tribuna

El golpe de mano

Han vuelto los instintos del oficio del ofidio. Canarias, cuya caja de Pandora expande las hambres de poder al menor síntoma de flaqueza del gobernante de turno, ya era el mejor laboratorio de coaliciones y censuras del país antes de la pandemia. Se carecía de antecedentes en pantanos como el actual, pero ya despuntan las señales que repiten el brío de siempre de las aguas negras de la política, las sevicias más probables, incluso inminentes. Secretamente, se propicia la desestabilización, y Coalición Canaria (CC) es la madre de todas las batallas, se crece en el lodo. El bronco nombramiento de Conrado Domínguez al frente del Servicio Canario de la Salud, un departamento de guerra, ilustra que los mentideros no mentían. CC, repuesta del shock de las elecciones del 26 de mayo de 2019, ha puesto proa al gobierno, y estaría en su derecho, pero usa la vía sibilina y matriarcal de un golpe palaciego, después de intentar en vano el atajo de Casimiro, que cegó -una vez más- Ciudadanos. En su defecto, opta por el abrazo del oso. El acuerdo PSOE- CC, que Héctor Gómez califica en las páginas siguientes de un viejo fracaso, es la ensoñadura de Clavijo para hacerse de nuevo corpóreo en la política canaria como el mito borgiano del fantasma soñado en Las ruinas circulares, que se desplazaba a salvo del fuego. Y el mismo sueño da alas a Sebastián Franquis, porque es la llave del Cabildo de Gran Canaria, y una versión de los repartimientos medievales de los territorios en el auge de la Reconquista.

No hay un caso como el de CC en toda la geografía política española, pues Convergencia ha desaparecido y el PNV es un partido serio. Todo un matraz, CC, de destilación de componendas, digna de una cátedra de pactología. Antes de que CC se viniera abajo en mayo como por ensalmo y perdiera el poder tras perder el poder de encantamiento, coalicioneros y socialistas habían logrado sentar un precedente de cohabitación paradigmático entre Paulino Rivero y José Miguel Pérez, que es al que ahora se aferran, haciendo trampas con la nostalgia, los últimos legatarios de Hermoso, padre de una criatura que se siente huérfana. El fraude de esta repentina química de CC con el PSOE (de Gran Canaria) no es otro que el rescoldo (más que el recuerdo) de diciembre de 2016, cuando Fernando Clavijo, ungido por su partido como el Mesías de una organización que no pensaba sacudirse jamás el peso de la púrpura, decide expulsar del gobierno que presidía a sus socios del PSOE de mala manera. Y aquel divorcio incausado es el origen de que la exvicepresidenta Patricia Hernández y el exconsejero de Sanidad Jesús Morera, cesados por Navidad, hayan reaccionado con cajas destempladas ante el anuncio del nombramiento de Domínguez, que ocupó con Baltar las vacantes sanitarias del PSOE repudiado por CC. Cierto es que los odios sarracenos en el socialismo canario son su peor enemigo.

Ha bastado poco más de un año para perder la noción de Clavijo cercenando cabezas y premiando lealtades inquebrantables. Logró, lo cual habla en su favor, una tropa de incondicionales que dejaban cadáveres por el camino, salvo algunos supervivientes que continúan llegando a los kioscos pese a aquella yihad. Un año que parece mil años por la desgracia del mundo y los cataclismos locales nos había borrado de la mente la ignífuga CC y su estado confesional de devotos clientelares. Aquel cuarto de siglo que no fue un cuarto de hora, CC, con pecado concebida, ignoraba la posibilidad de perder el poder nunca y otorgaba cargos por sucesión hereditaria. Con la censura de Santa Cruz hemos despertado de la siesta. Y todo son rememoraciones de un reguero de pequeñas y grandes hogueras, en ayuntamientos, cabildos, gobierno, donde asestar el golpe de la censura. En el cuento de Borges el fantasma es incombustible.

Los viejos partidos, como el PRI mexicano, resurgen de verdad o es una reaparición ilusoria como la mejoría de la muerte política. CC viene de una mini travesía del desierto, cargada de recuerdos posesivos del poder. Fueron pioneros. Cuando dejar gobernar a la lista más votada era lo procedente en la política nacional, las Islas acuñaron el juego de sillas en el que una era fija para CC, dueña de la centralidad. Según una norma no escrita, socialistas y populares no habrían de gobernar. Como el compromiso histórico en la Italia de los años 70 de eurocomunistas y democristianos (el secuestro y asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas lo liquidó), Saavedra ingenió un acuerdo con el PP de Bravo de Laguna, a poco de nacer CC a costa de censurarle a él mismo, y en el comité federal del PSOE, ante la plana mayor (Felipe González, Alfonso Guerra y Txiki Benegas) Santiago Pérez argumentó la apostasía, pero no cuajó. A CC le ha acompañado la suerte desde entonces, 1995, y en 2019 se le volvió en contra. Hasta ahora en que trata de restablecer las costuras con el PSOE grancanario, pero ya sin Saavedra, sin José Miguel Pérez ni Juan Carlos Alemán. El amor en los tiempos del cólera nunca tuvo segunda parte. Acaso sea esta, si el Gobierno de Progreso se confía o se confina en las contradicciones internas del PSOE y demuestra el de CC que su palabra sí vale un Clavijo.
Ya no quedan ingenuos en política desde los tiempos de UCD. Ni nadie está libre de culpa, como hemos visto a Martin Villa comparecer aún ante una juez argentina por episodios turbios de la Transicion (habria que sumar los del atentado a Cubillo en Argel en los años 70). La pandemia ha resucitado el espiritu de los Pactos de la Moncloa, reducidos a la entente PSOE-Cs, pues el PP se apunta, como CC, a la estrategia erosiva del virus. Estamos viendo en Canarias cómo se cocina a fuego lento una mocion de censura ad hoc contra el Gobierno de Torres. CC, que lleva la censura doblemente escrita en el nombre, lo intenta por activa y por pasiva. Ábalos ha recibido, incluso, la recomendacion de empresarios para que el PSOE pacte directamente con CC, que sopesaba tres golpes sobre la mesa (con la derecha, con Nueva Canarias y con el PSOE) y ahora solo le queda uno. Cuando Torres y Román Rodriguez salían de la reunión en Madrid del PSOE- NC, el miércoles, amenazó Podemos con dimitir por el caso Conrado Dominguez. CC no tardó en ofrecerse a Torres si perdía la mayoria, y Podemos retiró el órdago. No será la última vez que pase este tren. Pues la otra opcion, la de casarse en segundas nupcias con Nueva Canarias, es la menos viable. Clavijo no promociona a Román porque teme que, como él, en la ficción de la política sea invulnerable a las llamas.

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