tribuna

La revisión de la sedición

Cada día tiene su afán, y hoy toca retornar al comentario político. La lectura de la prensa me hace sucumbir a la tentación. El titular de una entrevista al ministro de Justicia dice: “Sin la sentencia del procés no revisaríamos la sedición”. He de reconocer que en la síntesis se cargan las tintas sobre una reforma aparentemente coyuntural, porque el señor Campo habla de anacronismo de las leyes y de comparación con la legislación europea. Es decir, concluye que se trata de algo estrictamente pertinente, y yo no dudo de que lo sea, pero la coyuntura existe, y no está condicionada exclusivamente por la sentencia del procés, sino por los efectos que ésta tiene sobre la garantía de permanencia del actual Gobierno de coalición. En realidad, el contenido exacto de la interviú dice:
P. “Sin la sentencia del procés ustedes no se hubieran planteado nunca la revisión del delito de sedición ¿no?”
R. “Posiblemente no, hay que decirlo con honestidad. Durante muchos años no han tenido que aplicarse estos delitos. Pero el ejercicio de responsabilidad consiste en decir que tenemos que darle una vuelta a esos delitos. Ya veremos cómo queda”.
A pesar del “posiblemente no” y del reclamado “ejercicio de responsabilidad”, el periódico no ha dudado en la contundencia del encabezado, interpretando en toda su amplitud la declaración del ministro, y abriendo una puerta a que el lector saque sus inmediatas conclusiones. Para eso sirven los titulares. De esta circunstancia insistentemente presente no nos podemos zafar, sumándose a todas las oportunidades fácilmente enumerativas con que se adorna el acuerdo para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
Anoche, en el programa de Ana Pastor, en la Sexta, la ministra Celaá hacía de apagafuegos defendiendo su ley de Educación, con el repetido argumento de que el amplio consenso, obtenido entre siete grupos de la Cámara, es un récord. Ya lo dijo Pedro Sánchez, comparando sus exitosas tramitaciones, con 198 votos, a las de Felipe González, que disponía de una mayoría de 202 escaños. En fin, a la hora de buscar argumentos triunfalistas nadie duda en la exageración para disfrazar la precariedad. Todo ello adobado con que las moscas han acudido al panal por voluntad propia, y sin que hubiera un átomo de miel en sus celdillas. Vinieron en busca de nada, es decir: sin pedir nada a cambio. Al menos el ministro de Justicia, como le exige la especialidad de su cartera, ha actuado con honestidad y ha reconocido que de no ser por la sentencia no se les hubiera ocurrido revisar el delito. Lo que no se explica muy bien, a no ser que se trate de dar una de cal y otra de arena, es la propuesta en la reforma que se proyecta, de eliminar la posibilidad de que los partidos políticos ejerzan la acción popular ante los tribunales. El periodista le ha preguntado sobre si esto supondría la retirada de las denuncias actualmente en curso, y su respuesta ha sido que el Gobierno no va a interferir en la libertad que tienen los partidos para hacerlo. Esta decisión tiene un contenido de reconocimiento moral importante, dado que, en los últimos años, el frente político ha estado presente de manera exagerada en el ámbito judicial, y no pocos desaguisados se han cometido en esta práctica, entre ellos la comentada sentencia del procés. ¿No será esta una operación de blindaje ante el poder judicial para futuras innovaciones? No entiendo mucho sobre el sistema procesal, pero esto de reconocer el cambio de las leyes por los efectos de las sentencias no me parece una argumentación jurídicamente sólida. En fin, hay que reconocer la sinceridad de un miembro del Gobierno cuando asegura expresarse con honestidad. Le podría caer la del pulpo, pero no será así, porque la generalidad de los votantes no se apercibe de estos pequeños detalles.

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