los reyes del mambo

Iván el Bastonero: “La base de mi humor es meterme conmigo mismo”

No pega palos. Las lágrimas que provoca Iván el Bastonero son de risa

Iván el Bastonero, cómico. / DIARIO DE AVISOS

No pega palos. Las lágrimas que provoca Iván el Bastonero son de risa. Este jardinero teldense lleva cultivando el humor desde que asimiló el funcionamiento de la regadera. Entra en el teatro por la puerta grande, de la mano de Corazón Azul Producciones.  

-¿Para qué es el bastón?
“Lo de Bastonero es por una expresión argentina que significa mejor amigo o apoyo.  Viene de unos humoristas que solían decir eso en sus películas”. 

-Pensaba que era por lo de atizar a alguien…
[Risa] “¡No! Bastonazo nunca he pegado”. 

-¿Ni simbólicamente?
“Simbólico, sí. A veces soy de los que dan cachetadas sin mano”. 

-Pullas…
“Sí, los zascas esos”. 

-¿Te mueves mucho por las redes sociales?
“Bueno, no tanto. Anuncio mis espectáculos y alguna que otra cosita. Tampoco es que tenga tiempo de sobra”. 

-¿Te sigue doliendo el coscorrón que te propinaron por una actuación tuya en Lanzarote?
“Sigo sin entender la polémica. Al final se aclaró. De un monólogo de una hora [en La noche de murgas del carnaval de Arrecife] sacaron cinco minutos de una tontería que dije de mi barrio [Jinámar, en Telde] para acusarme de hacer apología de las drogas y de enfermedades psíquicas como la esquizofrenia. ¡Nada más lejos de la realidad!”. 

-¿Tu humor te obliga a ofrecer explicaciones constantemente?
“No, era la primera vez que me pasaba algo así”. 

-¿Qué límites te pones?
“Nunca he sido de poner límites, dentro del respeto. La base de mi humor es meterme conmigo mismo. Lo principal es reírte de ti. A partir de ahí viene lo demás”. 

-Chistes que en el pasado eran muy populares hoy están vetados…
“Sí… Mira, yo he tenido la suerte de coincidir en un programa con [Paco] Arévalo. Lo hablamos y, efectivamente, me comentó que se había puesto muy complicado el humor, como si hubiera regresado la censura. La sociedad está muy sensible y en ocasiones no se llega a entender el sentido del humor. Peor es la telebasura y el público lo consume. La audiencia aplaude que dejen sus estudios para ser famosos una temporada. Sin embargo, se critica al humorista que intenta hacer sátira y buscar risa en el dolor. No para causar más daño, sino para aliviarlo. ¡Encima, nos muelen a palos!” 

-Cuando alguien se cae, si percibes que el trompazo no es grave, el primer impulso es reírte. Después preguntas cómo está… 
“¡Así es! Convertimos el dolor en humor. Cosas más feas hacen los políticos y les votan”. 

-Hay grandes humoristas en la política…
“Antiguamente, en el Oeste, se colocaban carteles con un ‘Se busca’. Hoy en día se pide el voto”. 

-¿De hacer reír sale una renta para vivir o entran ganas de llorar?
“Para mí es un complemento, porque sigo trabajando de jardinero en el Ayuntamiento de Telde. No me dedico a dejar dinero, sino a cuidar plantas. Aquí, como somos islas, cuesta un poquito más salir adelante. Hay menos oportunidades para los artistas”. 

-¿En qué ambiente te sientes más cómodo?
“A mí me gusta actuar en todos lados, pero mi escuela está en los locales pequeños. Al público lo tengo al lado, puedo jugar con ellos, veo cómo gesticulan, oigo sus risas en primera fila, los aplausos… Es algo más íntimo. Lo utilizo como un test”. 

-¿Un estudio de mercado?
“¡Claro! Analizo las reacciones y creo fórmulas para que la gente que viene a verme sonría y se olvide de los problemas”. 

-Hay gente tan amargada que solo da positivo por coronavirus o en un control de alcoholemia…
“Y echan la culpa a los dispositivos defectuosos”. 

-En 2019 fuiste pregonero del carnaval de Telde. Ahora, las mascarillas son las caretas…
“Con las mascarillas, llevamos meses de carnavales”. 

-¿Cómo te afecta?
“Lo que siempre pido es que el público esté separado, a una distancia prudente y con la mascarilla puesta. Comiendo es difícil, se comprende. Soy muy soy exigente con las normas. No puede ser que en un macroconcierto estén brincando y gritando sin guardar la seguridad y a cara descubierta. Al final, esto repercute en la salud y también en la economía. Con esto no quiero señalar a todos los jóvenes, pero es verdad que en una determinada franja de edad, entre 18 y 27 años, no acaban de concienciarse del peligro que conllevan los comportamientos imprudentes. Si en Canarias nos vuelven a confinar, se pasará hambre”. 

-¿Abandonarías una sala si  te percatas de que no se garantizan las medidas de seguridad?
“Me dirigiría al organizador para que comunicara a los asistentes la obligación de usar la mascarilla y de airear el espacio. No es culpa del artista. Lo que ocurrió en un concierto de Taburete fue responsabilidad de la organización. He estado en locales donde te lo están recordando para que a nadie se le olvide. ¡Perfecto! Un control de entrada, con tu nombre y apellidos y el DNI, la temperatura… Reconozco que la mascarilla puede ser un fastidio, lo cual no justifica que pases de llevarla. En mi turno de trabajo, durante todo el tiempo que estoy con mi compañero en el camión tengo que utilizar la mascarilla. Con los calores y eso, ¡imagínate!, lo paso mal. Es inevitable mientras dure la pandemia. Y no nos queda más remedio que adaptarnos a la situación. No es únicamente por nuestra salud. Es por la economía del país. Esto es una cadena: si un eslabón se rompe, fuera”. 

-¿Cuándo se te encendió la bombilla con chispas?
“Yo llevo toda la vida. En el colegio, la profesora me situaba cerca de ella para que no distrajera a los demás niños”. 

-¿Profesionalmente?
“Veinte años. Mi primer espectáculo en teatro en solitario lo estrené el 28 de febrero”. 

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