Por Hilario Rodríguez
Hoy es el día de un pueblo que pudiendo ser libre eligió vivir como esclavo. El día de una tierra que se enorgullece de la bandera de sus conquistadores y ha enterrado tan hondo que no se escucha el grito de los guanches libres. Es ese día. Pero no el día de Canarias. Las mansas autoridades de estas islas, siempre al servicio exquisito de la metrópolis española, llaman a celebrar una fiesta en un cementerio. No sé muy bien qué fiesta se puede hacer bailando sobre la tumba de miles de parados y de trabajadores explotados por las grandes empresas turísticas españolas y extranjeras que han asentado en nuestras islas sus hoteles. Siglos de dominación económica y social española han convertido a nuestra tierra en un país expoliado con una de las mayores tasas de exclusión social y pobreza de Europa.
No hemos tenido en Canarias un nacionalismo capaz de luchar contra la explotación de nuestras islas por los hoteleros foráneos y la gran banca. Dos sectores que, a las primeras de cambio, salen huyendo, dejando a las familias canarias sin empleo. Porque lo único que le interesa de nuestras islas es explotarlas como un limón. Durante cuarenta años de democracia las fuerzas nacionalistas no han sido capaces de erradicar la miseria de las islas, ni de luchar para que una parte de la riqueza que se genera en las islas se quede entre sus ciudadanos. Desgraciadamente, hemos tenido un nacionalismo burgués que ha intentado no molestar demasiado a las autoridades españolas.
Los países más ricos de Europa son los territorios que con mayor celo defienden su identidad y su cultura. Dentro del Estado español, sin duda, el País Vasco. Una tierra que mantuvo su independencia fiscal ante el intento de dominación de los capitalistas españoles, a los que paró los pies defendiendo con uñas y dientes los derechos de su pueblo. Porque eso es lo que hacen los pueblos cultos y poderosos: respetar su pasado, defender sus tradiciones y cultivar en sus hijos el orgullo de lo que fueron.
Mientras Cataluña pelea con uñas y dientes por conseguir su soberanía y su república, mientras País Vasco y Navarra impone sus condiciones al Estado español con la fuerza de sus votos, esta tierra nuestra, este país colonizado, se humilla una y otra vez poniéndose de rodillas y votando a partidos que solo son medianeros de sus amos en Madrid. ¿Cómo nos van a respetar, si no nos respetamos nosotros mismos? ¿Cómo pretendemos que en Madrid se respete a Canarias si no somos capaces de votar por hombres y mujeres que sean capaces de defender a los pobres de esta tierra?
Un año tras otro celebramos el día de la autonomía como las mascotas celebran que les den un hueso. En nuestra tierra no existe el orgullo de los que hemos sido como pueblo. No hemos enseñado a nuestros hijos la historia de nuestros antepasados, que yace olvidada en las momias de los museos que nadie visita y en los nombres de algunos pueblos y unas pocas calles. Renunciamos a nuestras libertades fiscales y comerciales cuando a España le convino meternos en Europa, agarrados por ese aro que todos los canarios llevan en la nariz del alma. Se cargaron nuestra industria tabaquera porque no querían dejarnos ser una ventana al mercado europeo y sus medianeros en las islas nos convencieron para que dejáramos de ser lo que habíamos sido a lo largo de nuestra historia, desde Conquista, un puerto franco al que los reyes y reinas dejaban comerciar libremente, para transformarnos en mucho más esclavos. Nos hicieron primero esclavos de la guataca y del ladrillo. Y después de la bandeja. Nosotros cargamos las maletas de los hoteles y ellos los dirigen. Ese es el triste destino de los canarios sometidos.
Hoy no es el día de Canarias. Lo será el primer amanecer en que esta tierra empiece de verdad a trabajar por su independencia y su libertad.
¡Viva Canarias libre!