conversaciones en los limoneros

Helena Somervalli: “No sabría decir qué Canarias prefiero, si la de antes o la de ahora”

Traductora, Helena fue una de las primeras turistas nórdicas que llegaron a Tenerife
Andrés Chaves con Helena Somervalli SERGIO MÉNDEZ

Helena Somervalli vino a Tenerife, por primera vez, en el año 1965. Era Navidad. “Entonces a las nórdicas nos decían piropos; y a mí me gustaba. La gente me parecía educada y cordial”. Su tío, aficionado a las películas Super 8, grabó imágenes inolvidables de la Isla desde 1961, que han sido pasadas alguna vez en las televisiones. Su familia mantiene una importante fábrica de chocolate cuyos productos se comercializaban en los países del norte de Europa. Helena es finlandesa de nacionalidad, pero sueca de pensamiento. Domina cuatro idiomas a la perfección -español, sueco, finlandés e inglés- y se defiende muy bien en otros dos, alemán y portugués. Ella, igual que su familia, se enamoró de Canarias y acabó viviendo aquí unos meses del año. El resto se traslada con su esposo a Finlandia, donde tienen su casa. Se enamoró de su marido, Kjell, cuando este actuaba como cantante y guitarrista en un grupo que animaba las veladas en un crucero. “Fue un flechazo”, me dice. Ambos eran divorciados. Y ahora comparten sus mejores días juntos. Helena Somervalli colabora con varias publicaciones suecas y finlandesas en traducciones, artículos de opinión e información. Incluso ha traducido al sueco artículos míos, como aquella historia del domador de moscas, Federico Canteiro, que yo conté a ustedes con cierto éxito.

-¿Qué isla de Tenerife es mejor, la de 1965 que tú conociste o esta de hoy?
“No te sabría decir. Echo de menos aquellos tiempos, que eran más entrañables y llenos de ternura, pero no se le puede dar la espalda al progreso”.

-Pero el territorio se ha deteriorado. ¿No crees?
“Sí, y de eso tiene la culpa el turismo. También ha mejorado el nivel económico de la gente. Es un dilema, no sabría qué decirte”.

-¿Te enamoraste de algún canario, o fue sólo del paisaje?
“No, del paisaje, del paisaje. Mi amor fue hacia una isla hermosa, no había ningún canario. Es curioso, mi primer marido fue un finlandés, del que me divorcié dos veces; para dejarlo claro. Me dio un hijo y ahora tengo dos nietos, niño y niña. Más tarde conocí a Kjell, hace ya muchos años, y no nos hemos separado nunca. Estoy muy feliz con él. Tocaba con su grupo en un barco y aquello fue un flechazo. Yo sabía que estaba cantando para mí”.

-¿Tú eres sueca o finlandesa?
“Deberías poner que yo soy sueca de Finlandia”.

-El idioma finlandés es endiablado.
“Es que allí realmente se hablan dos idiomas distintos. En realidad, yo los hablo bien, pero no los escribo. Mi idioma es el sueco, que es mucho más musical que el finlandés, que tiene algo que ver con ciertos acentos húngaros poco inteligibles. Cuando las televisiones suecas vienen a grabar a Tenerife, y las finlandesas también, acuden a mí para que les traduzca”.

-¿Se ha perdido el interés de los nórdicos por Canarias?
“Yo no diría eso. Ha bajado un poco, pero se mantiene. Estuvo muy arraigado ese interés en los sesenta y setenta, pero se mantiene bien. Los suecos prefieren Gran Canaria, pero Tenerife les encanta”.

-Además, a ti la música en español te gusta, hablando de idiomas musicales.
“Hombre, ¿a quién no le gusta una balada de Marco Antonio Solís? Mi marido cantaba en español, pero sin enterarse de lo que decía; es curioso, le salían muy bien esas canciones”.
(Me han enviado una grabación de Kjell cantando con Fernando Esteve –son muy amigos-, líder de Los Huaracheros. Un dúo excelente. Kjell, que asiste a la entrevista, ha aprendido un poco de español; lo entiende mejor que lo habla, pero a veces se lanza y lo hace muy bien).

-Dices que has estado con las televisiones de tus dos países, traduciéndoles. ¿Qué te ha impactado más de esos reportajes?
“Uno que hicimos de un campamento de inmigrantes. Eran terribles los dramas humanos que aquella gente contaba. Hay dos tipos de inmigrantes, los que son desembarcados en barcos nodriza y los que vienen desde África en lanchas atestadas de gente, jugándose la vida. La mitad de ellos se pierden en el mar. Son generosos, buena gente, pero no se quieren quedar en Canarias, sino irse a Europa. Suecia está llena de ellos. Una vez, un niño de 9 años me quiso dar todo lo que tenía: su collar de colores. Yo lo rechacé, claro. La emigración es un drama que hay que solucionar en origen, en sus países. Pero nadie da con la solución y es una pena. Me rompe el corazón”.

-¿Perderemos la relación con los países del norte de Europa?
“La pandemia ha cortado las comunicaciones. No hay vuelos. Estamos pasando por un problema terrible. En cuanto se reanuden esas comunicaciones volveremos a recuperar el contacto, pero de momento nos encontramos medio aislados y perdidos todos”.

