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Alberto Cañete, el compromiso es también generosidad

La vertiente musical, dentro de la generación de cantautores surgida en Canarias a comienzos de la década de los 80, contribuye a esbozar un retrato de la personalidad, llena de inquietudes sociales y artísticas, de quien fuera concejal de Educación, Juventud y Desarrollo Local en La Laguna, fallecido hace una semana
Alberto Cañete. / José Albornoz

Compromiso social, inquietud artística e intelectual y generosidad. No es fácil -nunca lo ha sido- esbozar en unas líneas, en un texto más o menos amplio, la biografía (y mucho menos, la forma de ser) de una persona. Sin embargo, más allá o más acá de cualquier tentación hagiográfica, las tres cualidades que inician este texto suelen formar parte de la respuesta cuando la pregunta es quién fue el cantautor Alberto Cañete, fallecido hace ahora una semana. “Yo destacaría su compromiso, su empeño en cultivarse intelectualmente y, sobre todo, su generosidad”, subraya Rubén Díaz, músico, compositor, productor, cantautor y periodista, quien junto a él y a Enrique Getino, entre otras complicidades, crearía en los 80 Tríptico, un proyecto musical que luego continuaría Alberto Cañete con su pareja, Inés Gutiérrez, hermana de “un histórico de la canción protesta de los 70, Pepe Paco”.

Aunque la historia comienza antes, en 1972, en la Coral de Voces Blancas de la Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife. Bajo la dirección de Alberto Delgado, hoy presidente de la Fundación CajaCanarias, se realizaron más de 5.000 audiciones entre escolares para elegir a 22 cantantes. “Un casting tan acertado -recuerda Díaz- que de esos 22 niños muchos desarrollaron una carrera en la música”. “Era una coral atípica para el momento que se vivía, pues allí Alberto Cañete y los demás nos contagiamos con la poesía de Miguel Hernández, de Lorca, de Machado… Eso nos marcó para el resto de nuestras vidas”.

LA TRANSICIÓN

La llegada de la Transición, tras la muerte del dictador Francisco Franco, aunque -y también debido a- desde ciertas instituciones políticas y cuerpos y fuerzas de seguridad algunos no acabaran de enterarse del todo, “fueron unos años revueltos a la vez que emocionantes”, destaca Rubén Díaz. Ese sería el momento en el que quien hasta la semana pasada fuera concejal de Educación, Juventud y Desarrollo Local en el Ayuntamiento de La Laguna emprendió su trayectoria como cantautor. Alberto Cañete y Javier Galván crearon Tajinaste. “Ese tiempo tan estimulante para la música -indica Díaz-, recibió el nombre de Nueva Canción Canaria, una etiqueta en la que tuvieron mucho que ver los periodistas Carmelo y Martín Rivero y Zenaido Hernández”. En esos años, aparecía en la prensa tinerfeña, de manera sucesiva en El Día y en DIARIO DE AVISOS, una doble página, Música Popular, que tomaba el pulso -y creaba una sinergia- al fenómeno musical que se estaba dando en las Islas, que abarcaba folk, folclore, rock y música de autor. El Movimiento de la Nueva Canción Popular Canaria abarcaba en esas páginas una variopinta relación de grupos y artistas, pero con rasgos que incluían puntos de encuentro: Taburiente, Caco Senante, Los Sabandeños, Pepe Paco, Suso Junco, Palo, Juvenal, Pluma y Voz…

Tras Tajinaste, Alberto Cañete comenzó a actuar en solitario. “Era un cantautor a la vieja usanza. En aquellos años lo más frecuente era buscar poemas muy significativos y musicarlos, tal y como hizo, por ejemplo, Paco Ibáñez”, apostilla Rubén Díaz. “Luego la canción de autor se personalizaría más y abordaría una temática intimista, donde el intérprete escribe sus propias letras, pero en aquel entonces existía un compromiso social y político muy arraigado y era lo que nos demandaba la gente”.

“Para mí siempre ha sido un orgullo que Alberto siguiera en activo y contar con él para un concierto o para que colaborase en un disco”, subraya Díaz. “Era como el Guadiana, que aparecía y desaparecía, pero nunca abandonó la música y continuaba componiendo. Tenía un estilo y cultivaba su propio lenguaje”.

Uno de los aspectos que no quiere pasar por alto Rubén Díaz al hablar de Alberto Cañete es que, además de la música, “tenía otro don”: “Escribía muy bien y, pese a ello, siempre fue muy generoso. Llegó a desatender su propia obra para musicar los poemas de gente como Agustín Millares, Fernando Senante, Pedro Lezcano, Francisco Viña…”.

AÑO INTERNACIONAL DE LA JUVENTUD

En 1985, coincidiendo con el Año Internacional de la Juventud, el Parlamento regional y el Centro de la Cultura Popular Canaria (CCPC) editaron un doble LP, Nueva Canción Canaria, que fue un hito en el panorama cultural del Archipiélago y la carta de presentación de una nueva hornada de cantautores. Producido por Alberto Delgado y el propio Rubén Díaz, reunió a Pedro Guerra, Andrés Molina, Rogelio Botanz, Alberto Cañete, Marisa Delgado y José Luis Calcines.

