tribuna

Alfonso Eduardo, crítico certero y director generoso

El alzheimer se ha quedado con la vida de Alfonso Eduardo Pérez Orozco, periodista sevillano, crítico de cine y de música, ganador de dos premios Ondas. Se ha quedado con la memoria y las experiencias de quien fuera director del Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naturaleza, con sede en el Puerto de la Cruz durante más de una década.

Hasta aquí había llegado de la mano del que fuera alcalde de la ciudad y gobernador civil de la provincia en los años 80, Francisco Afonso, para poner en marcha un certamen cinematográfico que basculara sobre una de las causas de la época que también había sido objeto de atención en la cinematografía del mundo occidental: la protección del medio ambiente y el cuidado de la naturaleza. La veteranía y el emprendimiento de Alfonso, sus relaciones mediáticas y los contactos con industriales, productores, artistas y directores obraron una suerte de milagro que chocó con una cierta incomprensión del empresariado local y de las propias administraciones, hasta el punto de que la financiación de una edición se salvó gracias a una enmienda en la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de la entonces diputada socialista María Dolores Pelayo. A aquel festival le faltó, sobre todo, que los portuenses se identificaran con él, que lo hicieran suyo.

Y el que no se arrugó, a pesar de los reveses y las incomprensiones, fue Alfonso Eduardo Pérez Orozco, a quien acompañaba en aquella andadura Antonio Santana Sánchez, un colaborador, amante del cine, que había tenido distintas responsabilidades en el PSOE insular y local. Su tenacidad le convirtió en una especie de factótum: era el director que aseguraba la disponibilidad de las películas –recordamos cómo él mismo era el que entregaba las cintas a los operadores de cámara-, el que concertaba los billetes de llegada y salida de directores y artistas, el que presentaba desde el escenario alguna filmación, el que auxiliaba a locutores y locutoras de radio en entrevistas con invitados que no sabían español, el que orientaba y precisaba a los informadores no especializados y poco conocedores del mundo cinematográfico, el que abonaba facturas por adelantado para diligenciar pagos sobrevenidos, el que terminó entregando las cuentas del certamen en los órganos de control del Ayuntamiento, vaya, veinticuatro horas después de acabada la edición.

O sea, que Alfonso Eduardo lo fue todo, con pocos recursos humanos y materiales. Pero su compromiso con el Puerto, con el cine; con Afonso; con Félix Real, su sucesor; con su paisano Pedro Bellido, edil que imprimió toda la seriedad necesaria para que el certamen tuviera una dimensión científico-cultural de primer nivel; con una realidad cinematográfica que coadyuvó a consolidar… le mantuvo entero y motivado en todo momento. En cualquier conversación era imposible evadirse de sus ganas y de sus iniciativas para mejorar la cartelera o captar a alguna figura relevante. Aún recordamos aquella medianoche de un sábado cuando se presentó en en la recepción del hotel San Felipe, sede habitual del festival, con el actor estadounidense Tony Curtis, mientras dos cadenas de radio nacionales emitían sus programas en directo desde las instalaciones del establecimiento y esperaban por él. Alfonso había cumplido una vez más con sus responsables.

Y antes de Curtis, Tippi Hedren, Helen Bonham-Carter, Omero Antonutti, los hermanos Taviani, Paco Rabal, Alfredo Landa, María Casanova, Luis Suárez, Maribel Verdú, Maru Valdivieso, Cristina Marsillach, Paloma Chamorro, Antonio Mercero, Teo Escamilla, Alfredo Fraile… Los del arte, la universidad y la ciencia: César Manrique, autor de carteles anunciadores; los profesores Fernando Martínez Salcedo, Juan Pedro de Nicolás Sevillano, Fernando González Bernáldez, Antonio Martín Prieto, Celestino Hernández… Ellos sembraron semillas para acercarnos a la ecología y al cuidado y adecuado uso de los recurso naturales a través del cine y sus infinitas opciones. Tantos y tantos nombres, tantas y tantas figuras, incluso quienes no salían en pantalla. Todos casi siempre pendientes de Alfonso Eduardo, a quien escuchábamos en Estudio 15-18, de Radio Nacional de España, y al que recordábamos con frecuencia su breve aparición en una de las obras de cine generacional de José Luis Garci, Solos en la madrugada.

El crítico certero, el mentor despierto y el director generoso. Así era Alfonso Eduardo Pérez Orozco. Le recordaremos siempre.

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