-¿Es verdad que Suecia ha perdido su categoría de país tranquilo?
“Hombre, la seguridad ha bajado mucho. En algunas ciudades salir de noche entraña algún peligro. Es verdad que se ha abierto la mano en la emigración y ha llegado gente que no tenía que estar allí. No quiero ahondar en ese problema, que compete a las autoridades, no a mí; pero es cierto que no se vive igual que antes”.
(Su padre fue piloto de las Fuerzas Aéreas de Finlandia durante la Segunda Guerra Mundial. Tuvo suerte: lo derribaron tres veces y las tres veces escapó con vida. Al final de la guerra no quiso volar como piloto en una compañía de pasajeros. Quizá acabó harto de los cielos y prefirió dejar los pies en el suelo. A Helena le encanta la historia de España, en realidad, todo lo de España. Trabajó de niñera para costearse su vida en este país, se fue a vivir a Portugal y los portugueses le parecen cariñosos y buena gente. Aprendió idiomas y recorrió el mundo. Tiene otras dos hermanas, una de ellas trabaja en la fábrica de chocolate de su familia. Ella no es residente en Canarias, pasa la mayoría del tiempo en Finlandia, donde se han comprado desde hace años una casa).

-A ti te encanta el mundo de la traducción. ¿No?
“Sí, digamos que es algo así como mi oficio. Tengo traducido a la mitad tu libro El dedo de Mustafá. Lo he ido traduciendo en el periodo de confinamiento y me parece muy interesante. Cuando lo acabe te lo enviaré… en sueco”.
(He prometido regalarle el libro La historia de España, de Pierre Vilar, escrita en un campo de concentración por el autor francés, la mejor que se ha compuesto jamás sobre nuestro país. La he estado buscando -tenía varios ejemplares- y por fin encontré uno, porque no siempre se consigue en las librerías. Así tendrá Helena a mano lo que fuimos y también lo que somos, aunque ella lo conoce perfectamente).

-Antes hablamos de los piropos que te echaban, siendo joven. Ahora los han prohibido.
“¿Pero por qué? Los piropos son una manifestación de admiración por la mujer. Si se dicen con buen gusto yo los acepto y los agradezco. Se están llevando las cosas a extremos muy desagradables. A mí me gustaban mucho, me hacían gracia”.

-¿Qué le ha dado el turismo a Canarias?
“Mira, el turismo ha estropeado mucho las Islas, es verdad. Yo las conozco todas y me encantan. Pero también le ha dado mucho a las Islas Canarias, ha aumentado su nivel de vida y las ha hecho más importantes en el mundo. Todo esto es preciso tenerlo en cuenta. Yo vine por primera vez al Puerto de la Cruz y me encontré con un pueblo de pescadores que empezaba a despertar a esta industria. Fue, te repito, en el año 1965. La gente se conocía una a otra y miraban con mucha curiosidad a los nórdicos que empezaban a cubrir las plazas hoteleras que se iban creando”.
(Mi padre tenía un pequeño hotel, la Residencia Cisne, en el Puerto de la Cruz, que alquilaba a la compañía sueca Vingresor. Es verdad, le digo a Helena, que nos trajeron cultura y nuevas costumbres a un pueblo que estaba como anclado en el tiempo, que evolucionaba muy lentamente. Apenas había teléfonos; para hablar con Santa Cruz había que poner una conferencia, era un desastre. Y no digamos para hablar con Suecia. Pero a los turistas les gustaba esa antigualla y comenzaron a llegar en masa. Y se dejaban aquí su dinero, conocieron nuestras costumbres y hasta nos trajeron una sexualidad distinta, eran libres. Le digo que me gustan las películas suecas que echan los domingos en la tele porque nos dan idea de cómo se vive allá, en esos países (Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia), que yo admiro mucho. Interviene Kjell para comentar, de broma, que un “te quiero” en cualquier idioma es suave, cadencioso, pero en finlandés y en danés es tan duro que parece que te están echando una bronca).

-No hay duda de tu amor por la Isla. Pasas largas temporadas en ella.
“Mis padres viajaban siempre con mis tíos. Mi tío era un gran aficionado al cine. Y hacía grabaciones estupendas en Super 8. Yo me enamoré de la isla de Tenerife a través de esas películas y quise conocerla. Vine en el año 65 y ya nunca más dejé de tener relación con ella. Me confirmó lo que mi tío grababa, y con creces. Entonces era otra Canarias. Y si me preguntas cuál me gusta más no sabría decirte, quizá aquella, pero esta no me desagrada. Incluso llegamos a tener un bar en Los Cristianos, Kjell y yo, pero aquello, que fue muy mal al principio, cambió luego. Ya lo dejamos, era mucho para nosotros y además no siempre estábamos aquí”.

-¿Cuáles fueron las primeras imágenes que viste?
“Las del Teide, que me pareció y me sigue pareciendo un lugar extraordinario”.

-¿Siguen teniendo muchos amigos en Tenerife?
“No, lamentablemente se han ido, o se han muerto. Apenas tenemos amigos y apenas podemos salir con ellos porque, sencillamente, nos quedan muy poquitos”.

-Vamos a confiar en que esto de la pandemia se solucione.
“Vamos a ver. Es bueno cumplir las normas de seguridad. En Suecia y Finlandia, la gente obedece las recomendaciones de las autoridades, que se dictan para algo, no son una tontería. Esperemos que todo vuelva a ser normal, al menos el año que viene”.

-Tú seguirás viniendo a Tenerife por lo que veo.
“¡Claro! Un poquito menos de la mitad de nuestra vida está aquí y el resto en Finlandia. Pero seguiremos yendo y viniendo. Es como si tuviéramos dos patrias. Vamos, vemos a nuestros hijos y nietos (Kjell tiene varios hijos, uno de ellos policía) y disfrutamos de dos paraísos”.
-Y por muchos años, Helena.

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