relevante, atribuyendo a las personas determinadas cualidades positivas o negativas sin conocerla realmente, sólo en función de esa primera impresión. Un contundente ejemplo de generalización, y un sesgo cognitivo que nos lleva a meter en el saco de los buenos o los malos a partir de un pequeño detalle sin tener en cuenta la globalidad del individuo, en todas sus formas de expresión y conducta. Por alguna razón, nos resulta muy difícil evaluar a las personas en su conjunto.

¡Levanta el ánimo!
La buena noticia es que lo que llevamos puesto también juega un papel importante en nuestra expresión emocional, de hecho, una de las cosas que suele llamarme la atención cuando veo a alguien de tanto en tanto es si hay algún cambio llamativo en su apariencia.
Es curioso como suele coincidir que un cambio drástico en el aspecto y actitud de las personas viene acompañado de un momento vital de transformación a nivel interno, ya sea por inquietudes personales o por circunstancias adversas o extraordinarias como un divorcio, enfermedad, cambio de profesión, etc. Cambiamos de apariencia para vernos diferentes, pero también para sentirnos diferentes. Algo que puede resultar terapéutico.
Citando al filosofo italiano Maquiavelo, “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”. Y es que, en realidad, las apariencias no engañan, lo que nos engañan son nuestros prejuicios y creencias limitantes.

@institutoserbrillante
www.serbrillante.com

TE PUEDE INTERESAR