economía

2021: el año de la esperanza

Los problemas estructurales de la economía española nos han convertido en un país vulnerable ante los efectos económicos de esta crisis
VACUNAS COVID

Por Cristina Jerez

Con el recuerdo de las uvas aún muy presente, entramos en el año 2021 cargados de esperanza y buenos propósitos. El fin de la pandemia es, sin duda, el deseo que más ha resonado la pasada nochevieja, un deseo alimentado por el inicio de las campañas de vacunación dentro y fuera de España y perseguido por la sombra de la incertidumbre, con la reciente nueva cepa descubierta en el Reino Unido. Pese a todo, la esperanza parece ganar la batalla, pudiendo ser el primer semestre de 2021 el definitivo para controlar la pandemia de la Covid-19.

A nivel económico, no cabe duda de que esta campaña es también vital. La perspectiva de organismos internacionales, como la OCDE, señalan directamente al efecto de las vacunas sobre la economía, no solo en lo obvio – una mayor inmunidad de la población que permita la reactivación de determinados sectores gravemente afectados por la pandemia- sino también, en relación directa con las estrategias de cooperación y distribución que se establezcan entre países. Un despliegue rápido y bien coordinado de las vacunas, aumentaría la confianza mucho antes de alcanzar los objetivos de inmunidad necesarios para una reactivación de la economía real, lo que fortalecería la recuperación.

La Unión Europea parece tener muy clara la vía de la cooperación y coordinación para la administración de la vacuna como el mejor método para atajarla, al menos, dentro de sus fronteras. El calendario de vacunación, previsto inicialmente para su inicio en enero de 2021, ha podido adelantarse de manera conjunta en toda Europa a la última semana de 2020, con la vacuna de Pfizer como protagonista. No son los únicos que han comenzado a vacunar antes de tiempo. Reino Unido – primer país occidental en administrar una vacuna-, Estados Unidos, Suiza o Canadá también lo han hecho, principalmente, con la vacuna de Pfizer-BioNTech, pero también la de Moderna, que llegará a Europa sobre el 6 de enero, y la de Astrazeneca-Oxford, ya autorizada en UK. China y Rusia también han comenzado a administrar sus vacunas, Sinopharm y Spunik V, respectivamente. Mientras la asiática solo se ha administrado en caso excepcionales, la rusa, con un 92% de eficacia ya se está distribuyendo. Todo ello nos señala al esfuerzo titánico internacional por conseguir la ansiada inmunidad -al menos parcial- de la población en 2021.

Pese a todo, la enorme incertidumbre que acompaña a esta crisis ha hecho que las previsiones económicas de la OCDE no hayan mejorado demasiado. Si bien, respecto a la anterior previsión de septiembre para 2020 cierra con mejores resultados a nivel mundial (-4,2%), también se reducen las perspectivas de crecimiento para 2021, de un +5% a un +4,2%. Es muy importante tener presente lo frágil de esta recuperación. Nuevas cepas, como la británica, son una posibilidad muy real que puede afectar a la efectividad de la estrategia de inmunización. Además, después de la proeza de las farmacéuticas y la comunidad científica, la administración de las vacunas traslada el reto a la producción y distribución, que deberá, en todo momento, tratar de superar sus cifras.
En nuestro país, Araceli, la nonagenaria que ha sido la primera persona en recibir la vacuna en España se ha convertido en una peculiar heroína, símbolo del inicio de la campaña de vacunación, clave para la recuperación. No obstante, incluso con el comienzo de la administración de vacunas, en España la situación no es nada halagüeña: las previsiones de la propia OCDE así lo demuestran. La caída del PIB en España para 2020, según las previsiones de dicho organismo, alcanzan un -11,1% del PIB, tres puntos menos de lo esperado por el organismo en junio, -14,4%. Estas cifras nos sitúan de los peores parados de los países analizados por la OCDE, solo superados por Argentina.

Sin duda, para España, la recuperación va a ser difícil. Lo cierto es que los problemas estructurales de la economía española nos han convertido en un país vulnerable ante los efectos económicos de esta crisis. Además de la ya de sobre conocida dependencia del sector turístico, gran damnificado de esta crisis, cabe señalar las deficiencias de nuestro mercado laboral (altas tasa de paro, temporalidad y precariedad, gran desajuste entre formación y oferta laboral…), el elevado endeudamiento público o la alta presión fiscal que oprime a un tejido empresarial conformado casi en su totalidad por pequeñas empresas. Todo ello complica la recuperación, cuyo éxito dependerá, en gran medida, de las acciones que lleve a cabo el Gobierno, que deberá activar todos los mecanismos a su alcance, con el Fondo de Recuperación Europeo como una de sus grandes bazas, para evitar quiebras generalizadas de empresas. El camino de la recuperación solo ha comenzado y, en nuestro caso, será largo, pero como se suele decir: “lo último que se pierde, es la esperanza”.

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