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Vilaflor honra a sus lavanderas

Un grupo de mujeres de la Asociación de la Tercera Edad mantiene viva, como atracción turística, la histórica actividad del lavado de ropa en El Chorrillo, que transcurría entre largas tertulias
Dos estampas de las recreaciones que reúnen a numerosos turistas desde hace siete años y que se pretenden retomar desde que comiencen a llegar visitantes a la Isla tras la pandemia de coronavirus. DA

Llevan desde el año 2013 honrando la memoria de sus antepasadas, aquellas mujeres sacrificadas de las medianías y cumbres del Sur, de familias humildes, que no podían permitirse el lujo de disponer de aljibes para la limpieza de sus ropas y utensilios, y acudían a los lavaderos públicos, por donde discurría el agua procedente de las galerías.

Un grupo de mujeres de la Asociación de la Tercera Edad de Vilaflor de Chasna, en colaboración con el Ayuntamiento, decidieron hace siete años recrear la vida y la labor de las lavanderas en el ámbito rural. Una iniciativa, escenificada en uno de los puntos históricos para el encuentro vecinal, El Chorrillo, que se reveló como un éxito y que ha atraído la atención de miles de turistas a lo largo de este tiempo. Incluso fue distinguida con el Premio Gánigo, que concede el Centro de Iniciativas Turísticas del Sur en reconocimiento al “trabajo voluntario de recreación y puesta en valor del papel de la mujer rural”.

Rosa Amelia García Hernández, tesorera de la Asociación de Mayores y una de las lavanderas fundadoras del proyecto, recuerda, con cierta nostalgia, anécdotas de su madre y familiares sobre “aquellos ratitos, que muchas veces duraban días enteros”. Y es que más allá de restregar con agua y jabón las prendas, la tertulia era el gran aliciente entre las vecinas. “El Chorrillo antes era como el Sálvame de ahora, allí se hablaba de todo y se cotilleaba”, bromea.

Rosa Amelia no olvida cómo madrugaban para “pelear” por el primer puesto, donde salía el agua limpia, y cómo las prendas de las personas enfermas se enjabonaban y aclaraban en la parte final de los lavaderos, con agua bastante menos limpia, para evitar contagios. En los encuentros no solía faltar la “cabrilla”, una mezcla de gofio y azúcar para combatir el frío y el hambre durante el día, acompañada muchas veces con un “trancazo” de vino, recuerda Rosa Amelia.

Varias representantes de la Asociación de la Tercera Edad de Vilaflor de Chasna y partícipes de la iniciativa. DA

La vida social giraba en torno a El Chorrillo, convertido en un espacio de convivencia en el que cada familia se ocupaba de la colada propia, aunque aquellas de mayor poder adquisitivo pagaban por piezas lavadas. Para blanquear las prendas las tendían por la noche al rocío y el primer sol de la mañana se encargaba de secarlas. La estampa de las lavanderas cargadas con los cestos sobre sus cabezas subiendo o bajando las calles, representaba la imagen típica de esta actividad social. Como recoge un dicho popular, “el agua corre limpia por la atarjea y llega al lavadero donde la espera la mujer ruda y fuerte de tez morena retuerce entre sus manos las sucias telas, arrullando en el agua la prenda entera y, bailando con ellas, limpias las deja, le saca los colores la lavandera”.

Además de punto de lavado y de encuentro, El Chorrillo era, desde tiempos remotos, el lugar para el abasto público de aguas en el pueblo. Las primeras canalizaciones procedentes de los nacientes del Traste de doña Beatriz y de Madre de Abajo llegaban hasta allí, desde donde se distribuían y repartían para el consumo humano, el sustento de los animales y para atender las necesidades básicas de higiene y salud. Todo pasaba en el entorno de la pequeña construcción rectangular de poco más de 60 metros cuadrados construida con piedra porosa de basalto, donde llegaba el agua a través de unas atarjeas de piedra en forma de cruz.

Con los lavaderos se daba respuesta a las necesidades básicas de los vecinos. Empezaron a tomar forma con la colocación de un conjunto de piedras a la altura de un tramo de atarjea. En 1936 se construyó una techumbre y se mejoraron las pilas y las bañeras, así como la distribución del suministro a través de un nuevo sistema de reparto. Hoy, tras la rehabilitación acometida en 2005, una cubierta de madera y teja de cerámica árabe descansa sobre ocho pilares revestidos de piedra natural.

La concejala de Turismo, Desarrollo Rural y Tercera Edad, Rita Fumero, recuerda que la semilla plantada en 2013 para rescatar de la memoria chasnera la labor de las lavanderas surgió a raíz de la petición de varias asociaciones de mayores del norte de la Isla para visitar Vilaflor. “Ahí nació la idea, aunque al principio nos pareció descabellado implicar a un grupo de mujeres para realizar una representación delante de 400 personas. Ellas mismas se encargaron de buscar el vestuario y todo lo necesario para que la recreación fuese lo más real posible. Aquella primera vez recuerdo verlas subiendo por la calle hacia los lavaderos, ataviadas como antaño, con las cestas de ropa a la cabeza y cantando, sinceramente fue un momento precioso y emotivo. Ese día los visitantes se quedaron maravillados con su exhibición en los Lavaderos del Chorrillo”, recuerda la concejala.

Varias representantes de la Asociación de la Tercera Edad de Vilaflor de Chasna y partícipes de la iniciativa. DA

A partir de este momento, el grupo de mujeres voluntarias ha continuado periódicamente con las representaciones, hasta convertirse en un reclamo turístico para los visitantes que pasan por el pueblo en su camino hacia El Teide. “Son un ejemplo a seguir en cuanto a dedicación, entrega y cariño a su pueblo. No solo se han convertido en guías turísticos de su propio pueblo, sino que, además, propician el conocimiento de la historia, patrimonio y tradiciones de nuestra tierra”, manifestó a este periódico la concejala.

La recuperación de esta tradición no pasó inadvertida para el Cabildo de Tenerife, que convirtió al municipio de Vilaflor en lugar de visita en su programa insular ‘Nuestros guías los mayores’. Una iniciativa que permitió a un grupo de mujeres voluntarias de la Asociación de la Tercera Edad Vilaflor de Chasna convertirse en guías turísticas, lo que les permitió rememorar el trabajo de las lavanderas. Una muestra más de cómo se cuida y transfiere, de generación a generación, las costumbres de un pueblo.

Las lavanderas voluntarias de Vilaflor se han convertido también en un foco de atracción en otros puntos de la comarca. Su representación ha llegado al Día de las Tradiciones de Chirche, en Guía de Isora, donde han brillado con luz propia con el homenaje a sus antepasadas, cumpliendo así, una vez más, con la máxima de que la identidad cultural no existe sin memoria.

Agustina Beltrán, alcaldesa de Vilaflor de Chasna, se refirió a las mujeres que representan el papel de las lavanderas como “un ejemplo de la importancia de mantener vivas nuestras tradiciones y costumbres, haciendo partícipes a las generaciones más jóvenes de los duros trabajos a los que se enfrentaban nuestros antepasados”. Beltrán señaló que el grupo de mujeres de la tercera edad encargadas de la recreación “merecen todos los reconocimientos, porque han permitido que lugares como los antiguos lavaderos vuelvan a cobrar vida”.

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