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Desafío y respuesta

El desarrollo de las civilizaciones es respuesta de un grupo humano a los desafíos que sufren. Prosperan cuando estimulan una nueva serie de desafíos en situación de especial dificultad, que impulsan esfuerzos singulares. Responden con éxito a desafíos bajo el liderazgo de minorías creativas, compuestas por líderes de éxito. Cuando una civilización responde a sus desafíos, crece, y se desintegra cuando deja de responder creativamente. Se hunden por el nacionalismo, el militarismo y la tiranía de las minorías. Las sociedades mueren siempre por “suicidio”, no por razones naturales. Aquí contamos las tesis de Arnold Toynbee (1889-1975), historiador inglés, en su obra Estudio de la Historia, que examinó el ascenso y caída de 26 civilizaciones. Elaboró su Ley del Desafío y la Respuesta, que niega el determinismo en su evolución. Sostiene que la “civilización occidental pudiera alejar su deriva hacia la decadencia.

Determinismo histórico que tampoco comparte Theodor Adorno (1903-1969), filósofo alemán huido de la Alemania nazi. Se preguntaba las razones de la frustración del proceso ilustrado de emancipación del hombre, rendido al mito de la técnica y la burocracia, que nos hunden en un nuevo género de barbarie, “liberación y dominación”. “El marxismo vuelve a mostrarse como profecía equivocada capaz de seducir a cada nueva generación”, señalaba Raymond Aron. La vieja lucha de clase retorna en forma de poderes sacralizados, que hoy, impulsados por el virus, nos cambian seguridad por libertad. Nuestra sociedad recluida en el estado-nación se muestra incapaz de dar respuesta a los desafíos del virus. La pérdida de liderazgo nos coloca en la peor posición combinada de sanidad y economía en el mundo. El Tribunal de Cuentas, al cierre del ejercicio 2018, identifica 9.000 meuros mal valorados y la Seguridad Social en quiebra, con 115.000 meuros de pérdidas acumuladas desde 2010. La nación rota carece de proyecto inclusivo, imposible de componer por quienes dicen defender un clima de cohesión, mientras no lo ejercen; criminalizan la crítica y politizan el desescalado.

Sintomática la lectura que hacen del turismo, el ministro de comercio Garzón; el de Transportes, Ábalos, y la líder de Podemos-Andalucía, Teresa Rodríguez, cuando entienden que el turismo es prescindible, apostando por una sociedad cerrada, donde, además, penalizan el mundo agrario, sostenidos en sus razones ecológicas. El turismo, la primera industria del país, con gasto visitante 2019 de 60.000 meuros, más de tres millones de empleos totales, el 14,6% del PIB, es la mayor riqueza de España y base del PIB de Canarias, con el tercio de su PIB y el 40% de su empleo. Al déficit de liderazgo sumamos la inexistencia de respuesta nacional integrada. Confundida con los fines de un Gobierno descolocado en el virus, dedicado a ampliar las inercias del miedo y reconstruir el relato, sin atender coordinadamente salud y economía.

La UE se nos adelanta, respondiendo a la urgencia de abrir el turismo en el espacio Schengen, mientras España oferta confinar por 14 días, al turista que viene por siete. Cuarentena que critica Macron porque “no es eficaz ni realista”. Realidades múltiples y contradictorias, como refleja nuestro Josef Borrell, Alto representante para Asuntos Exteriores, Política de Seguridad y Coordinador de la pandemia de la Covid-19 de la UE, cuando reclama para China una relación sostenida sobre la “confianza, la transparencia y la reciprocidad”, que en el ámbito país no cumplimos. Contradicciones que mantienen con una gestión económica que ya era inviable y deficitaria, mientras proponemos socializar pérdidas en la UE. Sumamos la deriva laboral. Sin respuesta propia a los desafíos, seremos “los últimos de la hora”, también para escoger entre colectivización y libre empresa.

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