La música y la letra vuelven a ser las mismas de siempre y que el estado de alarma dejó en suspenso. Las urnas, las censuras y Arona en llamas son pruebas fehacientes de que la nueva normalidad es la vieja. Gallegos y vascos han desafiado el temor a los rebrotes y han cubierto el expediente. Son los primeros test a la gestión política de la crisis sanitaria, y el resultado premia a los gobernantes, lo cual no es extrapolable a todos los casos. En Madrid o Cataluña, donde el virus ha resultado devastador, otro gallo les cantaría. La pandemia es el rayo que no cesa, los contagios y muertes se siguen multiplicando sin pausa, por suerte, lejos de aquí. Pero de nada nos vale ponernos medallas por haber cumplido un mes sin decesos, por tener el hotel pionero de la cuarentena o la isla del rastreo piloto. Tampoco los avatares municipales de Santa Cruz y Arona son edificantes, sin que nos rasguemos las vestiduras, porque no es la primera censura que hace encaje de bolillos y evidencia tratos y componendas en la trastienda. La parodia del pacto antitransfuguismo, por ejemplo, desborda cualquier guion que se adorne de transparencia. Muerto y sepultado un acuerdo de boquilla como este, ya ningún otro de su catadura merece la más mínima atención. Los partidos y su cohorte de dirigentes de segunda y tercera fila han convenido una farsa para dar lustre a sus manejos que, llegado el caso, violan y contravienen sin sonrojo. De esta pasta está hecho el ejercicio público de la democracia, que desprende un tufo a cloaca diría que de forma ya inherente a la misma. Ni Santa Cruz es el primero, ni será el ultimo teatro de operaciones similares. Al cabo de un año de tregua, ha comenzado la fiesta. Determinados personajes de la política española y canaria añoraban la inestabilidad, los pactos a la sombra y el comercio de tránsfugas. Bien es cierto que unos partidos más que otros demuestran esa vocación, pero prácticamente ninguno se libra del pecado. Lo de Arona es de manual. Los municipios de calado turístico viven envueltos en llamas, las que avivan de un lado y el otro los sectores políticos y económicos según el viento que más sopla. Aquí también engañan las apariencias. Y hasta Churchill viene a colación: “Nuestros adversarios están enfrente; nuestros enemigos, detrás”.
Urnas, enemigos y adversarios
Al cabo de un año de tregua, ha comenzado la fiesta. Determinados personajes de la política española y canaria añoraban la inestabilidad, los pactos a la sombra y el comercio de tránsfugas