el charco hondo

Vuelos sin destino

Algunas aerolíneas -asiáticas, en su mayoría- están ofreciendo vuelos sin destino, viajes a ninguna parte. Hay quienes para satisfacer sus ganas de viajar -verbo que la pandemia nos tiene confinado- pagan (muy bien, además) que los tengan unas horas en el aire, aunque acaben aterrizando en casa, en el aeropuerto de partida. Quantas, compañía de bandera, ha vendido en 10 minutos toda las plazas para uno de estos vuelos que, como las cartas que Joan Manuel Serrat escribió a Lucía, van a ninguna parte, a ningún buzón. Volar por volar. Sobrevolar los principales atractivos de Australia -el próximo 10 de octubre- y de vuelta a casa. Vuelos sin destino. Vuelos circulares. Vuelos que, como los carnavales, te tienen unas horas en el aire dando vueltas para acabar aterrizando en casa. Vuelos de 12 horas sobre la Antártida, la geografía hawaiana, los bosques tropicales del Sudeste asiático o el mar de China Meridional. Sorprendentemente, la idea ha llamado la atención. Hay quienes se echan las manos a la cabeza. Al parecer, a diferencia de lo que ocurre en nuestros ministerios los gobiernos de esos países no tienen por costumbre volar a ninguna parte. No es el caso de los ministros españoles. Abonados a vuelos sin destino sobrevuelan la legislatura por el mero placer de volar. Volar. Sobrevolar sin aterrizar en los despachos de Bruselas, de ahí que la Comisión Europea no tenga noticias sobre un plan de ayudas al turismo del Gobierno español -qué decir sobre el repunte migratorio en Canarias-. Y no tienen ni pajolera idea porque la delegación española sobrevoló, pero no aterrizó en Bruselas. Al ministro de Migraciones también le va lo de volar por el mero placer de sobrevolar, pero sin aterrizar en Canarias, en la caótica realidad que tendría que explicar si llegara a bajar del avión. Vuelos a ninguna parte que para los asiáticos son novedosos, pero que en este país resumen una manera de estar sin estar en política, gestionar sin gestionar, mojarse en seco, limitándose -como tantísimos cargos intermedios- a sobrevolar el mandato sin ánimo alguno de aterrizar en los esfuerzos, la perseverancia o el desgaste que conlleva resolver, cerrar acuerdos, avanzar. Hay quienes están fajándose y echándole horas, claro que sí, pero ese trabajo -en el Gobierno canario- cae en saco roto si los ministros se limitan a embarcar en vuelos sin destino, a ninguna parte, conformándose con sobrevolar asuntos de Estado a los que el Estado no está poniendo ningún asunto, remedio o solución tangible.

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