Más de la mitad de la legislación territorial y urbanística es innecesaria. Carece de utilidad para mejorar el producto que regula. En Canarias, las normas se alejan de sus fines, entretenidas en sí mismas, cuando la responsabilidad debe internalizarla el promotor y sus técnicos, desde la propia iniciativa. Los objetivos de sostenibilidad social, económica y ambiental son necesarios, pero no suficientes. La calidad técnica y proyectual se logra desde la respuesta, que recoge el encargo y se adapta al lugar.
Valoro la figura del arquitecto Chus del Real (S/C de Tenerife, 1974), titulado en la ETSA de Granada en 2005. De su trayectoria, la lectura optimista de sus “imágenes -proyecto” sobre intervenciones en las costas y el territorio. Nostalgias del futuro, donde visualiza el valor de los espacios públicos capaces de integrar la diversidad y complejidad del mundo actual, con nuevas formas que recogen las aspiraciones de una vida colectiva sostenible, defendiendo iniciativas integradoras e inclusivas.
El soporte conceptual de sus imágenes está sostenido en el modelo de la “ciudad mediterránea compacta”, de elevada densidad e integradora de múltiples usos. La cultura opera en la era del conocimiento, como el primer vector de desarrollo, ofreciendo sus propuestas globalizadas. Aquí nos refiere las iniciativas realizadas en costas de España, Bilbao, Barcelona y Málaga. En Europa en frentes densos de costas y ríos, Oslo, Helsinki, Rotterdam, Londres, Berlín, Viena, Budapest, Copenhague. También en Seattle, Yokohama, Singapur y Sidney. El método de la “imagen -proyecto” lo extiende Chus del Real, en ámbitos domésticos de la isla, poblados costeros, autopista, aeropuerto, arquitectura popular, donde propone nuevas realidades. Ofrece una lectura proactiva de la isla, con un modelo reforzado en tres ciudades densas, Santa Cruz- La Laguna, la ciudad del Sur Arona-Adeje y el Puerto de la Cruz, concentrando servicios y la sostenibilidad de la Isla, negando la insostenibilidad de la dispersión.
Recuerda Chus del Real la figura del arquitecto veneciano Giovanni Piranesi (1720-1778), reconocido en la historia de la arquitectura por sus grabados de la Roma clásica y singularmente por los paisajes interiores de sus Prisiones. De enorme influencia en la enseñanza de la arquitectura y su ejercicio. Que encontramos al interno del Banco HSBC de Hong Kong(1985), de Norman Foster y en la biblioteca de la película El Nombre de la Rosa (1986), de Jean Jacques Annaud, según la novela de Umberto Eco.
El poder de las imágenes difumina las fronteras entre lo real y lo soñado. Sitúa el conocimiento en la cúspide de los valores y la acción. La recurrencia a la “ciudad mediterránea densa” la encontramos en sus múltiples referentes. Así en Richard Rogers (1933), Premio Pritzker 2007, inglés nacido en Florencia, en su Centro de Arte Pompidou (1977) de París, realizado con el italiano Renzo Piano, en la rompedora entonces arquitectura High Tech, cuya plaza humanizada nos recuerda a la Piazza del Campo, de Siena, referente transportado. Tenemos más cercanos a César Manrique, que en su obra de 1974 Lanzarote Arquitectura Inédita, contiene el imaginario de sus posteriores centros de arte, cultura y turismo, desarrollados por el Cabildo y que hoy sostienen la imagen del destino turístico Lanzarote, el más cotizado de las Islas.
Ya había visionado los pueblos mediterráneos, Néstor Martín Fernández de la Torre, cuando recrea los Riscos de Las Palmas y sus Pueblos Canarios. Visiones que nos ofrece la Revista Rincones del Atlántico, cuando ensueña las imágenes gemelas del pasado y del presente, que nos conmueven. Son “nostalgias enviadas hacia el futuro”.