reyes del mambo

“Cuando decidí dedicarme al teatro, mi padre pensaba que era un chiste”

En las circunstancias más peliagudas, el teatro enaltece la cultura y recrea nuevas dimensiones
Javier Peña Pinto, actor. / DA
Javier Peña Pinto, actor. / DA
Javier Peña Pinto es actor y profesor

Entre luces y sombras, el teatro se reivindica con arte sobre el escenario. Hace de su capa un sayo. En las circunstancias más peliagudas, enaltece la cultura y recrea nuevas dimensiones. Javier Peña Pinto es actor y profesor. 

-¿Qué representa la televisión para un actor de teatro?
“Como actor, yo me dedico a lo que sea: teatro, que es mi base; la televisión, en lo que estoy trabajando actualmente; lo que salga de cine y de audiovisuales. Esos son campos que están relacionados con mi profesión. En días como estos de ahora mismo y tal cual está el teatro, la televisión me está salvando la vida”. 

-¿En el cine te va de película?
“Hombre, nunca he conseguido un papel de protagonista. Estamos detrás de ello [ríe]. ¡Ya llegará, espero! Han sido más bien participaciones pequeñitas”. 

-Ha habido grandes intérpretes de reparto, muy reconocidos, no tan secundarios… “Sí…  Creo que mi camino va por ahí [carcajada], me da la impresión. En lo que respecta al cine, es difícil conseguir aquí una producción que sea potente.  Generalmente, lo que recogemos los actores canarios son proyectos que ya vienen con los principales papeles asignados. Y, en fin, nos toca la cuota esa”. 

-En cuanto a la producción, el Cabildo de Tenerife está captando proyectos importantes… 
“Hay profesionales que están encauzando estos asuntos y se reparte dinero para producciones con mejores criterios”. 

-No mucha gente sabe que Superagente Makey se rodó aquí, además de Estepona y Madrid…
“Para esa película me ofrecieron un papelito de barquero. No lo hice porque ese día tenía una grabación de En otra clave”.  

-¿Con Rambo V no tuviste una oportunidad? 
“¡Qué va!”. 

-¿Te conformaste con pasear por la Rambla?
“Con el colega Sylvester Stallone, ja, ja, ja…”. 

-¿Jason Bourne?
“Ahí estuve más cerca. Se rodó en mi barrio, Salamanca”. 

-Ambientada en Atenas…
“Yo veía antenas”. 

-¿La situación actual de las artes escénicas es dramática?
“Hoy, más. Sobre todo, con las limitaciones de los aforos. ¡Bastante dura! A pesar de todo, contra viento y marea se sigue estrenando. De las condiciones inherentes a la pandemia se derivan muchísimos problemas. No solamente para los actores. Hablo de los músicos, la iluminación, el sonido… La cultura se está viendo muy afectada…”. 

-Está en cuarentena…
“¡Totalmente!”. 

-¿Con qué frecuencia e interés revisas el guion de tu vida?
“El guion de mi vida me preocupa todas las mañanas cuando me despierto. Llevo cuarenta años y pico ejerciendo de actor y   me lo planteo continuamente. Después pienso que estoy haciendo lo mejor del mundo, por lo menos para mí”. 

-¿Qué serías si no fueras lo que eres hoy en día?
“Me gustaría ser músico”. 

-Estamos en las mismas, ¿no? O peor…
[Risas] “No me voy muy lejos”. 

-¿Cuándo te picó el gusanillo?
“De chico, jugando con los amiguillos. ¡Nos montábamos cada película! Y se me empezó a encender una lucecilla. Iba al cine a las cuatro, a las seis y a las ocho… De alguna manera, aquello me llamó la atención hasta el punto de que, cuando me metí en la universidad a estudiar Derecho, por el año 75, vi un cartelito en el que se informaba de las inscripciones en la Escuela de Actores de Canarias. A partir de ahí, me torcí. Salí corriendo y dejé la carrera”. 

-Se enderezó tu destino…
“¡Menos mal que elegí bien! Para mi padre fue una catástrofe. Él pensaba que era un chiste”. 

-Sigues como profesor…
“Sí. Es una satisfacción trabajar con los jóvenes. ¡Cómo ha cambiado la cosa! Yo tenía que ir a escondidas y ahora llevan a los chicos a hacer teatro”. 

-¿Cuál es el perfil?
“Son gente muy joven que termina el bachillerato o el curso superior correspondiente. Presumo que lo que hay detrás es el auge de lo audiovisual, las series y demás. Hay muy pocos que realmente conocen el teatro. Vienen con la idea del cine o la televisión. Bueno, una vez que entran en la escuela, ves que se entusiasman. Me encuentro muy bien dando clases. Los alumnos me enriquecen y no le pierdo el hilo a las nuevas generaciones, sus inquietudes, sus maneras, sus rollos… Quien se matricula es porque le gusta. Y el trabajo es duro, cuatro años intensísimos. Salen como licenciados en Arte Dramático”. 

-Alguien se habrá matriculado para ejercer la política…
“Para perfeccionar la oratoria y tener una buena dicción”. 

-Para decir lo contrario de lo que piensan y hacer lo opuesto a lo que prometen…
[Risas] “Los motivos son variados. Hay quien va a ligar…”. 

-¿Dónde hay que apuntarse?
“A adelgazar…”. 

-Repito la pregunta…
“Y hay quien va porque se lo manda su psicólogo”. 

-Entonces, la lista de espera es de locos…
“Un máximo de treinta alumnos en cada curso, por ley”. 

-Si las cabras comen papeles, ¿la interpretación es un trastorno de personalidad?
“Desde luego. Hay momentos en los que te tienes que desprender de tus cuatro esquemitas que llevas en la cabeza para vivir en este mundo y adaptarte a un personaje ajeno a ti o expresar unas emociones de modo que el público se lo crea. Es apasionante también”. 

-¿Alguna vez se te han cruzado los cables?
“No he llegado a ese punto”. 

Servando y Panchita, personajes de 'En otra clave'. / DA

-¿Servando y Panchita se solapan con Javi y Nieves?
“Los fines de semana, no. Trabajamos cuando los demás descansan. Nos entendemos mejor como Javier y Nieves. Del contraste entre Servando y Panchita surge la comedia”.  

-Una ventaja de la tele es que funciona como una ventana…
“Un escaparate brillante, si la pantalla no está empañada”.   

TE PUEDE INTERESAR