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Cuando los bares languidecen, hay historias que se apagan

La revista británica ‘The Spectator’ anunciaba que Jeffrey Bernard no se encontraba “bien” cuando el escritor estaba tan borracho que no entregaba su artículo semanal

Hace ya tiempo, en el periódico El PAÍS, Enric González recordaba, en una columna dominical, las andanzas de Jeffrey Bernard, un periodista británico que murió en 1997. Bernard, que se pegaba media vida alcoholizado en los pubs del Soho londinense, tenía un artículo semanal en una sección titulada ‘Low life’ que había en la revista ‘The Spectator’, donde contaba las anécdotas de sus borracheras, sus ligues y su vida en los bares, charlando con gente de toda condición. Cuando la cogorza era inmensa y el artículo no llegaba a tiempo, el espacio de la página aparecía en blanco, siempre con el mismo titular: “Jeffrey Bernard is unwell” (Jeffrey Bernard no se encuentra bien). Así se tituló también una obra de teatro del escritor Keith Waterhouse, donde el actor Peter O’Toole, buen amigo de Bernard, hacía el papel del periodista.

Siempre me acuerdo de este artículo de González cuando me bloqueo. Y me pongo a mirar algunos vídeos de Jeffrey Bernard fumando y bebiendo por los pubs de Londres, algunos de los cuales quizá estén cerrados ya. Parece otro mundo, y no porque no haya geles ni mascarillas. Algunas de esas vidas hoy son imposibles teniendo un trabajo, y probablemente ningún editor te mantendría en la revista si le dejaras la página en blanco. Tampoco nos pasamos la vida en los bares, aunque quizá nos gustaría estar más. Pero a veces no hay tiempo.

Cambian los oficios y cambia este 24, porque hoy probablemente estaría reencontrándome con los amigos en la calle con una copa a media tarde. Hace solo unos años, había un brindis con cava en El Molina y salíamos completamente embriagados rumbo a casa. “¡Vamos a tomarnos algo mañana!”, me dice un amigo recién llegado de fuera, con PCR en mano. Imposible. Somos más de cuatro.

Pero si lo pienso bien, el año pasado nos fuimos todos a dormir después de cenar, nadie salió de marcha. O nos quedamos con los padres y los suegros. No le echemos solo la culpa a la pandemia. Quizá venía de antes, con los niños, o que nos acostumbramos a medir, tasar y ejecutar todo con eficiencia, planeado. Si después de las vacunas hay unos ‘Felices Años 20’, deberíamos sumarnos. Si pudiera, allí estaría Jeffrey Bernard buscando historias.

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