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La cara y la cruz de los fondos marinos del Sur de Tenerife

Varias expediciones de la ONG Innoceana descubren en el litoral de Guía de Isora espectaculares jardines de gorgonias, paredes de ‘coral negro’ y planicies de rodolitos, pero también constatan una alarmante pérdida de sebadal y la aparición de mascarillas
Innoceana
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Varios miembros de la expedición en una de las inmersiones realizadas en la costa de Guía de Isora. Liam McGuire

La ONG Innoceana, con el apoyo de colaboradores científicos europeos, advierte sobre la regresión de los sebadales en los fondos arenosos de la costa suroeste de Tenerife. Este ecosistema resulta clave, ya que actúa como un pulmón al absorber dióxido de carbono y producir oxígeno, además de generar biomasa y constituirse como un espacio que reúne las condiciones idóneas para la reproducción, alimentación y refugio de numerosas especies marinas.

De hecho, el sebadal está incluido en el Catálogo Español de Especies Amenazadas en la categoría de ‘vulnerable’. Detrás del retroceso de los “manchones”, como denominan al sebadal numerosos pescadores, está en muchos casos la mano del hombre. Su creciente actividad en el litoral en forma de vertidos, residuos, pesca de arrastre o el fondeo de embarcaciones recreativas afectan de lleno a estos bosques marinos.

Las cuatro expediciones realizadas por Innoceana en la costa de Guía de Isora durante 25 días en los meses de septiembre y octubre constataron la desaparición de tres “parches” de sebadales que figuraban en las cartografías oficiales, según la información aportada por esta organización. “En el suroeste de Tenerife prácticamente ya no existen los sebadales”, lamentan sus representantes, que recuerdan la riqueza de estos ecosistemas: “Son verdaderos oasis de vida marina en los fondos arenosos costeros de Canarias. Además de proporcionar hábitats para numerosos organismos, amortiguan el oleaje y son un bioindicador de la calidad del agua de baño”.

Más allá de los 30 metros de profundidad, la expedición encontró, en la zona sur de Punta Blanca, un panorama sorprendente: espectaculares extensiones de jardines de gorgonias (corales blandos), una presencia que confirma la alta calidad ambiental submarina, ya que, según los expertos, se trata de una especie muy sensible a la actividad humana y a cualquier anomalía que afecte a la pureza del agua.

En el gran blanquizal de Alcalá, nombre popular por el que se conocen los fondos rocosos, la presencia del erizo de púas largas aleja las algas y otros organismos por su conducta alimenticia. En su desembocadura, los submarinistas de Innoceana se encontraron con un arenal en el que abundan las esculturas rocosas que recuerdan a los espectaculares fondos de La Restinga, en El Hierro.

Las “impresionantes” paredes de coral negro en los bajos de Alcalá, las planicies de rodolitos o algas calcáreas (también conocidas como cotufas o palomitas de maíz por su parecido con este producto) y los ecosistemas autogénicos fueron otros de los grandes atractivos de las inmersiones.

En cambio, los plásticos y las mascarillas fueron la nota negativa de las inmersiones de Innoceana. Desde la ONG se recuerda que los materiales que se utilizan para la fabricación de mascarillas higiénicas y guantes retrasan su desaparición en el mar entre 300 y 400 años. La degradación en el agua de los accesorios básicos que sirven de protección frente al coronavirus se han convertido en un serio problema para los ecosistemas marinos.

Guía de Isora ha sido el primer municipio de Canarias escogido por la ONG española, integrada por un experimentado equipo internacional de “soñadores”, como se definen sus miembros, para este proyecto de investigación y conservación. El presidente de Innoceana, Carlos Mallo, subrayó los “esperanzadores resultados” obtenidos por las expediciones, pero subrayó la necesidad de “seguir informando y concienciando sobre los efectos del cambio climático y la importancia de modificar los hábitos relacionados con el consumo y reciclaje de plásticos”.

“Estas observaciones nos reafirman en la necesidad de impulsar medidas de gestión para mitigar los efectos del cambio climático, sin olvidar de gestionar los usos de nuestros espacios naturales con medidas como la regulación del buceo y la actividad acuática humana”, enfatizó Mallo.

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