Portada del doble LP ‘Nueva Canción Canaria’. / DA

Otro momento destacado tuvo lugar en 1995, cuando, Tríptico, Alberto Cañete e Inés Gutiérrez, publicó Con la luna vieja, un álbum que incluyó las colaboraciones de Vicente Feliú y Silvio Rodríguez, pues la nueva trova cubana y lo que se hacía musicalmente en la isla caribeña despertaban el interés de Alberto Cañete, que acabaría siendo amigo de varios de sus representantes. “En ese disco Manolo Rodríguez, un músico de jazz con un lenguaje muy personal, se encargó de la producción”, apunta Rubén Díaz, quien menciona a otro artista, también fallecido recientemente, como una de las grandes influencias de Cañete: Luis Eduardo Aute. “Era un apasionado de Aute en su condición de artista integral. Cuando en 2015 organizamos un tributo con motivo de los 40 años de Al Alba, el gol que Aute le metió a la censura para denunciar los últimos condenados a muerte del franquismo, fue casi una obligación contar con Alberto”, resalta. De la misma manera que 24 años antes, el 18 de diciembre de 1991, Rubén Díaz recuerda a Alberto Cañete “capitaneando” un concierto en el Parque San Francisco del Puerto de la Cruz, Por todos los rincones, dentro de las acciones impulsadas por la plataforma ciudadana que nació para salvar El Rincón, el emblemático paraje de La Orotava amenazado por los proyectos urbanísticos. “Creamos un himno, que se llamaba también Por todos los rincones, en el que Fernando Senante y yo hicimos la letra, y de la música me encargué junto con Alberto Cañete, además de la colaboración de Inés Gutiérrez y Dory Acosta”, explica.

“Recuerdo la emoción de ese día. Subimos al escenario más de 20 artistas; gente de la salsa, del jazz, de la canción de autor, del folclore… Y también me acuerdo de la pena que sentía Alberto, ya que su padre, Alberto Cañete Calvo, un hombre con un profundo compromiso político, falleció ese mismo año y no pudo compartir con él un momento tan especial”. En 2014, Alberto Cañete presentó en la sede de Equipo PARA, en la capital tinerfeña, Versolario, un libro de poesía escrito por Meliano Peraile Redondo e ilustrado por Alberto Cañete Calvo, su padre, que fue concebido muchos años antes, cuando ambos estuvieron encarcelados en la prisión del Seminario de Cuenca, tras la Guerra Civil. Para ese acto Cañete contó con Fernando Senante, Rubén Díaz, Dory Acosta, Pepe Paco, Javier Galván, Berti Santana e Inés Gutiérrez.

CONCIERTOS EN EL LEAL

“Cuando me enteré de la muerte de Alberto sentí que se iba un pedazo de mí”, subraya Andrés Molina en una charla con este periódico. “Fíjate que hacía tiempo que no lo veía, pero él siempre estaba ahí. Y aunque ahora lo que siento es una tristeza enorme, soy consciente de que la huella que nos deja es aún mayor”, asevera el cantautor tinerfeño: “Está la amistad, el compromiso político, su lucha social, su música…”.

Andrés Molina define la época en la que más coincidió con Alberto Cañete, los años 80, como un momento de “eclosión social” en el que un amplio grupo de personas dieron voz, a través de la música, a las inquietudes que estaban en la calle. “La forma de trabajar de Alberto, la musicalización de poemas, sobresalía por su carácter culto, de una manera cercana al trabajo que llevaba a cabo Luis Eduardo Aute”.

Molina coincide en señalar la importancia del disco Nueva Canción Canaria: “Sin menospreciar lo que se hacía en ese momento, fue un revulsivo. El músico popular no debe caer en el error de pensar que su obra es la que motiva de algún modo el contexto histórico. Al contrario, la gente estaba deseando encontrar referencias a lo que vivía y sentía, y nosotros, que lo único que sabíamos hacer era crear canciones, las aportamos”. “Recuerdo que por aquí pasó Labordeta, cuando en la Península estaban metidos de lleno en la Movida, y nos dijo, tras ver todo lo que se estaba haciendo, que Canarias era el único sitio del Estado español en el que se seguía pensando en la revolución”.

“Los conciertos eran muy emocionantes”, continúa Andrés Molina. “Recuerdo uno en el Teatro Leal, cuando de repente se fue la luz en toda La Laguna, y nos sentamos sobre el escenario en semicírculo para cantar a la luz de las velas en medio del apagón. Era algo mágico. Solíamos reunirnos todos para hablar y reflexionar, para exponer ideas, y nuestro querido Alberto desempeñaba un papel fundamental”. “Supongo que algún día nos volveremos a reunir en un concierto en el Teatro Leal para cantar las canciones de Alberto Cañete. Sería el mejor homenaje que podríamos hacerle”, concluye Andrés Molina.

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