Luego de 10 años y 365 artículos de Otras coordenadas, situado en la frontera de la COVID-19, cambio el título de mi columna por el de Visiones Atlánticas. Opinar en Canarias inmerso en la isla, genera el conflicto entre pertenencia y objetividad. Quien mejor podría opinar sería el local, manteniendo la distancia para el buen juicio. En palabras de Josep Plá, en su Cuaderno Gris, “es más difícil observar que pensar”. Cuando la identidad pretende suplantar la razón, el juicio se complica. Se enfrenta el ‘multiculturalismo’ de las identidades desiguales, el de la deslealtad y superioridad que exhiben los nacionalismos y las izquierdas radicales, contra el ‘pluralismo’ que soporta igualdad y ley. La democracia se desvanece, en la mutación actual del régimen constitucional por la vía de forzar las leyes. Visiones Atlánticas mira a la isla desde dentro y fuera de ella, ampliada al continente macaronésico, puerta de Europa hacia América y África, frontera activa de la UE. Abandonados en medio del Atlántico, padecemos un problema de distancias no solo físicas, obligados a gestionar nuestras singularidades múltiples. La primera la ‘escala’ de las islas; sobre 7.200 kilómetros cuadrados sostenemos una población de 2,15 millones, fracturada en siete islas, con niveles de renta, paro y escuela, en los puestos últimos del país. La ‘escala’ de Canarias en la historia ha producido dos efectos socioeconómicos, la “dependencia y la especialización”. Seguimos manteniendo un balance fiscal con el estado negativo en 4.000 meuros año (2019) y recibimos de la UE otros 500 meuros año. La ‘especialización’ ha generado el modelo de los monocultivos, hoy derivado a los servicios, soportado básicamente en el turismo, con el tercio del PIB y el 40% del empleo directo. La singularidad canaria se apoya en el REF, y en la UE con la fórmula de las RUP, ambas en regímenes siempre inestables. Son provisionales y sujetos al juego de la política, sacrificados en la ‘teoría del dominó’ Madrid-Canarias, que obliga al alineamiento de sus gobiernos, base de la crisis última de CC. Los ‘ciclos de aceleración y frenada’ en Canarias, se han visto alterados, por el virus, que nos arrastra a una dimensión desconocida, que incrementa las limitaciones permanentes de las RUP; donde lo público va sumando espacios privados, ante una sociedad civil pasiva. Produce una administración hipertrofiada en costes, trámites y niveles, que colapsan la gestión empresarial. En Canarias pocas cosas cambian, la vieja teoría de los ‘cupos’ siempre regresa. Reconvertida en reservas singulares de mercado, con acceso reservado a las clientelas. El pequeño operador va siendo expulsado, con mecanismos administrativos y financieros, pervirtiendo los procesos de liberalización de la Bolkestein. Familia, escuela y empresa se debilitan en la COVID, cuando debieran ser objeto de apoyo singular. Vivienda protegida, inversión pública en infraestructuras y servicios, simplificación administrativa extrema, priorizar obras estratégicas, colaboración público-privada máxima. Diversificación del tejido productivo. Canarias RUP y ZEC europeas que no avanzan. Romper inercias obliga al cambio oportuno, seguimos expulsando al grueso de nuestros titulados universitarios, mientras demandamos formaciones medias y bajas. En un proceso de centralización en islas mayores y sus áreas centrales, con unas administraciones desaparecidas que no los corrigen. Una nueva ‘visión atlántica’, debe llevarnos hacia una sociedad proactiva, sostenida en las capacidades de su sociedad civil, que deberá dar su batalla cultural, contra la demagogia, el gasto público sin control ni prioridad y el intervencionismo salvaje y sus impuestos