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Sobre vientos y olores

Cuentan que a la polivalente Mercedes Milá se le escapó un cuesco cuando vagaba por Barcelona encuestando a las señoras sobre su punto G. Y el pedo hizo fortuna porque quedó grabado en el video y su tronar fue emitido. El crítico de televisión Ferrán Monegal revela que, según un experto en pedos de Morata de Tajuña (Madrid), los peores cuescos son los de las beatas sin desayunar que acuden a misa de ocho de la mañana. Y que la reina Isabel de Inglaterra se los tira en forma de metralleta, como los chinos, modalidad también denominada carrillón. Parece que la soberana no se puede contener. En realidad, no sé por qué he comenzado el artículo hablando de esto, debe ser el aburrimiento. A don Camilo José le encantaba tirarse pedos delante de la gente; eran los suyos pedos de cartero, que son los que se escapan cuando el que trae las cartas negras de la Agencia Tributaria sube el escalón del portal. Quizá por eso lo nombraron cartero de honor, título que llevó con mucha honra don Camilo José durante toda su vida. Yo creo que la peor ristra es la cinematográfica, que se produce siempre en el momento mejor de la película. El emisor es perfectamente detectable porque tose y mueve el culo, nervioso, en la butaca. Lo cual es mucho peor, porque el movimiento provoca la expansión del aroma. Si se le pudiera ver el rostro al autor, que siempre está de espaldas al receptor, se observaría que enguruña ligeramente la cara en el momento del esfuerzo, con lo que no existiría duda de la procedencia. En ocasiones, el exceso provoca un cierto fluido, de color perenne, que se queda en los calzoncillos; es la famosa raya canela. Mercedes Milá ha llevado el pedo a la tele, aunque peor que el pedo es el gufo, que no hace ruido pero huele que jode.

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