
Por Sofía Negrín y José Antonio Felipe
Tienen hambre y miran con cierto miedo todo lo que sucede a su alrededor. Algunos enseñan su pasaporte mientras dejan claro, reiteran, que su idea no es quedarse en Canarias, sino continuar rumbo a otras ciudades europeas, donde piensan reunirse con sus familias.
Adil y Adib son dos de esas personas que, con su pasaporte marroquí, lograron comprar un billete con destino a Huelva. Buscan, sencillamente, “una vida mejor”, como dicen con voz débil, que muestra el cansancio que arrastran.
“La situación en Marruecos, ahora, con el coronavirus, es aún peor. Nosotros queremos trabajar, llegar a Europa, poder tener una vida mejor”, reconoce Adil, que admite, con ojos tristes, que no ha comido nada en las últimas 24 horas. El hambre es tan terrible como la incertidumbre.
En el puerto hay ya unas 100 personas llegadas desde Gran Canaria después de que otros 30 inmigrantes hicieran lo propio en un barco posterior. José Manuel Bermúdez, alcalde de Santa Cruz, junto a Ángel Víctor Torres, presidente del Gobierno de Canarias, y Julio Pérez, consejero del Ejecutivo regional, en colaboración con Cruz Roja, gestionaron una solución. Pero una de las opciones que dieron a los presentes cayó como un jarro de agua fría: solo podrán viajar aquellos que tengan pasaporte.
El regidor santacrucero repitió que “nadie” le comunicó nada y que se enteró por llamadas de vecinos cercanos.
Aiyu quiere llegar a Milán, donde tiene un tío con el que espera vivir, pero solo tiene tarjeta de identificación nacional. No podrá coger el barco: “Quiero salir a Huelva, de allí a Barcelona y llegar a Italia. Solo queremos comer y un trabajo, estar mejor que en Marruecos, donde está todo muy mal”.
Justo en el momento en el que abrieron la taquilla, muy decepcionadas, algunas de las personas que habían adquirido su billete se disponían a cambiarlo al no tener pasaporte. Serán llevados a un hotel del sur de la Isla, donde podrán pernoctar y comer algo que llene sus vacíos estómagos. Otros, los menos, se quedarán por la zona, a la espera de poder viajar hoy.
No paran de repetir que esto es por sus familias. “Quiero trabajar para mandarles dinero, para que pueda comer”, reitera Aiyu, que solo contempla abandonar Tenerife, que entiende como un lugar de paso hacia un futuro mejor. “En Marruecos ya no hay trabajo. Allí ya no se puede vivir de manera normal”, aseguró.
Cuando el puerto se empieza a vaciar, cuando cada vez la sensación de frío es mayor, se acercó un chico que no tendría más de 25 años. Nos extiende su teléfono y nos pide hablar en inglés con su primo. Vive en Canadá, es allí a donde quiere llegar, reunirse con él. “Quiero un futuro mejor”, dijo. Lo mismo que el resto, que anhela una vida digna.