visiones atlánticas

El loco de la playa

Muere todo aquello que se pierde para siempre, lo que se recupera no muere”, cuenta Leocadio Machado en El Loco de la Playa, de 1925 en el diario La Prensa, antecesor de El Día. Lo rescata José Vicente González Bethencourt (Cádiz 1948), cirujano y senador por Tenerife, en Historias de El Médano y el Loco de la Playa, donde regresa a la “patria de su juventud”, en la Granadilla y Médano de la carretera del Sur de los 50. Compone una imagen impresionista desde el “paisaje sentimental” de la nostalgia. Vivió hasta los 12 años en Granadilla, en que se trasladó a La Palma. José Vicente reúne el apellido González del portugués fundador de Granadilla en 1575 y el Bethencourt, descendiente del conquistador de Lanzarote; que llegó al Hermano Pedro de Bethencourt (Vilaflor 1626, Antigua 1667), evangelizador de Guatemala, primer santo canario en 2002.

El Loco de la Playa lo escribió Leocadio Machado López (1865-1947), casado con su prima Tomasa Machado Real, militar, profesor y abogado; tuvieron seis hijas, Luisa, Mercedes, Elvira, Ángeles, Consuelo y Pilar, todas estudiadas. En la novela el médico y profesor Luis Gilpérez, con su hija María, son émulos de Leocadio y Mercedes. Llegan a veranear al Médano en agosto de 1925, desde Santa Cruz en el correíllo Fuerteventura. Se hospedan en la fonda La Morenita. Cuando El Médano tenía 112 vecinos, que llegaban a 300 con los veraneantes. Cuenta las excursiones a Tejita, Montaña Roja, Bocinegro, Puntitas, entre las Montañas, Pelada, Cueva del Hermano Pedro y su Ere. El núcleo del libro lo forman dos historias. El mito de la “emigración frustrada”, donde María espera a Juan, que regresando de la emigración americana desaparece. Y el mito “Tenerife isla de salud”, donde el “loco” pierde a su mujer enferma de tuberculosis cuando se dirigen a su cura a Vilaflor; él acaba ahogado en El Médano.

Acompaña su obra con historias e imágenes, que arrancan con la estadía en La Tejita de la flota de Magallanes en 1519, donde recoge a Pedro de Tenerife, que sobrevivió al viaje. El escudo municipal refleja la gesta de la nao Victoria. En 1883 desde La Tejita se tendió el cable hasta San Luis en Senegal y Pernambuco en Brasil, donde llegan los Friend y los Davidson. Con el Directorio y la II República se finalizan el muelle en 1929 y la carretera del Sur en 1933. De este año es la sociedad medanera La Bulla, y los veraneantes Zerolo, Casariego, Renshaw, Ximénez, Molina, Tudela, Arozena, Santana, García Feo, Olivera, Afonso, Frías, Pomar, Batista, Pérez, Sáenz, Ramos, Marrero Regalado, García Talavera, García Sanjuán, Martín García. Estamos en la época del tomate, donde en los años 40 se hace el empaquetado de Fyffes, sobre el que don Frasco, Francisco García Feo, construyó el hotel Médano en 1963. Su hermano Casiano, con comercio en La Orotava, atrajo a los veraneantes del Valle. Ya se habían establecido en el frente costero, en los terrenos cedidos por Antonio García Osorio, concuño de don Frasco y alcalde en cinco mandatos, desde 1929 a 1936. Primos de Marcial García García (1884-1934), a quien dedica Leocadio su obra.

Murió al año de casar con Corina García Alfonso, tía abuela de Juan Ojeda Martín, el Ruin, heredero de los linajes de Granadilla, San Miguel, Vilaflor y Arona. El aeródromo de El Médano, que se inició en 1934, fue reinaugurado en 1962, como aeropuerto Tomás Zerolo, en recuerdo del médico.

La época clásica de El Médano acabó en 1979, con el cierre de La Pilarica, antes fonda La Morenita, abierta en 1920 por Rafaela Socas García, madre de 21 hijos, entre ellos Pilar Rodríguez Socas. Los medaneros de origen son adejeros, los Socas y los Amaral, establecidos desde finales del XIX. Descendientes de los esclavos de la Casa Fuerte de Adeje, en el ingenio de los Ponte, de donde reciben el fenotipo de “la morenita”.

Se veraneaba tres meses, desde el 28 de junio Hermano Pedro al 29 de septiembre San Miguel. José Vicente es un “prófugo de su infancia, otro loco de la playa”.

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