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EDITORIAL | El abrazo de una sociedad que llora a sus muertos y en su nombre mira al futuro

Venimos de estar todos en casa; hoy Canarias, más que nunca, es el hogar común

Una fecha que convoca al abrazo y la unión ha de celebrarse hoy con distanciamiento social. Es una celebración, por tanto, inédita desde ese punto de vista. Pero, en esencia, el Día de Canarias no pierde un ápice de su significación histórica. Constituye el mayor cónclave posible entre más de dos millones de personas que comparten un mismo espacio y razón de ser, y que han vivido, cada una en el recinto de su isla, la experiencia inédita de más de dos meses de confinamiento. Venimos de estar todos en casa. Hoy Canarias, más que en ninguna otra ocasión del pasado, es el hogar común. Se trata, por tanto, de una oportunidad única para darnos un abrazo virtual, más real y simbólico que ninguna edición anterior. Un Día de Canarias en el fragor de un drama jamás vivido antes, que nos une más que nunca. En DIARIO DE AVISOS estrechamos lazos a través de nuestras páginas y de nuestra plataforma digital en aras de fortalecer la concepción de Canarias como un pueblo unido ante la prosperidad y ante la adversidad. La actual está resultando la mayor prueba histórica de los engranajes de una identidad integradora como pocas veces entre ocho territorios con los vínculos a flor de piel y todos los puentes tendidos en nuestra geografía sentimental, que no entiende de fragmentaciones. Los gomeros, herreños y gracioseros, que constituyen la vanguardia de la desescalada, nos representan como una avanzadilla y el resto de islas vamos detrás, pero sentimos que somos parte de un todo. Canarias saliendo de casa, empezando por unas islas y siguiendo por las demás, a ojos del conjunto del Estado.

Un abrazo virtual que no es, por tanto, ajeno a nuestra historia discontinua en lo territorial, pero fluida y conectada instintiva y autonómicamente. Canarias no se agota en la corta distancia. Nació, creció y se desarrolló a lo largo de la historia con las luces largas de ser parte de una sucesión de contextos amplios de cada entorno insular de puertas adentro y de la globalidad como vocación hacia el exterior de pueblo de extramuros. Esta visión del mundo lleva siglos instalada en nuestra cultura antes de que se implantaran las modernas interrelaciones comerciales y humanas y las nuevas tecnologías. Esa es la ventaja de ser un pueblo emigrante, que se siente en casa en cualquier rincón del planeta. En América, en Europa, en Asia y en África el canario echó raíces, en unos continentes más que en otros, sin medir las distancias, pero con idéntica ambición de ciudadano del mundo. Hemos conciliado la insularidad y la universalidad como una doble dimensión consustancial de ser canario, y aunque en ocasiones se ha frivolizado con lo que ambos conceptos suponen, reivindicamos, en esta hora de pandemia y de conciencia global nuestra idiosincrasia universal y transfronteriza, sensible a los estragos de una enfermedad que se apoderó del mundo.

Son meses de un año fatídico cuando nos las prometíamos felices. Las desgracias no avisan y acometen sus graves consecuencias en momentos que marcan el curso de nuestras vidas. Hoy, Día de nuestra tierra, progresamos hacia una desescalada efectiva con esperanzas de superar pronto todo el proceso de normalización. Podemos mirar al futuro con la cabeza alta, pues Canarias es de las comunidades que mejor ha afrontado la crisis sanitaria del coronavirus. No podemos permitirnos bajar la guardia, sino abundar en el talante que todos elogian de pueblo inteligente que ha sabido sortear el mayor desafío conocido hasta ahora. En los retos mayores se crecen los pueblos con mejor disposición. Canarias, un pueblo construido a golpe de infortunios, avanzó contra viento y marea y se reinventó ante las dificultades a las que debió hacer frente en cada etapa de su historia. Canarias, por eso, es una buena trinchera en los contratiempos. Una tierra que no se arruga y posee en su ADN la capacidad de supervivencia con mayúsculas.

Nada menos que el turismo, nuestro pulmón principal, el más potente de nuestros motores, se ha visto afectado gravemente. Recuperar el nivel de propulsión de nuestra economía va a costar, pero nadie en Canarias duda de que seremos capaces de remontar esta cuesta. Y lo haremos en términos de progreso, sin renunciar a las cotas de bienestar alcanzadas y sin conformismo, pues la desigualdad que arrastraban las Islas producto de los últimos fracasos de gobierno exigía y sigue exigiendo auxiliar a amplias capas de la sociedad privadas del bienestar.

La crisis económica será profunda, pero solo será superada con políticas de progreso que aglutinen a la sociedad canaria en su conjunto, sin reincidir en las desigualdades heredadas que provocaron altas tasas de paro, pobreza y exclusión y que precipitaron un cambio de gobierno. Dado el horizonte económico previsible en un destino turístico de primer orden como el nuestro, sobran ocurrencias de dirigentes ociosos y hacen falta voluntades y voluntarios que pongan manos a la obra. No es el momento de hacer politica de salón, de conspiraciones de bajo vuelo por nostalgias de poder. En Canarias, laboratorio de pactos donde los haya, nos conocemos todos y hay estrategias desestabilizadoras que se descubren a la legua. Si el objetivo es contribuir a superar el duro trance por el que atraviesa nuestra sociedad, los partidos que no pretendan hacer en río revuelto ganancia de pescadores están en el deber de exigir a sus líderes altura de miras o cambiarlos. Canarias no debe consentir que se saque ventaja de la debilidad de esta tragedia para satisfacer ambiciones personales. Esos tics pertenecen a la politica del estado de bonanza. Y estamos al final de una guerra y al inicio de una posguerra. Sobran los aprovechados.

El espíritu que se abre paso es el de los grandes consensos, llámense Pactos de la Moncloa en Madrid o Pacto de Reconstrucción en Canarias. La ansiedad por sacar rentabilidad política cortoplacista de la quiebra ocasionada por esta pandemia retrata a los peores políticos en las actuales circunstancias. No poner límite a la ambición personal descalifica a los dirigentes. El nuevo escenario desnuda esos comportamientos ávidos de poder a toda costa, y a sus voceros mediáticos. Nadie está libre de quedar en evidencia fabricando su propio virus de laboratorio para generar discordias políticas, desestabilizar gobiernos y propiciar condiciones que favorezcan falsas alianzas de salvación, para restaurar un modelo de clanes ya superado en Canarias, de poder por el poder, sin más horizonte que sus propios círculos clientelares. Lo que a Canarias compete ahora es dar pasos al frente, nunca pasos atrás, sumar talento y talante, no intereses creados apeados del poder, abrirse camino con lo mejor de cada casa, y en lo posible, cerrar el paso a los histriónicos que busquen su beneficio personal tras la mascarilla de este momento histórico.

Este es un día para estar sentimentalmente al lado de las 160 personas fallecidas en Canarias durante estos meses de coronavirus. Son vidas humanas que se ha cobrado la pandemia en nombre de todos nosotros. Son nuestros muertos, los de toda Canarias. Y sus nombres deben quedar grabados en la memoria de esta tierra como testimonio de una tragedia sin igual. Y es el día para reconocer la labor de los profesionales sanitarios, que se jugaron la vida en los momentos más difíciles para salvar la de los demás, y de cuantos ayudaron en todos los frentes. Y, por último, es el día para congratularnos del civismo de nuestro pueblo en su conjunto, representado en las islas que este lunes entran en la fase tres como nuestro mascarón de proa. Feliz Dia de Canarias a todos y un abrazo en el 37 aniversario de nuestro autogobierno desde las páginas de este Decano que cumple 130 años de historia.

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