otras coordenadas

El sexo del presidente

El virus ha fijado el liderazgo de los presidentes de los estados del mundo, reflejando su éxito o fracaso. Su imagen nos la da la forma de abordar la pandemia, como “enfermedad social”, sus errores de comunicación y déficits de gestión, colaboración, test, material y procesos. Ejemplar el éxito en países presididos por mujeres, Tsai-Ing Wen en Taiwán, Jacinta Arden en Nueva Zelanda, Katrin Jakobsdattir en Islandia, Sanna Marin en Finlandia, Erna Solberg en Noruega, Mette Frederiksen en Dinamarca y Angela Merkel en Alemania. Con extracciones políticas diferentes, han abordado la crisis con cercanía y realismo, en países de tradición política democrática, con participación efectiva del ciudadano. Como modelo Angela Merkel, atenta al desafío con la solidaridad del común, trasmitiendo un elevado nivel de confianza, solidaridad sostenida en razones y humanidad. Consciente del significado de restricción de libertades que vivió y sólo justifica para salvar vidas. Empática y agradecida con las víctimas y con quienes han prestado servicios, con los olvidados en la crisis sanitaria y la económica y política que vienen.

Cuando apelamos al “sexo del presidente”, nos referimos a la forma de su inteligencia. Se ofrecen dos modelos: el femenino ejemplificado en Merkel y el masculino de Trump, que es más ambicioso, aprensivo, distante y poco expresivo, menos sociable y tiende a establecer relaciones segmentadas y en horizontal, “confinadas” en su propio mundo interior y grupo. Por el contrario, Merkel complementa su inteligencia integrando emociones; es socialmente equilibrada. Se compromete con las causas y con las personas. Tiene una visión ética de la vida. No impone sus criterios y tiende a buscar soluciones ajustadas sin rehuir los conflictos: políticas de acuerdo, donde todos puedan caber y sumar. Los presidentes a lo Trump ejercen “inteligencia-hombre”, como Boris Jonhson, Bolsonaro, Putin, Xi Jinping, Macron y Sánchez. Opuestos a nuestras 7 presidentas, a Antonio Costa de Portugal, a Kyriakos Mitsosakis de Grecia, Corea del Sur, Japón y Singapur. A la “Alianza de los Países Inteligentes”, promovida por Sebastian Kurz, canciller de Austria, con Australia, Nueva Zelanda, Israel, Dinamarca, Chequia, Grecia y Singapur; países medios posicionándose en las políticas postvirus, que reconfigurarán el comercio y turismo global.

España ofrece un modelo de presidente con “cerebro-hombre”, que le ha impedido conducir la crisis con acierto. Incapaz de integrar relaciones verticales, buscar equilibrios y esfuerzos comunes. Más preocupado en sus campañas contra quien ve adversario, que en reunir acciones de todos. Entre dos ecuaciones hispanas sin solución, integrar socialdemocracia y comunismo, encrucijada que vivió Felipe González, Carrillo y Enrico Berlinguer y resolver los nacionalismos carlistas, que llevan 3 siglos fracasando. El modelo de gestión del presidente se ha desplazado hacia abajo con análogas formas, ejercidas por 3 vices y la portavoz, memoria histórica, derechos sociales, transición ecológica y hacienda, con “cerebro-hombre alfa”. Insostenibles y desafortunados, con acciones en conflicto . En Canarias, Ángel Víctor Torres, negocia con “cerebro-mujer”, resiliente y compasivo. Asume colaborar con todos, consciente de que viene el terremoto, solo posible con los apoyos combinados de España y Europa. La crisis nos coloca en la importancia de la colaboración público-privada, en el papel de las empresas y sus fines corporativos, en la urgencia por resolver la crisis en el corto plazo, en la globalización y su digitalización. El Plan Marshall y los Pactos de la Moncloa se hicieron para apostar por sociedades libres. Canarias debe anticiparse para ser segura en Europa.

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