santa cruz

La historia de Gregorio: la peor situación posible en el peor de los momentos

Gregorio Guiance ha acabado viviendo en la calle en plena pandemia tras sufrir un desahucio justo antes del estado de alarma
Gregorio Guiance, ayer, en la plaza del Parque Bulevar, donde suele pernoctar. F. Pallero
Gregorio Guiance, ayer, en la plaza del Parque Bulevar, donde suele pernoctar. F. Pallero
Gregorio Guiance, ayer, en la plaza del Parque Bulevar, donde suele pernoctar. F. Pallero

Gregorio lleva más de 15 días en la calle. Perdió su dinero, la que fue su casa durante los últimos cuatro años y, casi la vida, después de dos intentos de suicidio. De forma muy reducida esta es la historia de este hombre al que le ha caído encima toda la desgracia de golpe, y todo ello en mitad de una pandemia. La peor situación posible en el peor de los momentos. La historia de Gregorio Guiance, es como la de muchas otras personas que terminan en la calle. Un tropiezo, una mala decisión, la falta de ayuda, hace que caigan en picado y lo hagan sin red. En el caso de Goyo, como lo conocen sus amigos, el camino que lo llevó hasta su actual situación, se remonta a hace unos pocos meses, cuando abrió los ojos a lo que, según cuenta, le ha llevado a la calle, y que no es otra cosa que la estafa y la mentira de alguien a quien creía su amiga.

Hijo del conocido Luis Guiance, jugador del CD Tenerife y del Real Madrid, Goyo asegura que hizo entrega de una considerable suma de dinero a una persona de su confianza, unos 47.000 euros, para no guardarla encima. Esta persona de la que se fiaba lo convenció para que no tuviera el dinero en casa y se lo entregara para guardarlo en una caja fuerte. “Eso fue lo que hice. Durante años, cada vez que necesitaba dinero para alguna cosa se lo pedía, y ella me lo daba descontándolo de lo que le había entregado”. Él se ganaba la vida con su trabajo como técnico en informática, por lo que ese dinero lo usaba, entre otras cosas, para el pago del alquiler, o eso creía él, ya que lo hacía, según cuenta, a través de su amiga. “Me consiguió el piso en el que vivía. Me pidió una entrada de 900 euros y luego me dijo que ella misma iría pagando de mi dinero el alquiler de forma mensual, ya que la propietaria no hacía recibos”. Sin embargo, sigue reconstruyend Goyo, “me encontré con un amigo por casualidad que trabajaba para la propietaria del piso y le pedí que mirara cómo estaba lo del alquiler”. La respuesta fue sorprendente. Solo se había dado, según dice, una entrega inicial de 300 euros y no de 900, y no se había pagado nada más en tres años. “Cuando le reclamé a esta persona que me devolviera mi dinero y que descontara el alquiler que no había pagado a la propietaria, la respuesta que recibí fue una denuncia por impago del alquiler y un procedimiento de desahucio”.

Gregorio reconoce que pecó de ingenuo por fiarse de esta persona, que la creía su amiga. La situación le llevó a una fuerte depresión que le hizo desentenderse de todo, tanto que no prestó atención a los avisos del juzgado para que alegara en su defensa. Fue entonces cuando intentó suicidarse por primera vez. “Me tomé un bote de pastillas, pero me encontraron antes y me ingresaron unos días en el hospital”, cuenta resignado.

Al salir del hospital se encontró con que ya había fecha para su desahucio, el 3 de marzo. Volvió a intentar quitarse la vida y esta vez casi lo consigue. Después de 15 días en el hospital cuando volvió a la que había sido su casa, la encontró con el precinto del juzgado y las cerraduras cambiadas, con todas sus cosas dentro. Esa fue la primera noche que pasó en la calle. Permaneció tres días en el albergue municipal, pero no llegó a adaptarse al recurso. Se marchó. Lo hizo a casa de un amigo que le ofreció su hogar hasta el pasado 20 de abril, cuando tuvo que volver a la calle, ya con el albergue y los pabellones habilitados para personas sin hogar completos, y todo en pleno estado de alarma.

Ahora mismo Goyo solo pide que le dejen sacar sus cosas del piso en el que vivió durante los últimos cuatro años, porque, “ahí está todo mi material de trabajo. Mi ordenador, mis herramientas, los programas de simulación de vuelo, todo con lo que podría ganarme la vida”. Sobrevive con lo que le dejan algunas personas, amigos, y con la ayuda de la Policía Nacional y Local que intercedieron para que tuviera un primer contacto con la Unidad Móvil de Atención (UMA).

De momento, desde la Seguridad Social le están tramitando la renta canaria de emergencia para que tenga algún tipo de ingreso. “Tengo 60 años y no estoy bien de las piernas, no puedo caminar mucho. Le pedí ayuda a la alcaldesa por su Facebook y me dijo que alguien me llamaría para echarme una mano”, cuenta. Y lo llamaron, pero, según Goyo, no sirvió de mucho. “Me dijeron que volviera al albergue que había una plaza para mí, pero cuando llegué me dijeron que no había plazas, que no sabían quién me llamó”.

Han vuelto a llamar a Goyo. Esta noche es la primera que podrá pasar bajo techo, lo hará en uno de los dos pabellones habilitados por el Ayuntamiento para las personas sin hogar. Su único temor es poder moverse con libertad para arreglar tanto su pensión como para reclamar lo que es suyo.

TE PUEDE INTERESAR